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Murcia: Un paseo por el centro histórico

Santiago 5 abril, 2016

Lo primero que se observa al acercarse a la ciudad de Murcia, capital de la Región y de la vega media del Segura, es el contraste entre el edificado espacio urbano y los retales verdes que van quedando de su antaño floreciente huerta, esa herencia africana que, domeñando el agua en sus balsas, acequias, norias y demás artilugios, hace de su tierra seca un vergel de frutales y hortalizas. Todo lo demás viene luego.

El llamado Consejo de Hombres Buenos, tribunal de las aguas murciano de origen medieval que aún hoy oficia como árbitro de los regantes murcianos. El cultivo especializado de las moreras, alimentación básica del gusano que fabrica los capullos que propician la sericicultura o industria textil de la seda, otra de las riquezas tradicionales de la economía murciana; un capitalino nos dice, con toda la gracia local, que ellos sí responden por “capullos”… pero de seda, antigua labor de chinos. El auge del Barroco, auspiciado por los aires de la Contrarreforma, con obras capitales en escultura (imaginería de Salcillo) y arquitectura (iglesias). La aparición, en fin, de personajes ilustres y poderosos como el rey Sabio, que reconquistó la ciudad para la corona de la Castilla medieval o, ya en el siglo de las Luces, el conde de Floridablanca, de alto crédito en la Corte borbónica, y el cardenal Belluga, granadino que fue obispo, virrey e impulsor de la urbe y su comarca.

murcia1

Acabamos de cruzar el río Segura, antaño especialista en asustar a los murcianos de la capital con sus temibles riadas, hoy felizmente canalizado y, haciendo honor a su nombre, más seguro que nunca (tanto como la carnavalesca y escultural sardina que emerge de sus aguas). Entre el Puente Viejo (el de los Peligros, por su cercanía a la iglesia homónima) y la Pasarela está la Glorieta de España, el antiguo Arenal, largo paseo ajardinado que mira al regio edificio del Ayuntamiento, decimonónico caserón de porte neoclásico que exhibe, en su enorme fachada, frontón, columnas, escudo y un reloj que señala el tiempo en la ciudad con acordes familiares, y que guarda en su interior una sorprendente escalinata y coloristas vidrieras.

AyuntamientoMurcia

Una corta calle lateral da acceso a la plaza de la catedral, la Plaza de Belluga, corazón del casco antiguo y punto de referencia urbano, espacio peatonal y turístico donde se dan la mano tres de los principales monumentos de la capital. La preside la Catedral de Santa María, sede de la diócesis de Cartagena, que se construyó, cómo no, sobre una antigua mezquita, y su inicial diseño gótico se fue enriqueciendo con sucesivos elementos renacentistas, barrocos y posteriores. En el exterior, sobresale su alta torre, de varios cuerpos diferentes rematados por nutrido campanario y esbelta cúpula. Dentro, destacan dos capillas: la Mayor, donde la leyenda sitúa la urna con el corazón de Alfonso X el Sabio; y la de los Vélez, que sobrepasa el edificio catedralicio y ostenta una gruesa cadena esculpida en piedra que simboliza el enorme poder de este largo marquesado.

CatedralMurcia

Pero la joya de la corona está fuera, en su fachada, hecha al modo de extraordinario retablo barroco, suntuosa y delicada filigrana en piedra y mármol con profusa decoración de relieves y tallas de temática sacra, y una lograda distribución de cuerpos y vanos que transmiten al conjunto la sensación de profundidad y movimiento: arquitectura esculpida. A un lado, da la espalda al río el impresionante edificio rococó del Palacio Episcopal, con una fachada principal de gran portón sobrebalconado, un patio porticado interior, una fachada trasera, que, en línea con la vieja Casa Consistorial, mira al río, a la avenida, a la Glorieta y a la estatua sedente del famoso cardenal que da nombre a la plaza, y un mirador lateral que cierra el paseo, conocido como El Martillo.

palacioEpiscopalMurcia

Cerrando el conjunto y enfrentado a la catedral, el moderno edificio Moneo, que el gran arquitecto navarro, encargado también de la remodelación global de la propia plaza, levantó entre ya superadas polémicas como anexo de las dependencias municipales aledañas, construido en arenisca blanca brillante, con una original fachada principal de lisas celdas columnadas que rodean un amplio ventanal donde se refleja la egregia catedral de enfrente, nuevo símbolo del poder civil que contrarresta el tradicional dominio eclesiástico del viejo espacio rehabilitado.

De la plaza que queda detrás de la catedral, parte la popular calle Trapería, en pleno eje comercial del casco antiguo. Además de las tiendas y locales que jalonan la zona, abundan en ella numerosos edificios nobles de todos los estilos, entre los que destaca el Casino, monumento emblemático de la ciudad. Si su original y rica fachada de toques modernistas, que despierta la curiosidad de los paseantes desde sus dos espaciosas “peceras”, hace detenerse al más distraído, su interior nos traslada al Barroco en su vestíbulo, al Islam en la filigrana de su patio abovedado, al mundo clásico en los frescos mitológicos de su tocador de señoras y su patio pompeyano, al París versallesco en el piso y las arañas de su salón de baile, y a los mejores tiempos del Imperio Británico, en fin, en la madera tallada de su pequeña biblioteca.

CasinoMurcia

La calle continúa hasta la plaza de Santo Domingo, conjunto monumental, cuya iglesia homónima abre su fachada principal en la plaza vecina y cuyo característico Arco conecta una de sus insignes casonas con la renacentista Capilla del Rosario; un moderno grupo escultural nos recuerda en plena calle los Derechos Humanos. Detrás, el teatro Romea, elegante y luminoso después de su reciente rehabilitación.

Que la ciudad no sea costera no impide que la fina ironía murciana permita a los capitalinos competir con la Habana en Malecón. Es este una construcción tardomedieval, reconstruida posteriormente, levantada como muro de contención de las revoltosas aguas del río y que hoy sirve de amplia senda fluvial ajardinada para ocio y disfrute de la gente a lo largo de más de un quilómetro. Así que, tras un agradable paseo por el lugar, nos vamos a despedir subiendo a uno de los puntos neurálgicos de los murcianos: el Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta, su santa patrona, sede de peregrinación y fiesta.

Aparte de su importancia religiosa es, por su ubicación en las estribaciones de la cercana sierra sureña, una estratégica atalaya sobre la ciudad y su vega, así como un entorno apropiado para todo tipo de actividades deportivas y de ocio en plena Naturaleza. La carreterita se las trae, pero el paseo y las vistas se lo merecen.

Fuente de dos fotos. La primera: Grey World; Foto del Palacio Episcopal: Amaianos.

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Santiago

Santi Somoza, de estirpe asturiana en la desembocadura del Eo, allí donde ástures y galaicos se dan la mano, aferrado siempre a su clan galego-forneiro, hipermétrope enjuto, jubiloso jubilado, maestro de nada y aprendiz de todo, pacífico y socarrón, descreído, escéptico, indignado, viajero letraherido y maratoniano corredor de fondo, ave nocturna y perpetrador de tangos, amigo de sus amigos, amante del buen vino y la poesía y, por encima de todo, de sus tres queridísimas mujeres. View all posts by Santiago →

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