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Descubriendo Guadalajara: Una excursión a Brihuega y Sigüenza

Irene 2 noviembre, 2016

Conocer mejor España es uno de los objetivos que me he marcado en los últimos años y gracias a tener coche, estoy empleándome cada vez más en ello. Guadalajara es también una provincia que se está planteando ante mis ojos viajeros como un lugar lleno de posibilidades. Por eso, tras una incursión en los pueblos de arquitectura negra en el pasado mes de diciembre, recientemente elegí otra zona para explorar y cumplió de sobra las expectativas: por un lado, Brihuega, conocido como el ‘Jardín de la Alcarria’ y uno de los pueblos más interesantes de esta zona de la provincia y Sigüenza, una parada en el camino que nos adentra en una población con marcado legado medieval y un mucho encanto.

Ambas se sitúan a un tiempo asequible desde Madrid y por eso, componen dos lugares perfectos para hacer una excursión de un día. ¡Allá vamos!

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Brihuega, más allá de los campos de lavanda

En la época del florecimiento de la lavanda, a principios de julio, Brihuega recibe autobuses llenos de turistas, incluso internacionales. Lo apuntamos en nuestra agenda para el año que viene. Nos lo cuenta el hombre que se dedica a limpiar y cuidar la Real Fábrica de Paños de Brihuega, un lugar que está poco a poco acicalándose para recibir al viajero, ya que no hace mucho que el Ayuntamiento lo recuperó, habiendo estado en manos privadas. Estamos a punto de no entrar, pues la puerta está arrimada y cuelga de ella un candado, pero finalmente una vecina nos avisa. “¡Está abierto!”. Nos queda claro que aquí la gente es amable y simpática; y sobre todo, campechana.

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De hecho, aún estaremos un rato charlando con el jardinero, que además de contarnos los vaivenes del lugar, nos invita finalmente a unas uvas que crecen allí. ¡Están buenísimas!

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Este lugar sirvió en el pasado de fábrica para realizar los tejidos de los trajes militares, siendo también durante la Guerra de la Independencia, cuartel para las tropas enemigas. Conocido como ‘La redonda’, por su peculiar forma circular, hoy está en mal estado en su interior (aunque es interesante ver grandes tinajas del pasado y cómo fue antiguamente), pero tiene un jardín precioso desde donde además se obtienen unas geniales vistas del pueblo. Allí nos haremos una idea de donde queda el castillo, la plaza central o la plaza de toros.

Si en lugar de ir al centro del pueblo, nos vamos hacia sus límites, llegaremos al mirador de Brihuega, disfrutando de unas buenas vistas de los alrededores y haciéndonos una idea de cómo es el paisaje de La Alcarria. Este es uno de esos momentos que siempre disfruto mucho en un viaje y que este pueblo tenga un sitio así, creyendo en principio que no debía tener demasiado que ver, hace que ya en gran parte, mereciera ya la pena. Pero aún hay más…

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Hay una muralla árabe muy bien conservada que delimita claramente el centro del pueblo, lleno de estrechas calles irregulares y pequeños espacios de calma con fuentes de aguas manantiales. Entre los monumentos, las iglesias de San Miguel y la de San Felipe están fuera de los términos del centro y están muy bien conservadas. Merece la pena entrar a la segunda y deleitarse con sus altas y adornadas columnas.

Ya dentro del casco antiguo, pronto llegaremos a la Plaza Mayor, donde poder recabar un poco de información turística y continuar. Al fondo, está el castillo, que ahora aloja parte de las tumbas del cementerio y que tiene de nuevo, buenas vistas del entorno. Cerca está la iglesia de Santa María de la Peña, con un exterior muy bonito y que data del siglo XIII. En las inmediaciones también está la plaza de toros. Me sorprendió encontrarme una calle a Manuel Leguineche, escritor, periodista y reconocido viajero a quién leí por primera vez este año y que había vivido en esta localidad hasta su muerte años atrás.

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Pronto pondremos rumbo a Sigüenza, pero sin duda dejando en esta villa el compromiso de volver para ver el espectáculo de los campos violetas en pleno esplendor.

Sigüenza, adentrándonos en la época medieval

Solo hay que hacer un pequeño esfuerzo para lograr imaginar a Sigüenza en la época medieval. El lugar se presta a ello: cuando llegas, entrarás a la parte antigua, seguramente, por una de las puertas que marcan la entrada –el arco del Portal Mayor o la Puerta de Hierro-; caminarás por sus calles empedradas; admirarás sus antiguos monumentos; subirás al castillo que hoy hace las veces de alojamiento; e identificarás el trazado de la ciudad que fue gracias, entre otras cosas, a la muralla que la rodea.

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Desde luego, a medida que vamos conociendo Sigüenza, no cabe otra posibilidad que rendirse a su belleza y armonía. Apenas hay gente; eso sí. Aunque vamos un martes cualquiera, no entendemos por qué apenas vemos a cuatro o cinco personas comprando o paseando por sus calles. Creemos que los fines de semana será otra historia; siendo un importante foco del turismo.

Quizás en un primer momento, lo ideal sea encaminarnos a su castillo, pues se ve perfectamente donde está y merece la pena subir. Así iremos también poco a poco haciéndonos a la ciudad y reconociendo sus lugares más populares. Aunque actualmente es un parador, se puede acceder al patio de armas, donde como casi siempre en este tipo de lugares, reina una paz especial. Además, hay una terraza donde tomarse algo. Está genial conservado y no nos podemos resistir a hacer fotos constantemente.

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Al ir bajando, nos encontraremos la Plazuela de la Cárcel, llamada así porque en el pasado fue un centro de reclusión, además de plaza mayor. También en esta zona están dos de las principales iglesias, la de San Vicente y la de Santiago, ambas de estilo románico y con fachadas muy llamativas.

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La calle mayor nos llevará a la plaza central, muy bonita. Cerca estará el monumento principal de la urbe: la catedral, imponente por sus dimensiones y por su belleza. Nosotras descartamos entrar -5 euros la visita normal y 8 la guiada-, pero nos imaginamos solo por la entrada que este es sin duda el plato fuerte de todos sus atractivos. Pero bueno, el simple paseo por el pueblo, reconociendo sus lugares destacados e imaginando lo que fue en el pasado, nos ha llenado muchísimo.

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Pronto, aprieta el hambre y nos han recomendado varios bares en la zona de la Alameda, un paseo en la parte baja del pueblo. Elegimos para comer el bar La Antigua, ya que muchos de los que llevábamos en mente están cerrados. Es no obstante una buena elección, con terraza y un menú aceptable.

A la tarde aún nos queda un rato para pasear, imaginando Sigüenza por la noche; desde diferentes ángulos; saliendo un poco de los muros de la ciudad antigua. Y nos llevamos un genial sabor de boca. 

*Fotos: La gran mayoría de fotografías de este post han sido realizadas por Eduardo Laina Madrigal, fotógrafo de profesión. Si queréis conocer mejor su trabajo y poder contar con sus servicios, visitad su página de Flickr.

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