Hoy salimos de Barbate hacia las Marismas del río de su nombre, lugar ideal para los amantes de la avifauna y las especies marinas. Por una carretera costeña muy llana y bastante recta, vamos dejando atrás ese medio húmedo tan rico, con el borde playero a la derecha y la zona militar en los pies de la Sierra del Retín, a la izquierda.

El tronar aéreo de los cazas, el despliegue de barcos, tropas y maquinaria bélica y, sobre todo, las maniobras militares y los ejercicios de tiro que vienen causando con frecuencia incendios en la floresta serrana, todo ello ante los ojos incrédulos de visitantes y bañistas, hacen la delicia de los aficionados a los inocuos simulacros de guerra en vivo y en directo al mismo tiempo que llenan de cenizas y preocupación a los lugareños y a las autoridades civiles competentes; precisamente estos días han estado por aquí los marines y demás colegas conjuntos, pues el monte desierto y la enorme playa apta para maniobras de desembarco hacen del lugar un excelente campo de entrenamiento (cuya existencia ha contribuido, por otra parte, a la preservación de esta franja del litoral gaditano: ¿no hay mal que por bien no venga?). Los barbateños exhiben razones de peso para defenderse contra Defensa sin defender el ladrillo y  para exigir el cierre del emplazamiento castrense.

Sobrepasado el arenal, un puente sobre el río Cachón (en verano solo lleva agua con la marea alta; se ha querido ver en este topónimo el origen de la palabra “cachondeo”, bien emparentado al menos con la guasa y la alegría andaluzas) nos introduce de lleno en el pueblecito marinero de Zahara de los Atunes, cuyo nombre ya habla por sí solo de su tradicional relación con la pesca, que aún hoy mantiene en funcionamiento su almadraba costera y conserva en pie las ruinas amuralladas de su antiguo Castillo de las Almadrabas.

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Pero este pequeño enclave de casas blancas y calles estrechas también se ha sabido convertir en un tranquilo atractivo turístico que gira en torno a la gastronomía marinera (el nuevo Pipi, apartado del bullicio playero, afina bien la relación calidad-precio en pescado fresquísimo, como el morrillo de atún, o en carne retinta de auténtico añojo andaluz) y a su extensa playa de duna y flamenco, bastante natural aún pero ya en camino de ser devorada por el urbanismo al acecho.

Siguiendo ruta, nos desviamos hacia la playona de Atlanterra, un arenal inmenso de palmerales y terrazas que recuerdan el Índico más tropical, con distintas zonas diferenciadas de hoteles y apartamentos, chalés y urbanizaciones, que cruzamos hasta el final para acceder al cabo de Gracia. Tras una caminataa pie, breve pero en fuerte pendiente, alcanzamos en su cima el Faro de Camarinal, esbelta torre de piedra con moderna escalera exterior de caracol.

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A su lado, una pasarela de madera, con pendientes escalones, baja casi en vertical por el acantilado hasta un mirador con vistas a la costa que dejamos atrás, hasta el muelle de Barbate. Bajo nuestros pies, se extiende la recoleta playa de los Alemanes, a la que bajan chalés de lujo encaramados a distintos niveles, bien camuflados entre altos muros y vistosos jardines. De nuevo arriba, al otro lado del faro, sale un ramal de tierra que baja a la escondida playa del Cañuelo, hermosa cala nudista sin acceso por carretera.

Estamos ya en el Parque Natural del Estrecho. Los muchos molinos eólicos testimonian la presencia continua del viento. Ahora a desandar el camino hasta la carretera, pues el cabo impide el paso en coche, y dar un rodeo hasta tomar la N-340, que viene de Vejer hacia Algeciras, para, poco antes de llegar a Tarifa, desviarnos al siguiente destino, la Playa de Bolonia, al otro lado del cabo y ya en municipio tarifeño.

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Este arenal, de los más atractivos y concurridos de la zona, tiene en su extremo occidental un tesoro histórico menos conocido de lo que debiera. Nos referimos al yacimiento romano de Baelo Claudia, importante puerto comercial y pesquero de principios de nuestra Era, modelo bastante conservado de una ciudad del Imperio que permite conocer todos los ingredientes del urbanismo clásico: murallas, calles, acueducto, necrópolis, viviendas, administración, escuela, mercado, industria (la del salazón, principalmente), capitolio, foro, teatro, termas, gimnasio…

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Completan el conjunto varias salas de exposición-museo, donde se exhiben los materiales encontrados en las excavaciones, con mapas, murales, gráficos y pantallas de información, un salón de actos, una biblioteca y un archivo temáticos. Los bañistas, al pie del recinto cultural, indiferentes al pasado de adrianos y trajanos, disfrutan de un presente de arena, sol y aguas cálidas. La vida continúa. También nuestro viaje.

por Santiago

Santi Somoza, de estirpe asturiana en la desembocadura del Eo, allí donde ástures y galaicos se dan la mano, aferrado siempre a su clan galego-forneiro, hipermétrope enjuto, jubiloso jubilado, maestro de nada y aprendiz de todo, pacífico y socarrón, descreído, escéptico, indignado, viajero letraherido y maratoniano corredor de fondo, ave nocturna y perpetrador de tangos, amigo de sus amigos, amante del buen vino y la poesía y, por encima de todo, de sus tres queridísimas mujeres.

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