En este 2015, además del reto #UnMesUnViaje, me empeñé en conocer mejor mi provincia natal, Asturias, pues considero que es mal asunto cuando me encanta viajar pero no conozco aquello que tengo más cerca. Podría dar razones de muchos tipos, pero al final serían excusas. Y 2015 es el año que he intentado por encima de todo dejar de lado las excusas. Así que tras la primera incursión en el oriente asturiano visitando los archiconocidos Lagos de Covadonga, tocaba, ya entrado el verano, conocer la costa asturiana por excelencia: Llanes.

He de decir que lo bueno de conocer tan poco Asturias es que cada vez que subo con un viaje como objetivo retroalimento mis ganas de viajar viendo fotos, imaginando todos esos lugares de los que he oído hablar y me emociono igual que cuando estoy viendo paisajes a muchísimos kilómetros de distancia. Por eso, cuando el primer día hicimos una primera parada de rigor con el coche, para divisar desde el camino en lo alto del monte que encierra la playa de Torimbia –en la localidad de Niembro-, sentí ese cosquilleo de estar ante un lugar precioso. El aire puro, la compañía y la sensación de libertad completaron sin duda uno de esos momentos que no cambiaría por nada.

Torimbia es una de las playas más populares de Llanes; por su situación y sobre todo, su belleza. No obstante, no volvimos, pues al día siguiente nos dispondríamos a hacer el tramo de ruta que queda seguidamente al este y no teníamos más que un fin de semana: De Barro a la localidad de Llanes.

El viernes, tras hacer esta parada en Niembro, ya solo nos quedaba ir al camping, montar la tienda, asimilar que ya estábamos allí y disfrutar de unas cervezas frías y buena conversación. ¡Planazo! La verdad es que el camping de Troenzo no es un camping cualquiera. Amplio, cuidado y con vistas a la playa homónima, goza de un encanto infinito; sobre todo gracias a su situación en plena costa.

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Aunque la ruta costera por Llanes podría hacerse más larga, nosotras elegimos ir de Barro a Llanes; de unos diez kilómetros en total. Sencilla, ideal para familias o amigos que vayan hablando y pasándolo bien. El primer tramo desde el camping lo hicimos por la carretera aunque decidimos hacer una parada en la playa de Borizu, bonita y de apariencia salvaje. Como el tiempo por entonces era el típicamente asturiano –una niebla densa y el cielo completamente encapotado- las fotos no lucían, pero yo imaginaba la belleza de un arenal de estas características iluminado directamente por el sol.

Una ruta de impresionantes vistas a la costa asturiana

En la población de Celorio, nos adentramos ya en plena naturaleza. Tras pasar la Playa Palombina y acceder a un rincón que mi amiga conocía de cuando iba allí de pequeña, nos perdimos un poco. Nada que la amabilidad asturiana no pueda solucionar. Una vez de vuelta al camino, a veces dudamos de si estamos yendo en la dirección correcta, ya que se bifurca para ir más cerca de la costa o algo más alejado. De nuevo, volvimos a ser asistidas por gente tan amable como cercana. Un auténtico placer casi al nivel de la vista que vamos disfrutando.

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Quizás el tramo que viene ahora fue el más bonito de todos los que recuerdo, de nuevo, motivado por la cercanía a la costa y una vista preciosa de las playas de la zona. Se trata además en este caso de un arenal del que no había escuchado hablar antes, Portiellu, y que ofrece desde el camino señalizado de la ruta una vista preciosa del mar. Un poco más arriba, acercándonos más al pedazo de tierra que pronto acaba para dejar lugar al agua, las vistas eran únicas. La costa recortada, las diferentes playas, el camino andado… todo aparecía ante nuestros ojos desde una nueva perspectiva.

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Y seguimos, ya hasta la playa de Poo, otra de las más populares de la zona, que con la marea baja, nos dejaba observar su curiosa disposición: algo parecido a una pasarela donde el agua, en este caso baja, dejaba al descubierto la pared de montaña que se forma a los dos lados del lugar de baño. En este punto decidimos hacer una parada; buen lugar pues hay varios bares/restaurantes donde descansar un rato.

Desde ahí, recorrimos el último tramo hasta llegar a la localidad más importante del concejo: Llanes. Dado que era ya casi la hora de comer y que reconocíamos que estábamos bastante cansadas, compramos algo para comer y nos dirigimos al Sablón, la playa de la ciudad, si bien pude percibir ese aire distinguido de la ciudad, por las grandes casas de antiguos indianos que dejaron claro, como en otras zonas de España, su poderío económico tras haber hecho las Américas. Antes de bajar a la playa, paseamos también por el coqueto Paseo de San Pedro, que además de un lugar encantador para pasear, nos recordaba también que Llanes fue un lugar de cine.

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Cinéfila que es una y sin tener ni idea de qué películas se rodaron en la localidad, buceo en Internet, descubriendo una web –Llanes de cine– dedicada a tal fin. Descubro entonces que filmes como ‘El abuelo’ o ‘El orfanato’ tuvieron como escenario esta encantadora villa asturiana.

Tras pasear un poco por Llanes y descubrir, de nuevo –pues hace dos años estuve también de pasada- el centro empedrado de esta linda población con sus balcones de madera y los bares con olor a sidra, volvimos en taxi, rendidas tras la caminata de la mañana y con pocas fuerzas para volver a hacer los cinco kilómetros de ruta para llegar al camping.

Un día de playa en Borizu, Llanes

Además, siguiendo un poco el espíritu de esta ruta –playas y naturaleza– volvimos para aprovechar el genial día de sol que había aparecido a eso de la hora de comer. Pudimos así volver al arenal de Borizu, descubriendo la que parecía otra playa, llena de gente, animada y donde pude –esta vez sí- darme el que fuera uno de los últimos baños del verano.

El tiempo, esa encrucijada asturiana que decide el grado de bienestar de tu futuro, tuvo para bien dedicarnos unas horas de absoluto goce.

Así, despedimos el día, con unas cañas en el chiringuito de la playa, encantadas de ese día de paisajes asturianos que finalmente vieron el sol. Por la noche, disfrutamos de un cachopo y otras tapas en el restaurante Sorraos del camping de Barro y después una copa en el Chiringuito La Pandina de la playa de Barro -con unas vistas ideales de la costa o en su defecto, por la noche, del sonido del mar. Broche final para un fin de semana corto pero intenso. Sobresaliente a todos los niveles.

Si realizas esta ruta, seguro que tienes algún día para poder hacer una escapada a los lagos de Covadonga. ¡Merece mucho la pena!

por Irene

Periodista desde 2008. Inquieta y curiosa de toda la vida. Abierta a todos los planes; ¡no hay destino que no merezca la pena!

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