Estambul, confluencia de viejos pueblos, puente entre culturas y estratégico destino de larga y agitada historia, es hoy una ciudad enorme, cosmopolita, multimillonaria en habitantes y especialmente atractiva al turismo de masas: buena, bonita y barata. Sus mezquitas y monumentos, sus mares y canales, sus puentes y sus barrios de moda son reconocidos entre los más visitados del mundo. Pero siempre ofrece sorpresas más o menos inesperadas, insólitos rincones menos frecuentados, agradecidas válvulas de escape que sirven de tregua y contrapunto al trajín obligado de los reclamos turísticos más concurridos y ruidosos. Se trata de lugares menos conocidos de la ciudad que deberías visitar.
Al igual que el boncuk nazar, ese amuleto azul local que uno suele traerse de recuerdo, ayuda a los turcos a librarse del mal de ojo y las malas energías, también esos remansos más o menos escondidos descubren al visitante la otra cara de un mundo tan complejo e inabarcable. He aquí solo una pequeña y céntrica muestra: un mercado apartado y asequible en pleno casco viejo; dos referentes opuestos del sultanato otomano; un museo del siglo pasado; colores que contagian vida; un mundo en dimensiones reducidas.
Arte y compras: El Mercado Arasta y su Museo (Kabasakal Cad., Sultanahmet)
Ir de compras en Estambul es, simplemente, salir a la calle. Toda la ciudad es un mercado, un gigantesco zoco abierto sin solución de continuidad. Desde los puestos y vendedores ambulantes de té, castañas, helados, comida local o lo que surja. Nada nuevo bajo el sol. Porque la vieja Bizancio fue uno de los principales hitos de la clásica Ruta de la Seda entre Oriente y Occidente, y el movimiento de mercaderías y dineros goza de gran tradición por esos lares.
Pero, sin duda, su expresión local más a la vista son los bazares, mercados a la manera oriental, un caos ordenado de enorme colorido donde puedes entrar y salir, ver y elegir, comparar y discutir precios. Como ocurre con las mezquitas, los hay de todas clases y tamaños, más o menos especializados, céntricos o lejanos, asiáticos o europeos.
Algunos son ya históricos: El Kapali o Gran Bazar quizá sea el más conocido, antiguo y grande del mundo, un descomunal conjunto de tiendas y establecimientos donde puedes perderte horas y más horas, que además se extienden afuera por las calles aledañas; o el Misir, el Mercado Egipcio de las especias, pegado a la Mezquita Nueva a orillas del Cuerno de Oro y también desbordado por galerías y puestos callejeros que se abren camino del muelle.
Hay que conocerlos, claro, pero roban mucho tiempo y energía. Sin embargo, dentro del conjunto de la Mezquita Azul, agazapado entre sus muros posteriores y la costa del Mármara, el Bazar Arasta es un mercado estable bastante desconocido, muy tranquilo, recoleto, limpio, y con una variada oferta de artesanía, textil, regalos, alimentación, ropa y lo que se tercie, donde puedes regatear sin prisas y disfrutar de la hospitalidad, la excelente preparación y el buen hacer de los tenderos locales.
Aun más: en las calles vecinas abundan las casas pintorescas y las galerías de arte y, pegado a él, se puede visitar el Museo del Mosaico, construido sobre las ruinas del desaparecido Palacio Imperial otomano, que alberga restos de impresionantes mosaicos bizantinos hallados en sus excavaciones, con diseños naturalistas y mitológicos realizados en teselas de vivos colores. Un pequeño oasis de encanto y tranquilidad en medio de la barahúnda ciudadana.
Dos hombres y un destino: Los Mausoleos de Mehmet y Mahmut (Fatih Camii / Divan Yolu Cad.)
Dos épocas muy distintas, dos vidas casi opuestas, dos visiones del poder, dos sultanes turcos. Mehmet II, el Conquistador, vivió en la segunda mitad del siglo XV; cuatrocientos años más tarde, le tocó el turno a Mahmut II. El primero triunfó como el gran vencedor de los cristianos, conquistando definitivamente Constantinopla para el Islam y sentando las bases del futuro esplendor otomano; el segundo tuvo que aceptar la crisis del imperio, ya en desmembración, y la independencia de importantes territorios como Grecia.
Aquel construyó la gran fortaleza de Rumeli para cerrar el Bósforo a la Bizancio asediada, islamizó Santa Sofía y mandó levantar la hermosa mezquita de Fatih (palabra que significa Conquistador, su apelativo para la Historia y que hoy ostenta el gran distrito central de Estambul); las obras de este se limitaron sobre todo al terreno modernizador en la milicia, la educación y el gobierno. Y si, en fin, el guerrero utilizó la violencia sin miramientos hasta contra su propia familia, matando hermanos, consejeros y allegados, el reformador decimonónico no dejó nunca de proteger a los suyos. Pero un mismo destino, por otra parte, acabaría uniéndolos: su relación con los jenízaros, la infantería de élite otomana que protegía el imperio y funcionaba, entre otras cosas, como guardia real.
En los tiempos de la conquista, en plena lucha contra los Cruzados, ese cuerpo especial del ejército se declaró en huelga por razones económicas y el laureado sultán no tuvo más remedio que subirles el sueldo, cuando los derechos laborales y la negociación colectiva no eran ni siquiera un sueño a varios siglos de distancia; de aquellos polvos, estos lodos, pues el otro sultán, cuatro siglos más tarde, ante el poder, la riqueza y la corrupción que aquellos profesionales de la guerra habían acumulado, tuvo que cortar por lo sano y eliminarlos de golpe y porrazo. ¡Quién se lo iba a decir a ambos! Que hoy descansan, vecinos pero no revueltos, en el centro de la ciudad.
El suntuoso Mausoleo de Mehmet II se ubica en un anexo de su propia mezquita (cercana al acueducto de Valente), dentro del enorme complejo religioso-cultural que fue escuela, albergue, hospital, mercado y balneario y que aún hoy, tras sucesivas reconstrucciones, es un concurrido centro de peregrinación. La Tumba de Mahmut II, magnífica pero más sobria, algo más abajo, en la calle Divan, a pocos pasos de la plaza de Sultanahmet y de las dos Grandes Mezquitas, está acompañada de numerosas lápidas de familiares y nobles enterrados en el cementerio anexo, un remanso de paz y sombra muy recomendable en medio de la vorágine urbana. Dos hombres poderosos, dos citas con el pasado, dos lugares donde permitirse un merecido alto en el camino.
El ojo de Estambul: el Museo del Fotógrafo Ara Güler (Silahsor Cad, Beyoglu)
El objetivo siempre a punto, el disparo certero, la magia del espacio y el tiempo detenidos. Retratista único del Estambul del siglo XX y uno de sus ciudadanos más conocidos y reconocidos, el fotoperiodista Ara Güler plasmó en negativos la historia más reciente de esta capital, de otros rincones y personajes de Turquía y hasta de medio mundo. De origen armenio, su familia sufrió las consecuencias del genocidio a manos del gobierno turco, nunca reconocido y aún tabú entre la población.
Fue miembro de la famosa Agencia Magnum, una cooperativa internacional de fotógrafos nacida tras el fin de la Segunda Gran Guerra. Las escenas captadas por la Leika de este premiado artista turco, sobre todo las primeras, en blanco y negro, se muestran en una escala de grises donde late con melancolía la actividad diaria de la población trabajadora, sobre un fondo de crítica social: niños desharrapados, mujeres de negro, parados y campesinos desubicados, obreros trabajando, curtidos pescadores, vendedores callejeros, fiestas populares, bulliciosos mercados y todo tipo de figuras, rostros y cataduras, velados por la niebla sempiterna y empequeñecidos en medio de grandiosos edificios y altos minaretes.
Es la “Estambul perdida” de su amigo y vecino el escritor Orhan Pamuk, que aboga por el sincretismo entre tradición y modernidad, la Estambul ajena a las guías turísticas. Hoy se ha levantado un modernísimo campus cultural conocido como Bomontiada, una ciudad de arte y servicios dentro de la ciudad, en el mismo céntrico barrio de Sisli donde transcurrió la vida del longevo y popular fotógrafo. Allí, se abre el Museo Ara Güler, un ambicioso y logrado proyecto que aúna la vieja piedra con el vidrio y el acero, en el que se expone al público una amplia selección de obras del autor. Ordenadas por secciones, conforman una excelente muestra global de su larga trayectoria y de la transformación de la ciudad y del mundo: Blanco y Negro; Estambul; Color; Personajes; Viajes; Turquía. Otra forma de conocer la Estambul menos conocida y, de paso, reconocernos a nosotros mismos.
Colores mágicos: Las Escaleras Arcoíris (Sali Pazari Çk, Beyoglu)
En el bullicioso distrito de Beyoglu, centro político y cultural de la ciudad moderna, a unos pasos del Canal, unas amplias y feas escaleras unían en cuesta dos barrios de inmigración, cosmopolitas y de probadas inclinaciones artísticas. Y los siguen uniendo. Pero desde hace unos pocos años ya no son las mismas, han sido remozadas y pintadas en vivos colores. Hubo que esperar a la jubilación de un vecino, ingeniero y amigo de la belleza por más señas, para contemplar el milagro. Este buen señor, cansado de la grisura y el abandono de la escalinata local que utilizaba arriba y abajo todos los días, y de la zona misma, gastó tiempo y dinero y movió amistades y voluntarios para dejarlas como nuevas y asombrar a propios y extraños.
Como suele ocurrir, sus vecinos aplaudieron esa inesperada actuación pictórica, que daba cierta personalidad a la barriada, iluminándola, reclamando la atención del vecindario y de los responsables políticos y, sobre todo, se convertía en una magnífica iniciativa para atraer visitantes e impulsar la actividad en la zona. Pero los descontentos de siempre, con premeditación y nocturnidad, atentaron contra ella repetidamente hasta que se impuso la voluntad ciudadana, las sufridas escaleras fueron repintadas de nuevo y solucionado el asunto.
El caso es que hoy las dichosas escaleras son un verdadero reclamo turístico y que pintadas similares se han propagado por diversos lugares de la ciudad y del país. Un renovado golpe de color en la ciudad de los colores. Todo un ejemplo. Recién casados, parejas de paso, grupos de turistas, atletas y deportistas, usuarios habituales o esporádicos, todos suben y bajan los pintorescos escalones con actitud alegre y una sonrisa en los labios. Porque las cosas suelen ser más sencillas de lo que parecen, pues esta y no otra ha sido la única y simple razón de la idea, en palabras del propio creador: “Solo lo hice para que la gente sonría”. Y sonríen, vaya si sonríen.
Modelismo urbano: Miniaturk, un país de cuento (Sütlüce, Beyoglu)
Si vais con niños o el viaje no da para mucho, una buena opción para ellos es visitar el inmenso parque temático de Miniaturk, en la orilla nororiental del Cuerno de Oro. La idea no es nueva y ha sido utilizada ya, desde la portuguesa Cidade dos Pequenitos de Coimbra hasta la Mini-Europe belga. Dirigidos a todas las edades, atraen en especial a los más pequeños, sin duda, pero son muy visitadas y aprovechadas también por los adultos, bien por lo que suponen de regreso a la infancia, bien por sus actividades lúdicas o bien, sin más, porque ofrecen esa visión condensada de conjunto.Se trata esta vez de una interesante exposición al aire libre de réplicas en miniatura de las manifestaciones más importantes de la arquitectura y la historia turcas, tanto de la ciudad y del país como de algunas zonas cercanas relacionadas con el antiguo imperio otomano. Palacios, mezquitas, casas populares, construcciones rurales y urbanas, torres, puentes, templos, monasterios y demás monumentos y construcciones, perfectamente reproducidos a escala y ordenados y explicados bajo una lograda idea de conjunto. Las más de un centenar de maquetas diferentes se distribuyen, además, a lo largo de un recorrido de calles peatonales, zonas verdes, cómodos aparcamientos y todo tipo de servicios, incluido un Parque Infantil donde los niños pueden jugar libremente y descargar todas las tensiones de un viaje tan intenso en un ambiente apropiado.
Por si eso fuera poco, en el Museo de Cristal, dentro del mismo espacio, se puede disfrutar de los monumentos más conocidos de la ciudad del Bósforo, esta vez en cristal y bajo una muy atrayente iluminación de moderna tecnología. Que también figuran, cómo no, entre los modelos al aire libre, junto a conjuntos de arquitectura tradicional y moderna y destacados ejemplos del patrimonio grecolatino, bizantino y otomano del país tales como el templo de Artemisa o el Mausoleo, al SO, el túmulo funerario de Nemrud, al SE, o las Chimeneas de las Hadas, ese milagro geológico de la Cappadocia central. Un paseo de unas pocas horas en el que se recorre algo más que un país. Un mundo de un plumazo. Y que sigue creciendo.
Foto de Ara Güler: Thomas Leutard y Wikipedia
*Si te interesa viajar a Turquía, no dejes de leer nuestros post sobre el país. Los recorridos por Estambul en 5 días, Capadocia, Pamukkale y Éfeso, pero también curiosidades sobre la ciudad o la parte más diferente de la urbe. Hay muchísimos enamorados de Estambul en el mundo y es sin duda por algo. Su historia, su arquitectura, su cultura y tradiciones, su carácter… os animo a visitarla.