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La fama le precede. El conocido pueblo de Cadaqués, en la Costa Brava, está marcado unos cuantos elementos que hacen de él un destino elegido por mucha gente para visitar o pasar unas vacaciones: por el mar, por las casas de fachada color blanco, por la figura de Salvador Dalí, por la unión de la costa y la montaña, por el encanto de las callejuelas que lo forman.

Cuando llegamos al lugar, lo hicimos por uno de los extremos: poco a poco nos fuimos dando cuenta de la belleza de la imagen.

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Las casas apiladas, de las que sobresale la gran iglesia; los barcos encallados en la orilla, la playa y los establecimientos de la parte baja de la ciudad. Al fondo, un escenario perfecto: la naturaleza del Parque Natural del Cap de Creus.

Además, galerías de arte y espontáneos dibujando exteriores nos daban cuenta de que en ella aún se apreciaba el arte. Hecho que fue influido en gran parte por la figura de Dalí, que no nació pero vivió muchos años en Cadaqués, concretamente en Portlligat, donde se sitúa la casa-museo del artista-. Este era el pueblo de residencia veraniega de sus padres. Pero Dalí no fue el único nombre conocido que se dejó caer por estos lares, también lo hicieron Eugenio D’Ors, Pablo Picasso, Rafael Durancamps, Joan Miró, Richard Hamilton o Albert Ràfols-Casamada.

Aunque Dalí ya no esté, en cierto modo está: está su recuerdo y hay una estatua en la parte central del paseo marítimo. Ahí está el artista posando como lo que fue: genio y figura.

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Después, nos aventuramos a subir por las calles empinadas que dan lugar al pueblo menos turístico, el más auténtico, donde los habitantes del pueblo salen a comprar el pan o tienden la colada. Es también un gusto (a excepción del esfuerzo) descubrir las casas, los recovecos y los detalles, muy cuidados. Me fijé especialmente en que la mayoría de las casas tienen escaleras para entrar en ellas, como se puede ver en la siguiente imagen:

calles-cadaquesBajamos al centro y paramos un rato para tomar aliento en la playa. Lo hacemos porque volveremos a subir, para contemplar el otro extremo del pueblo, donde está la iglesia de Santa María y donde obtenemos maravillosas vistas.

Por la tarde intentamos ir a la casa museo de Dalí, pero mala suerte, era lunes y cerraba. Aún así intentamos hacernos una idea de cómo era, algo difícil porque estaba muy cerrada y bastante escondida. Una pena. O una excusa para volver. Continuamos hasta el Cabo de Creus, el punto más oriental de la península ibérica y un lugar muy apreciable en cuanto a su naturaleza. Allí se rodó la película ‘La luz del fin del mundo’. Además, hay tres rutas de senderismo que poder hacer y de las que te dan información en el interior del faro.

Aunque darse una vuelta por la zona es ya todo un ejercicio de relajación.

Si te interesa visitar otros pueblos de la Costa Brava, te invitamos a recorrer Blanes, Tossa de Mar y Lloret o Begur, la que denominamos ‘La habana española’.

 

por Irene

Periodista desde 2008. Inquieta y curiosa de toda la vida. Abierta a todos los planes; ¡no hay destino que no merezca la pena!

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