Parodiando la vieja canción, correr es un placer genial, sensual. Y además es salud, pasatiempo, deporte, socialización, amistad, valores… ¡y viajes! Porque participar en una carrera fuera del lugar en el que vives se convierte siempre, en mayor o menor medida, en la mejor “disculpa” para un proyecto de viaje: inscripción, recorrido, fechas, precios, localizaciones, transporte, hotel, actividades, visitas… A veces breve y sencillo, de rápida ida y vuelta; a veces largo, interesante, exótico, inolvidable.
Si ya eres corredor habitual, sabrás de lo que hablo; si no, cálzate las zapatillas y conviértete en un forrestgump de esos que pueblan las carreras en todo el mundo y que hacen del correr un estilo de vida, un hábito que se lleva siempre en la maleta como algo imprescindible en forma de equipación atlética. Y aunque al principio pueda parecerte duro y difícil, pronto sentirás el bienestar que produce y te harás adicto y pedirás más y ya será un amor para toda la vida… hasta que las lesiones o el tiempo os separen. O sea, hasta siempre, porque aquellas no suelen ser tan determinantes y el running (como a este deporte se le conoce y vende en el mundo entero) sí es, al contrario que el de la película, un país para viejos. Además, el ser humano se ha entrenado duro persiguiendo su comida por las extensas sabanas de África y estamos geneticamente preparados para la resistencia aeróbica. Las contraindicaciones son, pues, escasas y los beneficios abundantes.
La oferta de carreras populares, además, es amplia y variada. Hoy nos limitaremos a los maratones urbanos más importantes del mundo, los que más juego dan. Suelen celebrarse todos en domingo, ofreciendo a los participantes un regalo inédito: el centro de una gran ciudad sin coches, para disfrutar, mientras corren por ella, de todo el esplendor de sus calles y plazas, con las aceras repletas de espectadores y animadores que los jalean sin cesar. Quién da más. ¡Con vosotros, los seis majors, los más grandes!
Maratón de Nueva York
Nueva York, el más popular y numeroso. Cruza cada primer domingo de noviembre los cinco distritos de la ciudad para desembocar en Central Park, el corazón de Manhattan, la capital del mundo, donde nos esperan los mejores museos, los más altos rascacielos, la zona Cero recuperada casi por completo, la Libertad hecha Estatua, los puentes de película del East y el Hudson, las tiendas de Chinatown, las avenidas sin fin, el enjambre multiétnico de las calles que pulula entre sirenas continuas y taxis amarillos, el lujo de la 5ª avenida, el ambiente teatral y colorista de Broadway y la opulencia de Wall Street. Para volver.
Si quieres saber más puedes leer nuestro artículo ‘Maratón de Nueva York, el mayor espectáculo del mundo‘ en dos partes.
Maratón de Boston
Boston, el más antiguo y elitista, que se celebra el tercer lunes de abril (fiesta local del Patriot’s Day) en esta pequeña ciudad burguesa, la Atenas americana que presume de MIT y Harvard, la cuna histórica de los Estados Unidos de América. Historia que puedes recordar a pie siguiendo los ladrillos rojos de la Freedom Trail, ruta que te llevará a los primeros colonos irlandeses y a la Guerra de Independencia. Complétala con un bonito paseo por los muelles, con vistas al downtown, a la bahía y al aeropuerto, para que luego el metro más antiguo del país te acerque al barrio de Back Day, verdadero museo arquitectónico al aire libre, donde alternan todos los estilos, o a la tranquilidad verde del Boston Commons. Despídete en barco desde el río Charles. Para enmarcar.
Maratón de Chicago
Chicago, el más occidental de los seis. No sé si Al Capone, Joe DiMaggio u Obama, ilustres residentes, lo habrán corrido, siempre a mediados de octubre. Juraría que no, pero sí habrán admirado la moderna arquitectura de la ciudad del viento, paseado por sus parques inmensos y llenos de gratas sorpresas, montado en su viejo Loop aéreo, pisado las múltiples tiendas y lujosos restaurantes de su Mag Mile comercial, navegado por el lago Michigan y disfrutado, en fin, de sus noches, su música y sus hamburguesas. Juraría que sí. Para deleitarse.
Más detalles: Corriendo por la ciudad del viento
Maratón de Londres
Londres, el que, por olímpica, caprichosa y ya centenaria decisión real, inició la actual distancia de las 26 millas, nos invita a finales de abril a circular por la izquierda, admirar el Parlamento y su Big Ben, tener una cita con Eros en Piccadilly Circus, perderse en la National Gallery con permiso de Nelson y las palomas de Trafalgar Square, asaltar las tiendas de Camdem, otear la ciudad desde lo alto del Big Eye o de su nuevo competidor, The Shard, tomarse un respiro sobre la hierba de Hyde Park, surcar el Támesis y descansar, al fin, en el ambiente más british de algún antiguo pub de campanilla y maderas nobles. Para saborear.
Maratón de Berlín
Berlín, el más rápido, el de las grandes marcas. A finales de setiembre, la capital del Muro caído nos abre su Puerta de Brandenburgo para que podamos citarnos en el ya histórico Checkpoint Charlie y viajar en su Museo a un pasado reciente de Guerra Fría. Y a la barbarie anterior en el céntrico Monumento al Holocausto o en el más alejado Campo de Concentración de Sachsenhausen. Obligado compensarlo con las joyas artísticas de los Museos de la Isla, el colorido de la Alexander Platz y de los barrios populares de bohemia, punk y cultura alternativa, y las vistas aéreas desde el fosteriano Domo del Parlamento o desde lo alto de la Catedral. Y no marcharse sin disfrutar de un paseo en barco por las aguas del Spree o a pie por sus orillas, de una buena cerveza alemana y de la última música de sus afamados pinchadiscos. Para volar.
Maratón de Tokio
Tokio, el más lejano y el único invernal (finales de febrero) de los seis. La capital nipona es un mundo inabarcable y policéntrico, hay que elegir y compaginar según las preferencias de cada cual. Ruido y multitudes en Shibuja, con sus estaciones, su mítico cruce y su fiel perro Hachiko. Arte, paz y aire puro en el Palacio Imperial, los templos de Sensoji o de Meiji y los parques-jardines de Yoyogi, Hama-Rikyu o Shinjuku Gyoen. Electrónica, manga y videojuegos en Akihabara. Mitomanía en la calle Takeshita-dori, la de las adolescentes lolitas y los inverosímiles cosplayers. Atracciones variadas en Odaiba, el moderno sur bahiano. Tiendas de lujo en Ginza o Roppongi. Ambiente local en la gigantesca lonja-mercado de Tsukiji, con el sushi más fresco, o en un combate de sumo en el estadio Kokugikan. Al final, derrotado pero contento, podrás contemplar todo el campo de batalla desde las alturas del Ayuntamiento, de la Torre de Tokio o del moderno Tokyo Skytree, tú mismo. Y, claro, si puedes y quieres aprovechar un viaje tan especial, no deberías dejar de lado el resto del país: Kioto, Nara, Hiroshima y demás escaparates de las islas donde nace el sol. Para soñar.
Así pues, participar en carreras resulta una oportunidad única y original de conocer ciudades, pueblos y lugares de los cinco continentes (de los seis, pues en la Antártida, por no ser menos, también se organiza un maratón anual, para congelación de participantes y pasmo de pingüinos, ¡hay que ver!), pateando sus rincones y disfrutando de sus atractivos, empapándose de su cultura y paisaje, metiéndose en su ambiente, acercándose a sus gentes, abriéndose a cosas nuevas, superando ignorancias y prejuicios y regresando luego a casa con una buena carga de emociones, experiencias y recuerdos inolvidables. Deporte y turismo en uno solo. Viajar para correr o correr para viajar. (Re) correr el mundo. ¡Preparados, listos, ya!
Imagen de Berlín: Pablo Olmo
Soy muy fan de la cultura y la comida japonesa, pero la verdad desconocía que tuviera una maratón de tanto calado internacional. Me da un poco de miedo la contaminación en el aire a la hora de correr (aunque quizá viviendo y entrenando en Madrid ya tendría que estar curado de espanto) pero por lo demás resulta una idea muy apetecible.
Eso siempre después de Boston (por Murakami) o Chicago, cualquiera de las dos me apetecería correrlas antes que Tokyo.
¡Manu!
La verdad es que no debe ser muy diferente a Madrid, no… por lo visto en China sí es terrible. Incluso me ha comentado mi padre que hubo atletas que en los Juegos Olímpicos se negaban a correr. El resto yo creo que es taaaan normal que te apetezcan… 😉
¡Besos!