Hace poco, en mi último viaje, disfruté de la compañía de una persona que digamos de alguna forma, no conocía mucho. El viaje fue planeado a última hora, mis conocidos más cercanos no podían por tiempo o dinero y a pesar de no hablar mucho, siempre me había llevado muy bien con ella y habíamos hablado de nuestra intención de turistear juntas.
Ya hemos hablado en este blog en otras ocasiones de que la relación con un compañero de viaje puede ser difícil. Pero, ¿por qué verlo como una posibilidad de que las cosas salgan mal? ¿Por qué no verlo como una oportunidad de conocer mejor a alguien, de abrirte a otras cosas, a otras opiniones…?
Pero, obviamente, había un filtro. Por decirlo claro, tampoco viajo con cualquiera. Conocía su manera de ser y sabía que era viajera, abierta, divertida pero a la vez seria y que estaba libre de cargas (esto supone que la disposición de viajar se multiplique por diez). A raíz de este viaje y un artículo que leí en el blog de eDreams sobre cómo debe ser un compañero de viaje, me animé a dar aquí mi opinión.
Y allá va:
- Viajero/a. Existen dos tipos de personas: a las que les gusta viajar y a las que no les gusta viajar. Sí, claro pensaréis que las primeras ganan por goleada, pero no estoy tan segura. Con viajar no me refiero ir a otra ciudad a comportarte igual que en la tuya, con viajar me refiero a que disfrutar pateando, empaparse de la ciudad, recorriéndola para conocer sus distintas zonas y disfrutándola como ciudad. Y para mí hay otra cosa que define al viajero: viajar como prioridad. No viajar por viajar, no. Elige el destino, desea conocerlo antes de pisarlo, sabe qué va a visitar.
- Abierto/a. Me gusta una frase que me dijo mi por entonces jefa cuando iba a visitar Perú y varias personas de mi entorno me echaban para atrás por la peligrosidad del destino. “Allí todo el mundo come, trabaja y va al cine, como aquí”. Por eso, creo que es importante ser abierto a conocer otros lugares; no quedarse en la realidad de uno mismo e ir más allá: querer saber cómo viven allí y aceptarlo, incluso querer vivir como ellos por unos días en ciertos aspectos; abrir la mente.
- Independiente. Parece una tontería pero hay mucha gente que por diversas circunstancias ni se plantea viajar. Novios, familias, hijos, trabajos o compromisos varios van lastrando su autonomía y las posibilidades de hacer lo que desean realmente.
- Respetuoso/a. Ya lo hemos dicho antes, un viaje no puede convertirse en una lucha de egos. Tenemos que ceder. Por eso, merecemos y debemos respeto al otro. Dar y recibir. Conseguir lo que queremos, pero también entrar en un museo cuando nunca lo hacemos o tomarnos una cerveza más cuando nos estamos durmiendo. Así es la vida y no hay nada más insoportable que una persona que queda a una hora y no llega, que tienes hambre y no se ofrece para hacer un stop o que pierdes algo y no te ayuda/comprende. Reglas básicas de convivencia. ¿Y qué es un viaje sino una convivencia permanente?
- Curioso/a. La curiosidad es a los viajes, como la comida al comer. Lo que nos impulsa a viajar a otros lugares es conocer mundo y vivir nuevas experiencias. Sentir emociones distintas, ver cosas diferentes. Lo ideal sería que el resultado fuera aprender, el conocimiento, por mínimo que fuera. Pero viajes a un solo destino y de poco tiempo no suelen dar para tanto. Suelen quedarse en un montón de fotos bonitas y paisajes que poco a poco se van borrando de nuestra memoria. Aún así merece la pena.
- Activo/a. Esta personalmente me parece la más importante. Si das el paso a viajar con alguien no es para hacer todo. No hay nada mejor que encontrar una compañía viajera con la misma motivación e ilusión que uno mismo. No se trata de nada especial, solo echarle ganas. Es cuestión de actitud. Y es que viajar se convierte en eso: una auténtica forma de vida.
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