Todo el mundo que viaja a Budapest vuelve con la sensación de que ha visto una ciudad preciosa, de cuento, de postal. Las vistas que se obtienen desde Buda, cualquier arista del paisaje en el que el Danubio sea el protagonista, sus puentes o sus monumentos lo confirman. Pero más allá de esa imagen bella y perfecta, está la ciudad que late, un poco alejada del centro y que es también súper interesante: animada, llena de vida, con rincones sorprendentes, un poco decadente pero con encanto y sobre todo, auténtica. Hoy hablaré de cómo descubrí parte de esta “otra Budapest”; dando consejos para viajar a Budapest como un local. O al menos, intentarlo 😉
Alojarte en un piso de Budapest
Por primera vez elegí quedarme en la casa de un lugareño en lugar de en un hotel u hostal. Dado que fui una semana e iba a trabajar allí, me pareció una opción adecuada y así, me permitiría pasar los días como si fuera una ciudadana más. De entre todos pisos de Budapest que ojeé en el portal Wimdu, elegí uno, como siempre, asequible, relativamente céntrico y con los servicios que necesitaba: cocina para ahorrar en gastos, Internet para trabajar y las cosas más básicas.
Situado en la Calle Thököly, cerca de la estación de tren de estación de tren Budapest-Keleti y de la parada de metro Keleti pályaudvar (ideal porque tiene dos líneas de metro, la 2 y la 4, roja y verde respectivamente), está algo alejada del centro, pero cuando se conoce la ciudad, se llega bien a todos los puntos clave andando, incluso. Pero bueno, ya que no era demasiado lejos, acabé por ver en mayor medida la parte buena: allí apenas había turistas y con la gente que me cruzaba cuando iba a comprar comida, a imprimir unos papeles o a cenar era de allí, por lo que pude disfrutar de la vida local.
La casa, que con el paso de los días fui sintiendo como mía, es el típico apartamento antiguo de techos altos y con mucho encanto. Además de los servicios básicos que había elegido, tenía una cama cómoda y un buen lugar para trabajar: un escritorio con un amplio ventanal delante y vistas a la calle, del que hice mi pequeño rincón y que disfruté mucho. En cuanto a la forma de llegar a la casa, todo se arregla vía chat con el propietario (la propia web pone a tu disposición este servicio con todas las garantías) y tras quedar a una hora, te reciben en la casa. A mí me recibió Margarit, la madre del propietario con el que hablé en todo momento, una mujer encantadora que te explica todo con mucho mimo y una amplia sonrisa en la cara. Para mí sorpresa, las llaves para abril el portal son una especie de círculo que pasas por el panel y abre la puerta y también me dejaron sobre el escritorio una Lonely Planet de la ciudad en inglés. ¡Pequeños gestos que me ganaron!
Además, si echas de menos la recepción de un hotel para que te ayuden a pedir un taxi o pedir cualquier cosa que necesites, puedes escribir de nuevo al propietario para que te ayude. Yo lo hice porque me iba en la madrugada y todo salió a la perfección.
Ir con tiempo para disfrutar la ciudad
Creo que Budapest podría visitarse perfectamente en cinco días. Pero si quieres vivir como un local, te recomendaría que fueras al menos siete, como fui yo. Cuando ya has hecho las visitas más turísticas y te has perdido por algunas de sus calles, te queda tiempo para empezar a tomártelo de otra forma: conociendo ya los puntos clave, volviendo a lugares especiales, identificando lugares imprescindibles.
Intenta –esto no va a ser fácil- hablar con la gente local
Quedaría muy bonito que dijera que hablé con gente local y descubrí la esencia de la ciudad y sus habitantes, pero no lo hice. Soy una persona bastante extrovertida y viajaba sola, pero no fue fácil entablar conversaciones allí. Los húngaros me resultaron algo fríos –en su trato conmigo, solo, ya que luego se les veía muy animados entre ellos- e incluso en el servicio de algún bar, eché de menos un trato algo más complaciente. A ello se suma que muchos no hablan inglés, ya que hubo en lugares donde sí encontré intención de ayudarme, pero la carencia de un idioma común en el que entendernos. Supongo que es normal.
Otras opción es que intentes entablar relación con un local desde España. Yo lo intenté mediante CouchSurfing, donde además de alojar a gente tienes la opción de conocer gente, pero la única chica que me respondió lo hizo en el último día que estuve allí y ya era algo tarde.
Echa un rato en un bar
A la gente le sorprende que una persona que viaja sola se acerque a un bar a tomar algo. Pero yo, que fui a Budapest en solitario, creo que es una de las mejores maneras de ver cómo vive su gente. No habrá en los museos, iglesias, monumento u otras visitas turísticas tanta gente de la ciudad como en sus establecimientos de ocio. Además, en Budapest, el viajero cuenta con un montón de bares súper interesantes; los conocidos como «bares en ruinas», donde además de ver un rincón viajero conocido mundialmente, se podrá disfrutar de una cerveza en compañía de gente de la ciudad. A ellos, entre los que se encuentran el Szimpla Kert, Kupplung o el Instant, les dedicaré un post en mayor profundidad más adelante.
Me gustó ver como en diferentes bares y cafeterías de la ciudad, había muchas chicas solas que iban con sus portátiles para escribir o quién sabe hacer que cosa. Me gustó porque disfruto mucho de ese estilo de vida y en ocasiones echo en falta más chicas que lo hagan. La igualdad empieza en los bares, digo a veces un poco en tono de broma. Otra razón por la que me gustó un poco más Budapest.
Patea la ciudad como si no hubiera mañana
Aunque viajando en metro te puedes hacer una idea de cómo es la ciudad, no hay nada como patearla sin parar para conocerla mejor. Pasearla de norte a sur, de este a oeste y cambiar la ruta para quedarte con los diferentes lugares que vas recorriendo es la mejor manera de disfrutar de una ciudad como un auténtico local. Así, irás conociendo lugares que quizás no salen en las guías –estas se suelen ocupar más de mostrarnos los lugares señalados históricamente en la urbe, pero no el lugar de moda o las plazas más animadas- y decidiendo espontáneamente qué quieres hacer en el momento o incluso, al día siguiente.
Un ejemplo fue para mí descubrir Gozsdu Udvar, un pequeño boulevard de bares lleno de colorido, entre las calles Király y Dob Ucta, que los domingos (y algún sábado), acoge el típico mercadillo de artesanía y cosas varias que me encantó. Y al que incluso volví para disfrutar nuevamente de él.
Sal de las rutas establecidas
En un poco la misma línea que el punto anterior, está por supuesto que no hagas los típicos recorridos que haría todo turista. Coge la calle que no es la principal, callejea, descubre y déjate llevar por la intuición para conocer los lugares de la ciudad. En Budapest, hay un montón de callejuelas del barrio judío súper animadas y con un montón de ambiente. Mi favorita: Király, donde además de situarse el pasadizo de bares que comenté en el apartado anterior, está también uno de los bares en ruinas que salpican la ciudad: Kupplung, ideal para tomarse un café o una cerveza rodeada de expresiones artísticas y colorido.
Vuelve a los lugares que te enamoraron
Muchas veces, nos enamoramos de las ciudades, pero lo peor es tener tan solo imágenes, instantes y momentos únicos de todos esos lugares que nos encandilaron. Por eso, lo más propio de un local es volver sobre esos lugares que tanto nos gustaron. Para algunos, eso puede ser perder el tiempo, pero lejos de ello, yo creo que es tan solo la forma en la que un lugareño disfruta de sus lugares más emblemáticos: revisionándolos; disfrutándolos de nuevo; fijándose en sus detalles; sintiendo la placentera sensación de que ya no media lo nuevo, sino el compromiso con lo conocido.
En Budapest, tuve tiempo de poder volver una y otra vez a sus diferentes puentes; a diferentes horas; ver la ciudad sobre el Danubio con toda su belleza en varias ocasiones. También volví a cenar a la calle Raday, una sorpresa cuando la vi por primera vez, tan viva, intensa y llena de color. Y a Liszt Ferenc Square, una pequeña plaza con una zona de descanso y bares de todo tipo y color en homenaje a este compositor húngaro, que luce también en su propia escultura.
*Nota: Este post se realizó gracias en parte a la invitación de Wimdu a probar uno de sus apartamentos. No obstante, la elección y opiniones son 100% propias. Agradezco desde estas líneas la agradable estancia que tuve en Budapest.
* Si te interesa saber más sobre Budapest, te animo a conocer mis razones por las que la ciudad es diferente.
¡Qué pisazo! Así desde luego se siente uno casi como en casa, los hoteles siempre son más impersonales (aunque, por otra parte, en los hostels siempre se conoce gente viajera mochilera como tú…) supongo que todo tiene sus pros y contras. Me alegra ver y leer cómo disfrutaste de Budapest, sin duda una ciudad especial y a la que siempre gusta volver y redescubrir. Lo de los bares a mí también me pasa, si estoy sola en algún sitio no tengo problema en ir a un bar y tomar un café, té o lo que sea y observar, ¡se aprende mucho!
Un abrazote de la cosmopolilla
jeje, el piso molaba un montón, aunque no fuera de diseño o moderno. Era como si fuera Madrid en eso, típico piso de alquiler 🙂
Yo la verdad es que los hostels en muchas ocasiones siguen sin convencerme. Claro que los hay de todas las formas y colores, pero o tienen algún defecto como baño pequeño o cutre, o no los encuentro bien situados… de hecho en Budapest el primer día me alojé en uno del que no tengo ni fotos de la experiencia tan rara que pasé jeje.
Me alegro de que tú también practiques eso del bar sola. Igual algún día nos encontramos 🙂
Un abrazo!
Ire
Genial esta manera de recorrer una ciudad. Yo a pesar de ser mayorcita solo he tenido la ocasión de recorrer una ciudad sola (de turismo, claro está) y he de reconocer que la ves mucho más a fondo y de otra manera más intensa. Me ha gustado leerte.
Unsaludo
Gracias Carmen!!!
sí, la verdad es que viajar sola aporta cosas muy diferentes e intenso es, desde luego. Son viajes que te dejan mucho más poso, casi siempre.
Un saludo y un placer tenerte por aquí.
Irene
Totalmente de acuerdo con cada uno de los puntos!
Nos fuimos con la misma sensación de los húngaros, las personas que nos atendieron de las casas donde estuvimos fueron encantadoras, pero el resto… varias malas contestaciones y malas caras, aun así para nosotros ha sido una ciudad a la que volveríamos una y otra vez y que nos quedamos con ganas de mucho mas.
Creo que 4 días mínimo seria lo ideal para recorrer la ciudad pero si es mas mucho mejor!!! es una ciudad que ofrece muchísimo, y ese aire decadente en muchas de sus calles a mi me atrapó por completo 😉
PD: Me alegro que te gustara tanto como a nosotros!
¡Un abrazote!
¡Gracias Silvia!!
pues sí, la verdad es que lo más abierto y majo del mundo no son, pero luego hasta eso tienen su gracia. Sí, tienes razón, aunque con 4 días bien empleados baste, deja ganas de vivir allí un tiempo 😉
Un abrazo,
Ire