Los viajes, como la vida, se componen de momentos. Son muchas situaciones emocionantes, son nervios, excitación y sentimientos encontrados. Un torbellino. Vuelcos al corazón… y bajones. Y aún así merecen la pena. Son una puerta a la aventura y un billete de vuelta a la rutina (para muchos, no para todos; claro está). Hoy repasaré diez momentos que no suelen faltar en los viajes; momentos excepcionales, todos y cada uno de ellos. Momentos que repetiría una y mil veces y que, buenos o malos, son parte del viaje. Tan necesarios como respirar.
El momento «deseo, deseo, deseo…»
Supongo que es como para un adicto a la ropa, disponer de la última prenda del mercado. Es el momento de elegir donde viajas y aunque haya múltiples y diversos motivos, un momento que nos toca a todos. Es el momento de pensar en los días que tienes y cuadrar un destino, de planteárselo a la persona a «la que tienes que engañar» y de por encima de todo, crear expectativas en tu mente. Desde ese día hasta en el que toque viajar no dejarás de pensar en él. Te tocará planificar, buscar información, ver fotos o reservar. Te tocará desearlo y te salvará: Ya tienes una razón para emocionarte un poquito.
El momento de llegar
Uno de los momentos que más recuerdas en un viaje es en el que llegas al lugar de destino. Puedes enamorarte a primera vista, guardar cautela o directamente, tener vibraciones negativas. Nunca se me olvidará mi llegada a Cuzco, hace ya muchos años, pues cogí un avión directamente desde Lima; el calor que hacía y el miedo que llevaba en la mochila, ya que viajaba sola. A pesar de que ese primer momento fue agridulce, no tuvo nada que ver con el resto del tiempo que allí estuve, donde llegué a sentirme casi parte del lugar. Dicen que los comienzos son difíciles. No obstante, para los que somos nerviosos, llegar también es paz. Es el viaje; es comenzar a disfrutar. Así que es un buen momento. Es el momento «por fin».
Momento mímesis
Como imaginaréis, este es el momento en que visitas un país y te crees que formas parte de él, así que empiezas a adquirir hábitos y costumbres del lugar como si allí vivieras, más allá de llamar al hotel «casa», como si fuera tu propiedad. Con esto me refiero a cuando vas con la bicicleta como un loco por Ámsterdam aún a riesgo de un accidente; cuando comes comida asiática como si la Dieta Mediterránea nunca hubiera existido; o cuando admiras los rascacielos y quieres vivir en una megaciudad cuando vas a Nueva York, por no decir que acabas comprando en la Gran Manzana aunque hayas pronunciado millones de veces eso de «yo no soy consumista».
El momento «no me da tiempo a todo»
Una vez en el destino, también nos damos cuenta de que el viaje es un poco diferente a como lo imaginamos. Y aunque ahí está parte de la magia, también puede llegar a agobiarnos. Puede ser que allí nos enteremos de más cosas, que el tiempo parece que vuele o que hayamos conocido a gente que ha sumado cosas que tenemos que visitar; cosas populares, además, de esas imprescindibles. Entonces, si nos dejamos superar, seguramente llegue ese momento que he definido como el momento «no me da tiempo a todo». Que nos frustremos porque por mucho que queramos alargar siempre el tiempo para viajar; no tenemos suficiente. Asumámoslo. Seguramente pasará y decidamos, incluso, hacer menos cosas todavía y pararnos un poco más a disfrutar del momento, pues como hemos dicho, los viajes son momentos. El placer son momentos. No se trata de rendirse. Entonces es cuando llega el «momento cerveza«.
El momento cerveza
Este momento llega cuando estás realmente disfrutando del viaje… o necesitas empezar a hacerlo. Es el stop, el break, el kit-kat. Aunque yo lo celebre con cerveza, vosotros podéis hacerlo con coca cola, batidos de chocolate o bebidas isotónicas; que no se trata de ser separatista. De lo que se trata es de parar un momento, disfrutar del instante y ser conscientes de todo lo que estamos viviendo. Y cómo lo estamos viviendo. Momento de brindar y comentar la jugada con los amigos. Momento de celebrar.
«El momento»
«El momento» no es una tipología específica, sino que depende de la persona y el lugar; de las circunstancias; de los deseos. Veámoslo con un ejemplo: «el momento» es ver las vistas de Lisboa desde el Barrio Alto; el momento es un atardecer en Oia, Santorini; el momento es un paseo en barco por el Río Neva en San Petersburgo; buscar muestras de arte callejero en Nueva York; el momento es disfrutar de la brisa marina en la playa de Nogales, en la Palma; el momento es darte un masaje en Tailandia… el momento es disfrutar de aquella actividad placentera que elijas en el momento que elijas. Forma parte del viaje en sí (no confundir del punto anterior que es un intento por aislarte del viaje en sí), pero hace que por nuestros gustos específicos, sea especial. Date mimos, déjate llevar, haz lo que te gusta. Disfruta de tu momento.
Momento atardecer
El momento atardecer es «el momento» de mucha gente. Y merece tanto la pena, en muchísimos lugares es tan mágico, quedan tan bien las fotos, que merece una categoría a parte. Tiene entidad propia. Muchos viajeros tienen un reloj natural que les dice a qué hora atardece y piensan siempre una buena localización para ver el lugar desde este prisma. Es, por otro lado, imprescindible si estás en un destino de playa; o más concretamente en una isla, donde siempre habrá un arenal donde se pueda disfrutar de este espectáculo de la naturaleza.
El más recomendable de todos los que yo he vivido, sin duda, en las Islas Gili. Todo un ritual que te lleva al lado oeste de la isla en bici; te planta en un columpio de madera con un refresco; y te hace disfrutar muy mucho del momento.
El momento puñetero
Ya lo he dicho otras veces: no todo en los viajes es bonito. Y no me refiero solo a que no siempre te apetece hacer ocho horas de bus ida y otras tantas de vuelta para visitar un volcán o levantarte a las cuatro de la mañana cuando algo te interesa. Me refiero a ciudades que esperábamos más bonitas, a costumbres en el país que nos cuesta encajar o situaciones desagradables con los lugareños. De ahí que haya escrito post como ‘Marrakech para principiantes‘ o ‘Yogyakarta o el valor de las segundas oportunidades‘. Estos son los momentos puñeteros y como en la vida, forman parte del viaje tanto o más que la parte bonita. De todo se aprende.
El momento «quiero vivir aquí»
Hay pocos destinos que no hayamos elegido por una razón concreta. Nos gustan sus playas, sabemos que tienen gente amable que nos harán sentir a gusto, nos enamora su arquitectura o su belleza indefinida o nos parece un lugar interesante por su Historia. Todas esas cosas al principio las tomamos con distancia, pero poco a poco las vamos haciendo un poco nuestras. Comenzamos a hacernos con la ciudad, a memorizar calles, a hacernos con el ritmo de sus ciudadanos, a adquirir costumbres… y cuando nos queremos dar cuenta: decidimos que nos queremos quedar a vivir. O en su defecto: imaginamos silenciosamente cómo sería. La mayor parte de las veces lo desechamos al volver… pero puede que si te da fuerte, acabes en el destino que tanto te gustó. ¡O que siempre te quedes con el sentimiento de «por qué no lo intenté»!
El momento «fue bonito mientras duró»
Intentamos alargarlo, pero llega. Llega el momento de abandonar; de volver; de añorar. Las fotos y las anécdotas que nos recuerdan los momentos pasados son el único consuelo. No queda otra: «Fue bonito mientras duró».
Irene, qué buenos momentos sobre todo el de cerveza jajajjajajaja
Me gusta la descripción de cada momento! y hay momentos qué cuando estoy en un lugar, digo quiero vivir aquí y después recuerdo que vivo en Málaga y se me pasa jajajajja
Un abrazote!
Me alegro que te guste Bo 🙂
El momento cerve es bueno para parar, reflexionar y sobre todo, disfrutar.
Y el tema de pensar en vivir allí… supongo que es normal. Aunque si volvemos, también es por algo.
¡Un abrazo!
Ire
Ja ja ¡grandes momentos! Claro que yo he pasado también por tooodos. Me veo muy identificada, incluso mismas situaciones, mismos lugares: atardecer en las Gili (inolvidable), cerveza Bintang, momento quiero vivir aquí… (ese siempre) Lo de «fue bonito mientras duró» te lo cambio por un «NO QUIERO VOLVER» je je je un abrazote cosmopolillo
jajajajaja
Me ha encantado el cambio por el momento: ¡No quiero volver! Yo es que soy bastante pesimista en mi visión de las cosas y siempre lo miro todo desde el lado: te fastidias, maja, ya disfrutaste de ello 😉
Me alegro no verme sola en todos esos momentos, también porque me hacen imaginar lo muchísimo que tú también disfrutas de ellos.
¡Un abrazo!
Irene