Cuando comencé a viajar a menudo, haciendo de esta una de mis grandes aficiones, lo hacía una vez al año. Como la mayoría de la gente, en verano, en las vacaciones estivales. Pero cuando tiempo después, comencé a necesitar viajar, casi como un religión, amplíe estas salidas a cada trimestre. Hoy en día, esto se me queda corto y estoy empezando a plantearme un viaje al mes.
Soy muy planificadora, no tengo coche y por lo tanto es difícil que en mitad de semana pueda idear una huida, por lo que tengo que tomar una decisión. Es cuestión vital. Con el año nuevo, mi #propositoviajero para 2013 será viajar una vez al mes. Que en todos los meses haya un viaje en el calendario. O al menos uno cada dos meses.
Llegados a este punto me planteo si es posible que exista una adicción a los viajes. Lo primero que hago es buscar en la RAE y encuentro dos acepciones:
1. Hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna o algunas drogas tóxicas, o por la afición desmedida a ciertos juegos.
2 Asignación, entrega, adhesión.
La primera noción es negativa y con el ánimo de explorar un poco más en ella, pregunto a una amiga psicóloga, Carmen Ballesteros, si existe la conducta adictiva de viajar. Me aclara que la adicción no es un término psiquiátrico, no al menos del DSM-IV o CIE-10, porque estos hablan de “dependencia”, “abuso”, “intoxicación”, “abstinencia” y siempre referidos al consumo de sustancias químicas.
Luego añade que como mucho la adicción a viajar se puede encuadrar en «otros trastornos de los hábitos y del control de los impulsos” que implican que la conducta de viajar tendría que ser desadaptativa y muy frecuente, y además la persona no podría resistirse a realizarlo. En palabras llanas, el viajero tendría que hacerlo compulsivamente, comprando el billete a cualquier destino y sin preparar dinero o maleta.
Como podemos descartar este tipo de conductas como lo que coloquialmente llamaríamos adicción a los viajes, he buscado un poco más sobre la segunda acepción del término, que define este deseo como «entrega, adhesión».
Y encuentro un texto de la revista The Ecologist que puede ir por ahí:
“La capacidad de hacerse adicto no es mala en sí misma. Uno puede ser adicto al amor del bueno, a la belleza, al placer de vivir. Nuestro cerebro es el primer y más inmediato productor de sustancias “dopantes”, las endorfinas, por ejemplo. (…) Estos opiáceos constituyen el sistema de recompensa que premia con placer todo lo que es bueno para la salud y la felicidad: el sexo, la lactancia materna, el parto, pero también el ejercicio físico, las demostraciones de afecto en cualquiera de sus formas”.
Así que ya lo tengo, la emoción de viajar puede constituir una adicción, una buena adicción, una alegría que segrega endorfinas y es parecida a la ilusión por el sexo o el deporte. Me convence. Me parece una buena respuesta para el ansia que muchos tenemos de salir de nuestro país, poner tierra de por medio y lanzarnos a la aventura de conocer otros lugares. Además, no hay que preocuparse: es una adicción buena, agradable, satisfactoria. Pocas sensaciones hay parecidas en esta vida.
Así que: ¡A viajar se ha dicho!
Y a ti, ¿te ha convencido?
Imagen: Flickr
Hola, viajera. Saludos desde Saltillo, México. Me encanta viajar. Conozco muchos destinos en México y algunos de USA. Me gustaría conocer el mundo entero. Fantaseo mucho cuando leo sobre destinos que me atraen: Portugal, Austria, Tailandia, Perú, etc. Desespero por no ver llegar el día de viajar a esos lugares. Quisiera estar viajando siempre. Sólo me falta el dinero para hacerlo. Hasta pronto.
A tus pies,
Martín
Hola Martín!!
muchas gracias por compartir ese sentimiento aquí! Muchos viajeros pensamos lo mismo y yo también es difícil para mí tener que fantasear con ellos en lugar de visitarlos. Pero bueno, quizás algún día, podamos hacerlo, aún nos queda mucho tiempo.
¡Saludos!