Te haces mayor y comienzas a hacer viajes con tus amigos. Poco a poco te das cuenta de que quieres viajar más; encontrarte cada vez en una ciudad distinta, con el único objetivo de conocer, descubrir y disfrutar. Con el primer viaje grande, ya no hay marcha atrás. Estás convirtiendo esa forma de pasar el tiempo en una forma de vida. Y empiezas a pensar sobre ello. Poco a poco te das cuenta que con el paso del tiempo has ido perfeccionando tus recorridos. Te has convertido en algo parecido al turista perfecto.
Pero, ¿qué se necesita para serlo? Aproximémonos.
Tener dinero para viajar (o gastar todo tu dinero en viajes)
Vamos a comenzar por la parte difícil –de las renuncias que supone elegir-, que de lo bueno hay para aburrir. Viajar es algo caro, aunque el grado depende mucho de cómo enfoquemos el viaje, pero para un mileurista (que es lo normal ahora mismo en España) no es barato marcarse cuatro viajes al año (o más) si es lo que le pide el cuerpo. Aunque viajar siempre es cuestión de prioridades (si queremos hacerlo encontraremos la forma de ahorrar en nuestro día a día y conseguirlo), hay que saber que supone también un esfuerzo.
Podría parecer que el perfecto turística es el que tiene dinero. Pero no es así: es el que tiene dinero para viajar, el que se lo quiere gastar en viajes. El que lo gasta primordialmente en viajar, aunque le suponga una gran esfuerzo.
Tener una buena cámara de fotos
Últimamente, parece que uno no viaja sino muestra donde ha estado. Si no enseña muchas fotos. Y dado que cuánto mejor sean las fotos, mejor parece el viaje, esto conlleva también a que muchos turistas son reconocidos por llevar encima la última Canon del mercado. ¿Excesivo? ¿Exhibicionismo? ¿Postureo? ¿Tan solo una forma de captar recuerdos?
“Creen que sus fotografías crean memorias cuando en realidad las están saboteando”, planteaba un periodista en un artículo de CNN.
Ser aventurero
Viajar es una forma de dar rienda suelta al espíritu aventurero. Muchos viajeros hacen un curso de submarinismo para bucear en cada nuevo destino que tenga grandes fondos marinos, otros comen platos de comida que ni siquiera saben bien de qué están compuestos, otros se tiran en paracaídas para ver desde lo alto una ciudad y otros nadan con delfines en el ancho mar. Planes hay para todos los gustos.
Yo les soy sincera, no soy muy de aventuras extremas, pero este espíritu también te lleva a perderte por una ciudad, visitar sitios inesperados o conversar con algún local que acaba descubriéndote algo nuevo. Sobre todo, se trata de ser abierto y estar dispuesto a pasártelo bien.
Que te guste patear
Puedes subirte a un autobús turístico y conocer así una ciudad, pero será como ir al cine. Lo ideal para explorar en condiciones una ciudad es andar, callejear, perderte, encontrarte, descansar, retomar el vuelo, extasiarte y volver a empezar.
A algunos puede darles pereza, pero al viajero más auténtico le disparará la serotonina.
Apreciar el buen arte
El arte es casi el mayor punto de unión entre distintas partes del mundo, una forma de hacernos ver que somos todos iguales. Aunque también, a consecuencia de los vaivenes de la Historia, es fácil comprobar cómo algunos museos de ciudades son verdaderos expolios. Por eso, también, las más fuertes ganan esta lucha.
No obstante, el arte sigue siendo arte y siempre pica nuestra curiosidad.
Disfrutar de los pequeños momentos
Recuerdo tomar un helado en una terraza en Berlín y quedarme con este momento como uno de los mejores del viaje. Porque viajar, para un buen amante de los viajes, es sobre todo, disfrutar del propio hecho de viajar. Incluso si estás en una ciudad fea, seguramente esta tenga algo que aprovechar. Incluso estando en una ciudad bonita, más allá de ver un gran monumento o patear, uno disfruta tomando algo y siendo consciente de que está allí. De que por fin descubrió esa ciudad. De la sensación de estar lejos de casa y de libertad.
Sonreir
No me imagino a un buen turista, de esos que disfrutan realmente con los viajes, con cara de mala uva. Para conocer los mejores sitios, llegar más fácilmente al destino y descubrir la esencia local, nada mejor que sonreir y curiosear con los locales.
Además, siempre quedará uno mejor en las fotos 🙂
Probar la comida local
Habla una persona poco interesada por la gastronomía y que aún así se rinde ante la importancia de un sabor genuino, de un plato local. Me niego a creer que un viajero en condiciones sea de los que busca un McDonals en cada lugar que visita, a excepción de estar en el aeropuerto, buscar el ahorro máximo, un capricho o de una persona máximamente especial para la comida.
Hace poco estuve en el Lago de Sanabria y comí la trucha de la zona. No fue la mejor trucha que probé en mi vida, pero quizás sí una de las pocas que no olvidaré. Gracias a que la asocio con una de las actividades más divertidas que conozco: viajar.