Londres es una ciudad cosmopolita, con Historia y llena de ambiente e imaginación, pues parece que en ella todo tiene lugar. Aunque es inmensa, es pateable. Y aún siendo bonita y elegante, tiene un toque gamberro y callejero. Hoy resumiré que hice en la capital inglesa durante 3 días y medio, en los que visitamos fundamentalmente monumentos, mercadillos, algún museo, su principal parque y bares, donde como siempre pude disfrutar de momentos de esparcimiento para acercarme un poco más a la vida del lugar.
La verdad es que durante los días que estuvimos en la ciudad todo salió a pedir de boca. Sobre todo, lo mejor fue que nos acompañó el sol, alegrando cada paso que dimos. Nos permitió sobre todo disfrutar de lugares con vistas que hacen que un lugar se lleve grabado a fuego al aunar paisaje y experiencias.
Día 1: Visita a lo más típico del turismo londinense
El primer día lo reservamos para visitar lo más típico de un viaje a Londres. Así, tomamos desde Victoria, donde nos alojábamos, la calle homónima hasta encontrarnos la Abadía de Westminster. Además de una preciosa iglesia de estilo gótico, es también muy emblemática y simbólica porque es el lugar de coronación de todos los reyes de Inglaterra. Súmale también que allí descansan los cuerpos de hombres ilustres como Isaac Newton o David Livingstone y sentirás el peso de su importancia.
Aunque esta visita es algo cara (20 libras), merece mucho la pena, ya que no solo es imponente arquitectónicamente, sino que se relaciona con muchos episodios de la Historia de la ciudad. Con la entrada, te dan una audioguía que explica el origen de la ornamentación que decora la abadía o te explica las ideas políticas y entresijos de los reyes y reinas que descansan en algunas de las capillas situadas en el centro religioso. El más imponente de todos ellos en mi opinión es el camarín de Enrique VII, con un precioso techo, colores e iluminado naturalmente de un modo especial. En la abadía no se pueden hacer fotos, pero pude hacerlo sin llamar la atención en una de las capillas de una de las reinas inglesas. Tras el paseo, pudimos disfrutar de sus jardines y su vista exterior, tan espectacular como la visita. En mi opinión, no debes dejar de entrar.
En dirección al Támesis el siguiente turno fue para el conocido Big Ben y el edificio del Parlamento de Reino Unido, precioso. La estampa con el río y aún mejor al otro lado del mismo (visita que haríamos el último día) da cuenta de una inmensa belleza y una de las imágenes más populares de la ciudad.
Después nos acercamos al Palacio de Buckingham, residencia oficial de la reina de Londres. Llegamos justo en el momento en que estaba sucediendo el popular Cambio de Guardia, objetivo de muchísimos viajeros que ya estaban allí abarrotando la plaza. Así, intenté colarme entre todas las personas que estaban para poder ver o captar algo en ese momento. Apenas observé nada pero gracias a que me había comprado un palo selfie (sí, habéis oído bien; me parece un gran invento para hacer vídeo y quería ponerme a ello) pude grabarlo y disfrutarlo después.
Dado que Londres no es una ciudad con un trazado urbano sencillo, nos perdemos alguna vez antes de recorrer todos sus lugares de interés. No obstante, poco a poco vamos haciéndonos con la ciudad y desgastando el mapa. Así alcanzamos Piccadilly Circus, una de las plazas más emblemáticas de la ciudad, con sus grandes paneles publicitarios y ambiente. A un paso, está la otra plaza imprescindible de la zona: Trafalgar, en conmemoración a la batalla que enfrentó a las tropas británicas con las franco-españolas. De amplias dimensiones, este lugar es uno de los más agradables de la urbe, albergando además un montón de representaciones artísticas y callejeras. También podemos visitar en ella la National Gallery, contemplar la altísima columna de Nelson o sentir paz con las fuentes que luce.
Para la tarde dejamos la visita a la Torre de Londres, donde llegamos cruzando la ciudad y pudiendo así empaparnos de la vida de la city. No tardamos tanto como parecía, incluso después de perdernos alguna otra vez. Renunciamos a entrar al monumento, pues es algo caro y la visita, larga, por lo que quizás tendríamos que haberla dejado para otro día. Este monumento, reconocido como Patrimonio de la Humanidad, sirvió en el pasado como palacio real, prisión o casa de joyas, siendo un buen ejemplo del paso del tiempo en la ciudad. Uno de sus más preciados secretos es una sala donde se pueden ver las “joyas de la Corona”, compuestas por casi 24.000 gemas.
Aún sin entrar merece la pena acercarse, pues además de poder ver la apariencia de esta fortificación de aspecto medieval, la zona exterior está llena de terrazas y bastante ambiente y se obtienen preciosas vistas al lado del río del Tower Bridge, sin duda otra de las estampas más conocidas de la capital londinense.
Tras esta visita, nos acercamos a la catedral de Saint Paul con el objetivo de tomar algo en una terraza que nos habían recomendado: Madison, situada en el centro comercial One New Change. Pero para nuestra sorpresa, estaba cerrado. Comenzamos así una odisea para llegar a una terraza con vistas –o sin ellas-, ya que el día acompañaba y llegaríamos con un poco de suerte para el atardecer. Tras intentarlo en el Radio RoofTop Bar, donde nos rechazaron por no tener reserva, cogimos un taxi hasta alcanzar un lugar que sí nos ofreció la oportunidad: Aqua Spirit (5th Floor, 240 Regent St), situada en pleno Soho. Allí despedimos el día entre gente chic y vistas bastante mediocres, pero un ambiente veraniego que nos llenaba de emoción. Aunque el atardecer no se veía con claridad, estábamos felices de poder despedir el sol en el lugar que habíamos deseado.
Día 2: Del East-End al Soho
La segunda jornada la decidamos a conocer diferentes barrios de la capital inglesa. Comenzamos por el East-End (parada de metro Liverpool Street), un barrio que está actualmente muy de moda. Uno de tantos ejemplos de un barrio humilde donde todo comienza a cambiar y su constante aire de renovación casa perfectamente con un ambiente más alternativo que llena el lugar de graffiti y lugares con estética hípster.
Aunque su día grande es el domingo y nosotras nos perdimos un mercado callejero que tiene allí lugar, pudimos disfrutar de algunas de sus referencias. Para comenzar, el mercado de Spitafields, donde desde primera hora de la mañana los puestos de ropa, relojes o música comienzan a mezclarse con el olor a comida de los puestos callejeros. La gran cantidad de puestos da cuenta de la efervescencia de la zona.
Cerca, se encuentra otro lugar que seguro que si no fueran las 10.00 de la mañana, tendría mucho más ambiente. Se trata de la Truman Brewery, una antigua fábrica de cerveza reconvertida en zona de bares y restaurantes, con bancos y mesas para sentarte a comer la tan popular comida de food trucks o puestos callejeros.
Seguimos hasta llegar a una calle emblemática de la zona: Brick Lane, donde comienzan a abrir tímidamente los establecimientos, revelando que la zona está muy viva. Me gusta descubrir los graffiti de las paredes, donde puedo ver por ejemplo a Amy Winehouse, un icono musical de los últimos años.
Al acabar la calle, optamos por perdernos por una vía paralela, que desviada por las vías del tren, nos aleja hasta la zona de Whitechapel. Este barrio, de marcado carácter inmigrante, rebosa también mucha vida y nos cruzamos con un mercadillo de últimas tendencias en moda árabe. En lugar de volver para conocer otros puntos como la calle Shoreditch, olvidándonos, tomamos el metro para recorrer el siguiente barrio que llevábamos en mente: Covent Garden.
Este barrio es uno de los que componen el corazón de Londres. Por eso, he de reconocer que me agobió un poco. Llegadas de East-End, era inmensa la cantidad de gente que había en esta zona. Por eso, paseamos por sus calles, pero nos dejamos en el tintero algunos lugares que llevábamos en mente, como el Mercado de Covent Garden. No fue así, no obstante, con la plaza Neal’s Yard.
De reducidas dimensiones y con el colorido por bandera, este era uno de los lugares que llevaba como meta para conocer. Porque además de bares y restaurantes no tiene nada más allá, pero es precioso; porque viajar también es –de hecho, lo es en gran medida- obsesionarse con imágenes que luego veremos en la realidad. Palpando, oliendo o sintiendo el aire del lugar. No paramos mucho, pero me llevo la imagen de uno de los rincones más bonitos que visitamos.
Tras merodear por la zona, nos encaminamos al Soho, donde teníamos pensado comer. Nos impactó también el ambientazo de la zona, donde parecía que mucha gente hacía un descanso del trabajo para comer. De perfil gay y moderno, el Soho es también un lugar para sentirse a gusto y caminar sin prisa.
El día acompañaba de nuevo, así que paramos a comer en una terraza, concretamente del Mediterranean Café, en la calle Berwick, donde había una amplia carta de platos italianos, griegos o turcos y en mi caso por ejemplo, opté por un hummus con falafel, que estaba buenísimo.
Tras el parón, seguimos andando por las bonitas calles del barrio hasta encontrar Carbaby Street, una de las calles comerciales más conocidas. Muy cerca, también encontré un pasadizo que nos llevó a una plaza encantadora llena de bares y restaurantes: Kingly Street, que me habían recomendado. Sentadas en uno de sus bancos, al abrigo de una estufa callejera, recuperamos fuerzas para seguir, que aún quedaban dos paradas especiales ese día.
Andando, nos movimos a Hyde Park para dar un paseo por el parque más conocido de Londres y llevarnos un recuerdo del lugar. Paseamos por sus verdes prados, nos acercamos al Speakers Corner, donde los domingos alguien se lanza a hablar sobre un tema, y nos arrimamos al lago, donde nos sentamos un rato simplemente a descansar.
Para cerrar el día, fuimos a otro bar con vistas para celebrar que el sol seguía acompañándonos. Por recomendación de una amiga, tomamos el metro para ir a Founders Arms (52 Hopton St, Bankside – Underground: Blackfriars), una terraza con vistas al Támesis y a la catedral de Saint Paul que nos encantó. Allí estuvimos tomando pintas y divisando el paisaje hasta que el día calló y disfrutamos también de una estampa nocturna única; de esas que tampoco se olvidan.
Día 3: Los mercadillos imprescindibles
Aunque el día grande para visitar Camden Town es el domingo, en este mercadillo que ha crecido tanto que se ha convertido en una pequeño territorio independiente, hay ambiente todos los días. Por eso, nos acercamos un sábado y lo cierto es que había muchísima gente igual. Cuando uno sale a la calle de la estación de metro homónima, percibe rápidamente encontrarse en un lugar muy especial. Las tiendas de ropa, música o complementos ocupan parte de la calle y en varias fachadas se pueden ver grandes objetos decorando la pared. Pero aquí lo extravagante siempre ha sido la norma y por la curiosidad, el viajero disfruta a cada paso. He de decir que a mí esa estética siempre me ha gustado y disfruto como una niña en lugares como este, recibiendo constantes impactos visuales.A medida que nos vamos adentrando en Camden Lock, el corazón del lugar, lleno de tiendas de ropa y complementos y puestos de comida callejera de muchos puntos del planeta, las dimensiones del lugar nos ponen difícil saber si hemos recorrido cada rincón. Paro a hacer las pertinentes compras, pues el estilo casa totalmente conmigo y me planteo si retirar de mi vocabulario eso de que “no soy consumista”. Quizás no haya ido al lugar adecuado. Camden lo es. Finalmente, comemos una hamburguesa de un puesto de los que ocupan un espacio central, al lado del río, hecha con carne de verdad y mucho amor, que nos alimenta para seguir el camino. Dejamos el lugar con pena, pero nos espera otro mercadillo que continúa ofreciéndonos el ambiente requerido para estar más que a gusto. Para llegar al otro mercadillo, se debe tomar el metro hasta la parada Nothing Hill Gate y dirigirse a la calle Portobello, bastante cercana. Pronto podrán apreciarse las fachadas de colores que componen este barrio de película y los puestos que van quedando, ya que el momento más intenso es por la mañana. En este mercadillo, se pueden encontrar más antigüedades y puestos de comida, pero sigue habiendo ropa del estilo de otros mercadillos de la ciudad, muy interesante. La verdad es que de nuevo, este mercadillo volvió a encantarme. La sensación de salirte una calle y estar en un barrio tranquilo, los puestos de comida, el sol que seguía acompañándonos y las actuaciones callejeras que nos íbamos encontrando (pocas cosas hay que me puedan gustar más que un músico a solas con su guitarra y su voz) hicieron que me llevara un recuerdo genial. Ese día, nos fuimos a descansar pronto para salir un rato por la noche. Fuimos a un par de bares en el Soho, la zona que más nos habían recomendado para salir. Estuvo muy bien, pues nos encontramos con mucha gente española y los bares y la música fueron de nuestro agrado. Para volver, me llevo también una imagen bonita. Fue en Piccadilly Circus, con las calles bastante transitadas a las 2.00 de la mañana, una fina capa de niebla y los coches clásicos (taxis de la ciudad) merodeando por esta zona. Por un momento creí estar en los años 20.
Día 4: De museos y despedida
Para el último día, habíamos dejado la visita a un museo, aprovechando que en Londres las pinacotecas son de entrada libre. Por preferencias, elegimos la National Gallery, llena de cuadros interesantes de diferentes épocas y donde actualmente hay una exposición temporal de Delacroix. Paseamos por sus pasillos, fijándonos en todos los ejemplares, aunque con el objetivo puesto es los pintores impresionistas y post impresionistas. Y por fin, admiramos los cuadros de Cézanne, Camille Pissarro, Seurat, Renoir o Monet, que son una maravilla. No obstante, la sala donde había cuadros de pintores post impresionistas estaba cerrada en ese momento. Una pena.
Mañana de cierre de viaje llena de arte. Visita a la National Gallery y como siempre, directa a los pintores impresionistas #art #museums #impresionismo #impresionistas #picoftheday #instaCulture #photooftheday #viajes #travel #tourism #turismo #LifeStyle Una foto publicada por Mundo Turístico (@mundoturisticoblog) el
Como nuestro avión salía a las siete, aún cruzamos el Támesis y contemplamos unas vistas de la ciudad ideales para decir adiós. A ras de la noria más popular de la ciudad, London Eye, donde se puede subir, dejamos al frente el Big Ben y la parte de Londres donde nos habíamos movido todos estos días.
Las gaviotas levantaban el vuelo y yo pensaba todo el rato en la señal de cambio. Volar, viajar, volver…
Hola Irene, veo que has exprimido al máximo la ciudad. Yo estuve en Londres en el 2007, ya ha llovido 🙁 . Estuve 5 días y viajaba de otra manera más apresurada y sin disfrutar tanto como lo hago ahora. Tengo que volver con Irene, que no conoce Londres, y volver a disfrutar de esa ciudad como si fuera la primera vez que la visito. Lo que si recuerdo es que me enamoré de Candem Town 🙂 . Me ha gustado recordar Londres desde tu punto de vista. Besos
Hola Irene, veo que has exprimido al máximo la ciudad. Yo estuve en Londres en el 2007, ya ha llovido 🙁 . Estuve 5 días y viajaba de otra manera más apresurada y sin disfrutar tanto como lo hago ahora. Tengo que volver con Irene, que no conoce Londres, y volver a disfrutar de esa ciudad como si fuera la primera vez que la visito. Lo que si recuerdo es que me enamoré de Candem Town 🙂 . Me ha gustado recordar Londres desde tu punto de vista. Besos
Me encanta tu comentario porque yo había ido allá por 2003 y llegaba a decide osadamente que me había parecido fría, pero adoraba Candem Town. Ahora he descubierto que ese mercado es una extensión de la ciudad y he podido pasear bien por lugares que hacen que una ciudad me resulte acogedora. El East, sobre todo! Me gustó todo, la verdad. Tengo en la recámara mi primer vídeo y creo que ahí se puede apreciar: sobre todo la vida callejera 😉 a ver que te parece! Besotes!!! Y que yo vea ese viaje y esos post jijij