Filipinas, uno de los países del área del Sudeste Asiático, es un destino amable y atractivo, pero como casi todo lo que ven mis ojos, también tiene algún matiz que pueda ser considerado “no tan bueno”. Este es un post crítico, que llevamos a cabo en ocasiones, para hablar de las cosas buenas y las no tan buenas de un destino. Pero se trata de una opinión personal, así que no te lo tomes a rajatabla. Además, en general, os podemos decir que el país nos encantó, por lo que si dudas en ir, hazlo.
Con todo ello, si quieres una opinión completa, lee lo que sigue. Lo resumimos en tres cosas que nos gustaron y dos que no tanto. Sin duda, los números hablan… y gana lo positivo.
Tres cosas bien: es sencillo de recorrer, es amable y tiene muchas opciones
Recorrerlo y vivirlo es sencillo
Una de las fortalezas que destaco sin duda del país es su gente. Filipinas es sencilla y dulce; inocente y cercana. Por eso, es un país que pondrá todas las facilidades a tu alcance para que disfrutes tus vacaciones. También eso afecta al tema del transporte o llegar a los lugares, que en otros países nos han supuesto una complicación.
Algunos trayectos son lentos porque apuran a tener más gente y la puntualidad no es uno de sus fuertes, pero con una sonrisa, casi siempre es más fácil aceptar este tipo de pequeñas incomodidades. En general, ayuda mucho cuando nos movemos fuera de casa que la gente sea amable y esa será una de las razones para que Filipinas llegue a nuestro pequeño corazoncito.
Aunque las distancias en el país son largas, en general, creo que el moverte entre una isla y otra está bien preparado y eso también hace que no tengamos de nada de lo que preocuparnos hasta llegar allí.
El Sudeste Asiático, siempre tan apasionante como encantador
Si ya has viajado a Sudeste Asiático antes, sabrás de sus encantos. Naturaleza, buena comida, calor, playas de primera, gente amable, caos en el tráfico, sencillez, sensación de libertad, amabilidad, sonrisas… es una zona que tiene todo lo que desearíamos para aislarnos del mundo. Y como no puede ser de otra manera, en Filipinas se repite la receta y funciona de nuevo.
El país es especialmente fuerte en el terreno de las playas y quizás menos fuerte en el terreno gastronómico. Supone además una rareza en el terreno religioso, ya que la mayoría de su población es católica, llevada allí por los misioneros españoles, pero la esencia es muy similar a la de Tailandia, Indonesia, Camboya o Vietnam.
El island hopping
El mayor problema que tendrás en Filipinas es saber qué islas visitar. ¡Hay montones! Y esa es sin duda una de las cosas que me enamoró del territorio. Palawan – El Nido o Port Barton-, Bohol, Malapascua, Siargao, Caminguín, Boracay, Bantayan o Coron son seguramente las más conocidas… pero hay tantas que lo bueno es que podrás variar y adentrarte en terrenos no tan conocidos, como Apo Island, Padre Burgos, Dauin o Islas de Gigantes.
Yo elegí tres de las más populares, pues al final uno recurre muchas veces a lo fácil… y porque en este caso lo fácil es terriblemente seductor. Y no me arrepiento, aunque es cierto que quizás lo más criticable del país viene por ese lado. Filipinas está de moda y no somos especiales. Hay hueco para todos, pero eso no siempre tiene buenas consecuencias.
Además de las islas que visitamos a grandes rasgos, hay otras cuantas a las que se llega desde las principales y que nos permitirán sentirnos más aislados. El famoso island hopping, que no es otra cosa que contratar un tour (cuanto más privado mejor, pues no tendremos que compartir el tesoro con nadie más) y perdernos por algún islote encantador.
Nosotros lo practicamos de forma especial en Port Barton, desde donde el dueño de nuestro hotel -el Mermaid Paradise-, nos acercó a las islas cercanas sin tener que compartirlas apenas con nadie. Os recomiendo especialmente hacer de forma privada el recorrido, aún teniendo que pagar más, en El Nido, ya que en los tours grupales hay demasiada gente y es imposible evitarlo.
Dos cosas mal: zonas demasiado turísticas y monotemático
Demasiado turismo; a veces mal gestionado
…y tenía que llegar la parte mala porque dicen que nada es perfecto y Filipinas no iba a ser la excepción. Como os he comentado es un destino muy de moda y eso hace que en ocasiones uno sienta que no está en el paraíso que le vendieron. Cierto es que es difícil cuando recorres lo más turístico, como hice yo, pero también es cierto que siempre hay pequeños trucos que nos ayudarán. Como dije, en El Nido lo mejor es hacerse un tour privado y evitar las riadas de gente que van a la misma hora. Nosotros elegimos también un día la opción de llegar a las islas cercanas en kayak, pero conlleva cierto riesgo y estar en buena forma física.
Otra de las consecuencias de este turismo es que las infraestructuras del país se colapsan y por eso, por ejemplo, Boracay fue cerrada al público hace unos meses. La basura en las playas o calles y la saturación en lugares tan pequeños como El Nido o Boracay son otras de las cosas que a nuestros ojos conforman el ‘mal turístico’ del país. Con todo ello, males menores.
Un poco monotemático
El segundo y último pero que le pongo al país es que me resultó un poco monotemático. Quiero decir que más allá de saltar de isla en isla, ir a la playa, hacer snorkel, algunas excursiones a otras zonas de las islas y algunas cosas interesantes en Bohol -excursión a las montañas de chocolate o conocer a los tarseros-, Filipinas -la zona que yo recorrí- no tiene mucho más. ¡Bastante! Pensarán muchos. Sí, pero como este texto trata de apuntar “cosas no tan buenas” dejo caer que no me pareció tan completo quizás como Tailandia o Indonesia, donde recorrí templos de variado signo, ciudades más atractivas que Manila y donde quizás la cultura me resultó más impactante.
Pegas, como también he adelantado, que son totalmente minúsculas en comparación con su belleza, amabilidad y atractivos playeros. Pero había que decirlo.
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