Dicen que las modas se repiten, pero hay una que vence al resto en los últimos tiempos: el moderneo en el ámbito hostelero. Porque de alguna manera, como podemos apreciar en la propia descripción del término, este se apropia de lo último, de lo más puntero. Me refiero a esos locales pulcros, con un diseño limpio y cuidado –funciona muy bien la madera clara y el color negro como contraste-, buen producto, precio elevado (tampoco tanto que no acuda la gente; el suficiente para llegar a la media) y elementos innovadores (véase una mesa a compartir con otros comensales, cemento visto o también una terraza al aire libre con aires de exclusividad). En este ámbito hay una novedad en Madrid; el último grito de este tipo de establecimientos: El mercado de San Ildefonso, situado además en el barrio moderno por excelencia en la capital: Malasaña.
Situado la conocida calle de Fuencarral, a la altura del número 57, este mercado es también uno de esos que triunfan en los últimos tiempos en Madrid: no tan destinados a la compra de productos del día a día, sino a albergar propuestas gastronómicas y espacios de ocio y entretenimiento donde poder pasar un buen rato (y por eso, también muy enfocados al turista). No obstante, sus creadores dicen que se han basado en los mercados tradicionales para inspirarse, así como en puestos callejeros de Londres o Nueva York, a pesar de que esta propuesta se desarrolla al completo en interior (a excepción de las terrazas). Parece que la inspiración es más el concepto take away (aunque con espacios para comerlo en el lugar), que sí se estilan en estas ciudades de forma común. En cuanto a la inspiración en los mercados tradicionales, se puede deber a que el nombre responde a un mercado que había en la plaza de San Ildefonso en el pasado, conocida también como el Grial.
El mercado de San Ildefonso tiene tres plantas, compuestas por un montón de puestos (entre los que se venden diferentes tipos de croquetas, de embuditos, de productos delicatessen o de vinos), dos terrazas y varios bares para tomarse algo. Yo no llegué a probar la comida, tan solo tomé algo en una de sus terrazas, pero todo tenía muy buena pinta.
El horario es de 12 a 1 de la mañana, llegando a las 2 de jueves a domingo. Un horario que invita a pasar el rato en él; horario de turista, de lugar que no cierra. De momento, el lugar no es tan conocido para llenarse, pero seguro que pasado un tiempo, hierve de ambiente como lo hacen ahora otros mercados del estilo: Mercado de San Miguel o San Antón.
¿Apuestan?