Pueblos blancos en Cádiz: Arcos de la Frontera

Hace poco os hablamos de Vejer de la Frontera, el primer pueblo blanco de la provincia de Cádiz que conocimos el pasado abril (si bien no está incluido en la ruta de los pueblos blancos, todos ellos más cercanos a la sierra). Pequeño y recoqueto, es una visita imprescindible si visitas otras zonas turísticas como Barbate, Conil de la Frontera o Chiclana. En esta ocasión, nos vamos a otro, algo más alejado, ya casi en la serranía de la provincia (donde están Grazalema o Zahara de la Sierra, otros pueblos blancos): Arcos de la Frontera.

Arx-Arcis (fortaleza en altura) en la época romana y Arkos en la época musulmana, en Arcos de la Frontera lo más característico de su arquitectura son los arcos: uno de los tres componentes de la «Santísima Trinidad» de la arquitectura islámica (junto a columna y cúpula), de todas las formas y colores y que le dan un toque estético especial a esta ciudad, que se completa con las flores, el blanco impoluto de las fachadas y las vistas que se logran al estar situada en un terreno alto. De hecho, una de las mejores cosas que tiene arcos es observarla desde el exterior. Si bien yo iba dormida en el coche, he visto fotos de la ciudad desde fuera y son impresionantes, ya que está situada en una maravillosa ubicación. Os muestro una foto de Michal Osmenda:

Dada la envergadura de Arcos (más de 30.000 habitantes), quizás os podáis perder (como nosotros al llegar). Lo mejor será seguir las indicaciones del casco antiguo y luego aparcar en la parte baja de la ciudad (no se puede subir el coche, ya que en muchas de las estrechas calles no entraría). Aunque la cuesta no es muy larga, es bastante empinada y dado que estaba siendo un día largo, nosotros subimos en autobús.

Hay zonas donde parece que el bus no va a entrar y uno piensa la maña del conductor -¡Yo no me vería capaz! Ya una vez en terreno totalmente estable, nos vamos percatando del laberinto que es la zona antigua de Arcos de la Frontera: calles profundamente estrechas, en ocasiones callejones, que forman pequeñas plazas empedradas donde resulta encantador tomarse algo o acaban en un extremo de la ciudad, produciéndose balcones urbanos para contemplar la naturaleza y belleza del entorno natural.

Uno de esos balcones se encuentra en la Plaza del Cabildo, donde están el Ayuntamiento y el Parador de la ciudad, así como la imponente iglesia principal: La Basílica de Santa María. Las vistas son espectaculares. Por otro lado (hay hasta cuatro entradas a esta plaza central), se encuentra también la Basílica Menor de Santa María, con una fachada preciosa y un órgano que llama especialmente la atención.

Otra iglesia imponente de la ciudad es la Basílica de San Pedro, monumentos que dan además una solera especial a este destino. Aún nos quedó tiempo para perdernos un rato más, llegando a obtener otras vistas –concretamente, al lago de Arcos de la Frontera- y seguir viendo arcos, arcos y arcos, que os mostramos a continuación: