Viajo casi todo lo que puedo. Lo hago por amor a desconectar y aprovechar el tiempo, pues creo que ese es el fin de la vida. Viajo por conocer lugares pero también gente nueva; por lo que me aporta incluso el trayecto mismo. Para tener lo suficientemente lejos las distracciones que hacen que me despiste de las cosas que me gusta hacer… Pero como recalco muchas veces en este blog no viajo siempre. Ni mucho menos. Sobre todo por horas, pero también porque tengo muchas otras cosas que hacer. Porque me gusta el cine, leer, los planes caseros con mi chico, escribir sobre viajes, las conversaciones que buscan arreglar el mundo o recorrer mi ciudad para descubrir lugares nuevos.
Pero lo curioso es que de un tiempo a esta parte estoy notando que los viajes me acompañan en mi día a día más allá del momento en que viajo. En la decoración, mis engalanamientos, mi cuerpo, los cuadernos que siempre quise escribir o los lugares que visito en Madrid. Y de eso voy a hablar hoy: de cómo la estela del amor por los viajes ha llegado también a formar parte de mi rutina.
Ideas para la decoración
Si pensáis en un desastre de persona, de esas que parece que no se les ha concedido el derecho a ir perfectamente arregladas o que viven cómodas en el caos, yo me ajustaría bien a ese perfil. Me cuesta ser detallista y mimar estéticamente las cosas si suponen un gran esfuerzo. Por eso la decoración no es uno de mis fuertes. Y viajar también me ha ayudado en ese sentido… Hay diferentes tipos de motivos viajeros que sirven para decorar nuestras habitaciones, salones o cuartos de estudio, dándoles color y vivacidad a los espacios.
Así, hoy, escribo en un cuarto que se conjuga con el verbo viajar y me levanto cada mañana con un mapa que me indica donde está el norte. Así, hoy, ideo poner en las paredes del salón las fotos que nos hicimos en viajes pasados y encuentro motivos para seguir haciendo instantáneas.
Me gusta pensar que gracias a viajar he mejorado en otros aspectos, como este, y que podría incluir este avance en las consecuencias inesperadas y positivas que tiene viajar, además de las tantas que enumeré en un artículo del pasado.
Llevar los viajes contigo, a cada paso
Mapas, globos aerostáticos, aviones pasaportes, bolas del mundo, brújulas, maletas, barcos, incluso paisajes… hay cientos de ideas viajeras que forman imágenes preciosas. Quizás todas ellas revolotearan en mi mente antes de plantearme hacer un tatuaje. Y cuando con toda sorpresa un día me planteé seriamente que llevar en el cuerpo dibujada mi mayor pasión, ahí estaban para allanarme el camino. Poco después, el proceso no tenía marcha atrás. Y cada vez que viajaba, más ganas tenía de llevar pegado a la piel eso que tanto me gusta hacer. Así que así nació mi tatuaje viajero y una de las marcas más plausibles de la estela del amor por los viajes en mi haber. ¡Quién me lo iba a decir!
Otra de las cosas que guardan relación con los viajes y que me gusta llevar puesta es un colgante de la bola del mundo, que además compré en Londres (¡Candem Town es mi perdición!) y que me recuerda lo bonito que es viajar. No suelo tener apego a las cosas pero me duele pensar en el momento en que la pierda.
Plasmando recuerdos en cuadernos de viaje
Siempre he sido una loca de la papelería. Recuerdo esa exaltación que sentía de pequeña al tener ante mí una libreta nueva, en blanco, y material escolar para rellenarla poco a poco. También soñaba por entonces que me colaba en las papelerías de mi pueblo y podía hacerme con lo que me diera la gana, como si las libretas fueran chucherías y el papel fuera un jugoso dulce que llevarme a la boca. Con los años, he comprado libretas de recuerdo y las he utilizado para organizar viajes y mi vida, pero con el final de su utilidad, las tiraba, pues solo quedaban en ellas apuntes inservibles cuando pasaba el tiempo.
Pero desde hace un tiempo les he encontrado una nueva función: escribir en ellas recuerdos viajeros, pegar las fotos que nos hacemos por el camino, apuntar curiosidades o detalles que de otro modo quedarían en el olvido y añadir tarjetas, pegatinas o cualquier cosa que les dé un poco de color. De momento, solo tengo un cuaderno de viajes y recuerdos de dos pequeños periplos, pero ya comienzo a saborear el gusto de hacerlo y disfrutar haciéndolo. Supongo que ha llegado el momento de reunir la paciencia suficiente para hacerlo. Y me encanta.
Y entre tanto sigo disfrutando aún más si cabe al comprar libretas de lugares diferentes o que evocan los viajes… de modo que ahora también las colecciono, como las tazas, tendiendo puentes entre los viajes y la rutina diaria. Si vivís en Madrid os recomiendo la librería La Central para comprar cosas de papelería. Tienen cosas verdaderamente apetecibles.
Lugares que evoquen aquello que tanto me gusta hacer
Hay gente que es consciente de que cada vez crece más el amor por los viajes y lo incluyen en sus proyectos y espacios. Cafés como La Ciudad Invisible o The Traveller en Madrid son dos de esos sitios donde siento que viajo a una ciudad diferente a cada paso aún a pesar de no salir de mi urbe; a una ‘ciudad del mundo’ que me brinda tantas oportunidades que nunca dejo de creer que es posible reinventarse. Madrid siempre me ha dado la vida en este sentido y ha aumentado mis ganas por seguir cambiándola de vez en cuando para querer volver… siempre. Porque sé que amo viajar exactamente en la misma medida que me gusta disfrutar de mi casa y de mis cosas. Y también regocijarme en lo que más me gusta hacer. ¡Que nunca falte!
Muy buenas maneras de llevar los viajes siempre contigo. Me gusta el artículo!!
Muchas gracias por el comentario es genial poder recrearnos en lo que más nos gusta.
Un abrazo,
Irene