Según la RAE, teoría es aquel conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación. Habitualmente, axioma que sirve para demostrar realidades científicas. Y a mí, dada a reflexionar y jugar con el lenguaje, me gusta hablar de teorías personales cuando viviendo me doy cuenta de una situación que puede llegar a ser generalizable… o no; pero que tiene algo de particular, de “identificable”.

Ahí está el factor personal y por tanto, subjetivo. Hoy hablaré de teorías personales que he desarrollado en mis viajes; ideas al fin y al cabo, tan solo demostradas empíricamente en un sujeto de estudio, pero repetidas muchas veces en el tiempo. Realidades que me ayudan a definir qué me gusta, qué deseo y qué quiero cuando cojo un avión y me dispongo a conocer una ciudad. Mi realidad.

Viajar más tiempo y lejos, mejor

Tengo un gusto especial por los viajes largos y creo que esta sensación se merece el “estatus” de teoría personal. Hay mucho embrujo, emoción, desconexión, cambio de chip y carga de estímulos en los viajes que sobrepasan la barrera de los 15 días, por estipular un límite (variable, claro está; hay quién viajar por meses, pero yo nunca lo he hecho).

Y en ello influye claro está el tiempo, por su capacidad de hacer que las cosas pasen; de tomarse las cosas con calma. De mirar más tiempo a ese país y hacerlo sintiendo que nos va envolviendo poco a poco… como si viviéramos allí.

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El tema de la distancia es otro que me hace tomar las cosas de otra manera. Viajar cerca me gusta, cada vez más, ya no entiendo mi día a día sin escapadas que me hagan sorprenderme con mi país, pero a la vez, deseo con toda la fuerza del mundo viajar a lugares remotos para ver una realidad tajantemente diferente a la mía. No digo que sea mejor siempre y en todas las ocasiones, pero sí que de poder elegir, al menos de momentos, la elegiría casi siempre…hasta que me hartara, supongo.

Siento amor por las ciudades, como por las personas

Otra de mis teorías, que ya desarrollé en un artículo sobre diferentes tipos de amor a las ciudades, es que somos capaces de tener fuertes sentimientos por las urbes, a un modo similar como lo hacemos hacia las personas.

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Así, nos formaremos expectativas con ellas, nos fijaremos en cómo nos tratan o si nos da lo que necesitamos, sentiremos verdadera atracción por sus rincones y las echaremos de menos, desearemos volver o las idealizaremos. Nos decepcionarán o nos completarán. Y sobre todo, supondrán un motivo de alegría, de pasión o emoción por nuestra parte.

¿No os parece?

Mejor solo que no viajar

Estás en la oficina y un compañero te avisa que una conocida aerolínea de bajo coste ha lanzado una oferta de vuelos por dos euros. Rápidamente en cuanto tienes un hueco comienzas a mirar fechas y avisar a tu pareja y amigos. Todo parece encajar… pero hay un problema. ¡Alarma! Ninguno de ellos puede o tan solo puede unos días que a todas luces se quedan cortos. Decides dejarlo para la siguiente ocasión, en la que todo cuadre.

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Pero hay otra posibilidad y es que si quieres viajar a ese lugar y te parece un gran precio, decidas hacerlo solo. Viajar en solitario es una posibilidad y desecharlo es perder seguramente la posibilidad de ir cuando, como y en la forma que quieres a ese destino.

Así que yo tengo clara mi teoría: mejor viajar solo… que no viajar.

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El viajero se hace

Hubo en enero un estudio que salió a la luz de la revelación de la existencia de un gen viajero, concretamente el DRD4-7R, que se ha comprobado empíricamente que causa ascendentes ganas de viajar. Se decía que este solo lo tienen el 20% de las personas y está relacionado con las ganas de ir de un lado para otro.

Yo como siempre intento poner estas teorías científicas –en este caso, demostradas, sí- en el lugar de mi realidad más cercana. Os cuento mi caso. Hace unos 13 años, cuando tenía 18 años, no podía estar más lejos de querer hacer viajes todo el rato, como me pasa ahora. La ropa que me quería comprar o hablar incesantes horas por teléfono con mis amigas ocupaban mi tiempo libre por entonces. No fue hasta tiempo después, viajando y poco a poco, cuando conocí esta afición y no pude dejarlo…

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Por eso, creo que aunque haya una parte de la población con este gen –no niego la teoría-, todos somos viajeros en potencia y que tan solo poniéndolo en práctica y con el tiempo, querremos más. Porque viajar nos muestra que hay mucho más mundo del que creíamos y a partir de entonces, querremos conocerlo. Porque nos acercará a gente con muchas historias por contar o a paisajes que nos engancharán… porque nos dará mil y una razones para no dejarlo.

Los viajes cortos HAY que planificarlos

Las ciudades o destinos que visitamos viajando son una hoja en blanco. Nosotros, desde nuestra posición de exploradores, tendremos nuestra visión inicial sobre ellos, expectativas –que pueden ser erróneas-, información sobre los lugares que visitar y en general, una idea de viaje. Sin estas claves, el periplo puede variar muchísimo y por eso creo sin cortapisas que en un viaje –sobre todo corto, pues en el largo tienes mucho tiempo de remediarlo- hay que planificar las cosas.

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Por ejemplo, recientemente, viajé a Malta y para muchas personas con las que hablé había sido una decepción. ¿Qué querían encontrar? ¿En qué fecha habían ido? ¿Tenían claro que allí los autobuses van muy lentos y se pierde un montón de tiempo en recorrerla? El problema la mayoría de las veces es que visitaban el país en verano y buscando playas, cuando Malta es mucho más que eso y lo mejor es ir fuera de la temporada alta.

No digo que no se pueda improvisar –no hay nada mejor- pero que para determinadas visitas o viajes es necesario conocer un poco el lugar de antemano, pues esto tendrá influencia directa en la experiencia. La información es poder, ya se sabe.

Viajar te hace tomar perspectiva

No sé si es bueno pensar, reflexionar, teorizar, repensar y analizar todo lo que rodea a una afición, pero hay personas que disfrutamos mucho siendo conscientes de lo que sentimos. Y si hay algo de lo que me sienta consciente al viajar es como al modificar el contexto, cambia la perspectiva. No digo que a mejor o a peor, pero viajar te hace tomar distancia y hace que puedas ver desde otro ángulo las cosas. Y eso a veces es necesario… aún sin ser conscientes de en qué forma nos afectará un viaje, es bueno lanzarse a ello y ver cómo nos comportamos.foto

Por ejemplo, creo que es genial viajar solo para conocerte en determinadas situaciones o viajar con alguien para conocerlo mejor.

Además, en mi experiencia, los problemas, aunque siguen existiendo, son menos problemas cuando estás de viaje. Evidentemente no me refiero a los problemas gordos, sino a otros que generamos a veces, sencillamente, porque tenemos demasiado tiempo para pensar.

Viajar no es caro

Uno de los motivos por los que la gente no viaja más, o eso cree, es que viajar es caro. Como ya expuse en un artículo, viajar no es más caro que comprase un coche, ropa o llevar una vida social intensa. Hay múltiples formas de encontrar opciones baratas, además de que cada vez más, hay gangas en billetes de avión o alojamiento. Así que con un poco de ahorro e interés, no será difícil vivir experiencias que desde luego merecen la pena.

¿O no? 🙂

por Irene

Periodista desde 2008. Inquieta y curiosa de toda la vida. Abierta a todos los planes; ¡no hay destino que no merezca la pena!

Un comentario en «Teorías personales sobre viajar»
  1. Información Bitacoras.com

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