Tras cuatro días en San Petersburgo, decidimos coger el metro por primera vez para movernos por la ciudad y visitar la zona de Petrogrado, situada en la isla de Záyachi. Una más de las que visitamos en esta vasta ciudad, compuesta por 42. Aunque es un agradable paseo, más allá del Río Neva, los puntos de interés de la ciudad están algo alejados unos de otros y tras un día de aproximación conviene coger transporte público. Nuestro primer destino sería la Fortaleza de San Pedro y San Pablo.
Esta fortaleza militar, ideada por el zar Pedro el Grande en los inicios de la ciudad, alberga distintos edificios, donde lo más destacable es la Catedral de San Pedro y San Pablo y el bastión de Trubestskoy, antigua prisión. Para llegar, se debe parar en la estación de metro de Gorkovskaya y cruzar el parque Alexandrovski. Muy cerca está también la mezquita de San Petersburgo, otro impresionante edificio religioso de la ciudad cuya cúpula azules mide 39 metros. No entramos porque en la guía no lo recomendaba.
Justo antes de entrar en la fortaleza, en el parque Alexandrovski, vimos una imagen que no será fácil olvidar: un hombre con dos monos invitaba a los turistas a hacerse fotos con ellos. Obviamos el ofrecimiento pero disfrutamos viendo a estos graciosos animales que son tan monos, valga la redundancia. Monos en San Petersburgo; era extraño.
La entrada a la fortaleza visitando la Catedral de San Pedro y San Pablo y el bastión de Trubestskoy vale 350 rublos. Primero conocimos la iglesia, una de las más reconocibles de la ciudad por su color amarillo y su larga aguja de 123 metros de altura coronada en su extremo por un ángel. También es el templo más antiguo de la ciudad. Por dentro es interesante y además de la ornamentación, lo más representativo es que sobre su suelo descansan la gran mayoría de los zares y zarinas rusos. Las tumbas están en la propia catedral, siendo un reclamo turístico como pocos otros.
Si bien los guías turísticos tienen aquí un motivo para enlazar con la Historia de la época imperial, la otra visita está directamente relacionada con la era de la revolución proletaria. Aunque San Petersburgo fue la ciudad mimada de los zares y perdió con su capitalidad con los comunistas, no hay que olvidar que la Revolución tuvo su origen en la urbe. El bastión de Trubestskoy fue una cárcel donde fueron encarcelados muchos de los líderes de la revolución fracasada de 1905, el conocido como Domingo Sangriento.
Se pueden visitar las cárceles y además de mostrarse a las personas que allí fueron encerradas, hay carteles que explican de qué movimientos políticos procedían y momentos históricos. Me pareció muy interesante y la visita más política que hice durante el viaje (es un tema que me interesa). Una especie de libro abierto sobre los rostros e historias de uno de los hechos más conocidos de la Historia contemporánea. Allí estuvieron encarcelados celebridades como Gorki, Trotski, Kropotkin o Dostoievski.
Para completar el día más político pensábamos ir al Museo de Historia Política Rusa –donde se puede conocer parte de la Historia del país del último siglo y contemplar entre otras cosas, el que fuera despacho de Lenin-, pero se nos hizo tarde y preferimos comer y seguir dando un paseo. En su lugar nuestro siguiente objetivo era la estación de Finlandia, conocida porque fue donde llegó Lenin desde Alemania para comenzar la Revolución de Octubre y donde hay una gran estatua del dirigente comunista. La zona está algo alejada pero se puede disfrutar de un ambiente más auténtico. Allí pudimos tomar el metro de Ploshchad Lenina para volver a casa.
Esa noche teníamos en mente salir de fiesta, así que compramos unas cervezas en la tienda (buenas cervezas a precios baratos) y después de beber algo en el hotel, nos acercamos a la zona de la Iglesia de la Sangre Derramada, donde habíamos visto ambiente otros días y un bar que nos llamó mucho la atención: el Bureau. Nos tomamos algo en el local, muy tranquilo y con bonita decoración minimalista y después descubrimos otro al lado que también era pura elegancia. Allí decidimos hacer lo mejor para seguir buscando ambiente, pues estos locales estaban algo apagados, preguntar a un lugareño. Este nos mandó a la calle Dumskaya, la que descubrimos como el paraíso de la fiesta en la ciudad.
Fuimos al bar ‘Fidel’, que a juzgar por el nombre tenía todas las papeletas de ser español, pero como ese día no supimos el nombre (nos acercamos al día siguiente), nos adentramos allí a ciegas. Conocimos a gente muy maja y salimos con la imagen de que no todos los rusos son tan serios y bordes como pueden parecer en un primero momento. Y también topamos con españoles. No pocos, además, un viajero solitario y dos grupos; ahí es nada. Una gran noche.
Capítulos anteriores: Primeramente, el centro de la ciudad y sus principales iglesias; en segundo conocimos lugares más allá del río Neva; en el tercero, visitamos el Museo Hermitage e hicimos un recorrido en barco; y en el siguiente, fuimos al Palacio Petrodvoréts y al teatro.