Como dijimos el primer día, cuando os contamos qué hacer en San Petersburgo durante una semana, las resacas son iguales en todos los países. Ya que el día anterior nos habíamos pegado una buena juerga por los locales de esta bonita ciudad rusa, al día siguiente dormimos hasta bien entrada la mañana. La ausencia de serotonina tras una borrachera se unía con la negación absoluta que nos provocaba tener que despedirnos de la preciosa urbe donde habíamos pasado cerca de una semana. Y casi visto desde ahora, me parece una decisión acertada (en realidad no estaba planeado), ya que como produce tanta pena abandonar una ciudad y volver a casa, lo mejor puede ser dormir un poco el raciocinio.
El plan ese día era no tener plan. Pasear tranquilamente por la gran Avenida Nevski; contemplar por última vez la Iglesia de la Sangre Derramada, esta vez a lo lejos; o dejarnos llevar sin necesidad de mirar el reloj. Intentando pensar que no veríamos la ciudad hasta después de mucho tiempo y asimilar toda la belleza que habíamos contemplado. Repasar mentalmente todos los días e intentar mantener en nuestro recuerdo tantos momentos.
No obstante, lo primero que hicimos fue acercarnos a la zona de marcha donde habíamos estado el día anterior, ya que nos pareció un descubrimiento en toda regla. La calle Dumskaya. Y acertamos. Nuestra intuición nos llevó a una zona llena de bares de estética alternativa donde había un montón de ambiente juvenil, también por el día.
No sabía si alegrarme o sentir pena al descubrir estos bares y esta zona el último día. Era una pena no poder exprimirlos más; pero tampoco me hubiera gustado estar en San Petersburgo todo el día de fiesta 🙂
Cenamos en una hamburguesería de la zona, Grill News, a un precio muy económico y ahora sí que sí, nos despedimos de los canales y la belleza de San Petersburgo definitivamente.
Nos fuimos a descansar al hotel ya que salíamos de madrugada y le pedimos a la dueña que nos llamara a un taxi. Los taxis en San Petersburgo a veces pueden timar al turista, así que la mejor forma de que salga a un precio justo (nos costó 530 rublos = 12 euros) es pedirlo donde te alojes. Como la mujer no sabía inglés, utilizamos el Google Translate para entendernos. En los días que habíamos estado allí apenas habíamos hablado, pero en pocos minutos ya le habíamos cogido cariño.
No obstante, dudamos de que nos hubiera entendido bien y a las 3 menos cuarto fuimos a asegurarnos. ¡Qué desconfiadas! Allí estaba la mujer, que aguardó con nosotras hasta que vino el taxi, cual madre, y nos dio un fuerte abrazo para despedirnos.
Fue esa una buena despedida de esta ciudad, que aunque parece fría, es también cálida y entrañable. A su manera.
Más capítulos:
Uno: El centro de la ciudad y sus principales iglesias
Dos: Visitamos lugares más allá del río Neva
Tres: Museo Hermitage e hicimos un recorrido en barco
Cuarto: Palacio Petrodvoréts y al teatro
Quinto: Petrogrado y fiesta en la ciudad
Hola Irene,
Siempre da mucha pena despedirse de una ciudad donde durante unos días has vivido tantas experiencias y más un lugar como San Petersburgo que parece una ciudad única 🙂
Un saludo. Luis.
Hola Luis,
me alegro de que hayas captado la emoción del mensaje… fue una pena y más porque el viaje había sido con una amiga que se iba a volver a mi tierra a la vuelta y yo a Madrid. Y la ciudad también fue impresionante, sí, me sorprendió muy gratamente y me quedé con ganas de explorarla más.
¿Pero nunca es tarde… no?
¡Saludos!
Irene