La última de las escapadas que he hecho fuera de Madrid ha sido muy completa. Ya que iba a pasar unos días en la playa, el destino era La Manga, en Murcia. Pero la excursión la hicimos de camino, lo que dura un fin de semana. Salimos de Madrid a eso de las seis, al acabar la jornada laboral, en furgoneta. El viaje del que hablaré solo es posible hacerlo durmiendo en el vehículo, aunque en las zonas de las que hablaré puede haber campings cerca.

De Madrid al pantano de Alarcón tardamos en torno a una hora y media. Recorrimos varias entradas hasta encontrar un lugar perfecto donde acampar: bajo un gran árbol, al lado del agua y en terreno pedregoso. Precioso. Evitamos una zona de campo para escapar de los bichos y mosquitos de la zona, que los hay en grandes cantidades. A pesar de que entraron muchos en la furgoneta, no nos picaron, por lo que al final no eran realmente peligrosos.

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Vimos el precioso atardecer y después, cayó la noche y en ella, aparecieron miles de estrellas, una imagen única. Era lo que buscábamos: dejar atrás el sofocante calor de Madrid y encontrar un poco de naturaleza. Pasamos una noche agradable, interrumpida por la Guardia Civil, que nos comunicó que debido a posibles inundaciones la Ley de Aguas de Castilla la Mancha prohibía pasar la noche en el lugar en el que estábamos. No obstante, era verano e hicieron la vista gorda.

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Aunque en ese mismo lugar nos podíamos haber dado un baño, al día siguiente casi hacía frío y el terreno no acompañaba demasiado, además de haber algas (una servidora que es algo especialita para estas cosas). Nos despertamos acompañados de pescadores y montamos el chiringuito para desayunar. Después nos fuimos a una zona que hay donde se practica el kite-surf para que mi acompañante diera rienda suelta a su mayor hobbie. Pero este deporte, tan sujeto a los vaivenes climatológicos (necesita el viento, pues se basa en el impulso de una cometa), hizo que nos sentáramos a esperar casi todo el día. Me pasé la mañana y casi toda la tarde en una silla de camping leyendo, bebiendo cerveza, viendo como algunos atrevidos sí practicaban su deporte favorito. No necesitaba más: el paisaje y el tiempo (sí positivo para mis quehaceres) acompañaban.

Cuando nos cansamos de esperar, decidimos partir hacia el próximo destino: Mazarrón, en Murcia. Otras cuatro horas con paradas en el camino hasta llegar a las Sierra de las Moreras, en la localidad de Bolnuevo (municipio de Mazarrón). Habíamos leído acerca del curioso paisaje formado en este lugar (una especie de la Ciudad Encantada de Cuenca pero en zona marítima) que luce grandes rocas erosionadas con grandes formas. Al llegar por la noche y tener que conducir por el estrecho camino, no podía dejar de exclamar a cada paso: ¡Esto es la Capadocia!

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Pasamos allí la noche de nuevo, esta vez más solos que el día anterior. Solo en compañía de cantidad de animales que emitían sus fuertes sonidos.

Por la mañana, pudimos ver el paisaje: montañas por un lado; playas de piedra y algunas de difícil acceso. En la que pernoctamos se llamaba la Boca del Lobo y no tenía una arena muy cómoda, por lo que cogimos el coche para conocer el resto. Estuvimos en la playa del Leño, de bonito paisaje pero plagada de algas ese día. Desde el coche se podían ver muchos caminos para senderistas y ciclistas, pero nosotros, que no íbamos preparados, solo nos acercamos al litoral para echar un vistazo. Había una cala pequeña y de difícil acceso y preferimos no bajar, preferimos quedarnos con un simple vistazo.

No sé si tuvo algo que ver que todo el mundo hacía nudismo y nosotros no íbamos preparados. Estas playas no son de las que tienen la etiqueta de nudistas porque sí, sus visitantes lo practican.

Fuimos a la playa del pueblo, en el que comprobamos alegremente que debe ser un foco incipiente de turismo. No como Mazarrón, que visitamos el día anterior por un compromiso y era un mar de edificios, como otros lugares que me ha tocado visitar este año. Pero poco duró nuestra estancia, ya que queríamos estar pronto en La Manga, así que cogimos el coche para llegar a comer, aunque fuera algo tarde.

Así que pudimos probar otro poquito de playa a la tarde, tiempo en el que pude darme cuenta que aunque este territorio no es lo que puede considerarse ideal, si te vas al extremo del lugar (La Manga es un hilo de tierra rodeado de dos mares), puedes estar muy tranquilo y tener casi el arenal para ti. Además, los atardeceres están siempre asegurados. Contemplamos así, quizás uno de los mejores. Os lo enseño a continuación.

atardecer

No se puede decir que esta escapada no fuera intensa.

por Irene

Periodista desde 2008. Inquieta y curiosa de toda la vida. Abierta a todos los planes; ¡no hay destino que no merezca la pena!

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