No sé si es porque en una semana de viaje en San Petersburgo me sentí como en mi casa. O porque entraba en zapatillas/chanclas en la habitación. O porque tenía cocina donde desayunar y huir de los precios desorbitados de los desayunos en determinados bares de la ciudad. O porque la encargada nos despidió el último día a las 3 de la mañana con dos besos y un abrazo. Pero el caso es que tengo muchas ganas de recomendar el hotel, más bien hostel (o albergue de toda la vida, pero con habitaciones individuales, grandes y buen servicio) en el que estuve en San Petersburgo.
Se llama SuperHostel Liteiny, 41, y aunque no tiene página oficial, se puede reservar en Booking.com u otras páginas similares. Si entráis en estas páginas, podréis comprobar como las opiniones de otros viajeros coinciden con la mía.
Y por si fuera poco la ubicación es excelente. Ubicado en la calle Liteiny y pleno centro, está a pocos metros de la principal avenida de San Petersburgo, Nevski, y se puede ir andando a los principales monumentos, aunque dado que la ciudad es grande y las distancias largas, se puede tardar un rato. Hay tiendas para comprar y como en el hotel hay nevera (además de microondas, café y cereales gratis), se puede aprovechar para ahorrar. Este es otro punto a favor del hotel: es barato. El precio de la habitación doble con baño privado es de 17 euros la noche por persona.
El portal de este hostel es similar a otros que hay en la ciudad: hay un portón que da a un patio interior, donde está la puerta para subir a las habitaciones. El edificio tampoco está cuidado en exceso, pero luego las habitaciones están muy bien. Además, te obligan a dejar el calzado en el pasillo y te dejan unas chanclas para que estés por la habitación.
El personal es auténtico. Conocí a dos rusas de las cuales solo una hablaba algo de inglés. Nos explicó todo las veces que fueron necesarias. La otra chica, aún a pesar de las barreras del idioma, fue muy atenta en todo momento y fue también quién llamó a nuestro taxi (conviene llamarlo porque los que contactan directamente con el turista, suelen cobrar precios mucho más altos) y esperó con nosotras, como lo podría hacer nuestra propia madre, hasta que el coche arrancó.
Como única pega, no ponen jabón y gel de ducha y la toalla es muy pequeña, así que conviene llevarlos. Pequeño precio para una estancia tan agradable.