Como ya comenté en el artículo introductorio a la ciudad de Marrakech, no planeé en exceso el viaje a esta ciudad. Como decidimos el viaje de un día para otro y lo sacamos para un tiempo próximo, no elegimos cuidadosamente cómo repartir nuestro tiempo en Marruecos (que era de cinco días). La cuestión era: ¿Vamos al desierto o no? Con siete horas de distancia, finalmente decidimos ir a Zagora, que no es desierto propiamente dicho (nos enteraríamos después), sino el principio de este.
Si bien creo que en cierto modo merece la pena (para conocer las kasbahs y los múltiples paisajes por los que pasamos: de la nieve al desierto) , aconsejo que se elija bien el touroperador con el que se hace el viaje, ya que a nosotras no nos gustó nada el que elejimos (Se llamaba Hostelsclub). Además de no hablar apenas español, el conductor que nos llevaba no parecía muy contento de tener que hablar con nosotros y en ocasiones parecía querer emular a Fernando Alonso. Además, no nos gustó el estado ni el trato de los dromedarios en los que nos llevaron hasta el campamento y el último día, incluso nos pidieron propina por hacernos una foto que, como no, no habíamos pedido.
Día 1: Primeras aventuras y desventuras en la Medina
Llegamos a Marrakech para la hora de comer y ya que nos alojamos cerca de la plaza Jemaa El Fna (os recomiendo nuestro hotel: Riad Maissoun), comimos por la zona. Durante el primer día hicimos nuestra primera incursión en la Medina, donde comenzamos a utilizar los servicios de los casi siempre locales amables (y que casi siempre querían algo a cambio). Visitamos el Mellah, barrio judío, el Palacio de Bahía y gracias a la idea de un muchacho, la zona de los curtidores de cuero, algo más alejada y más auténtica. Quisimos cerrar el día en un bar tomando una cerveza (en Marrakech hay muy pocos bares que vendan alcohol) por lo que preguntamos a un hombre, que volvió a abusar de nuestra confianza y a generar el primer enfrentamiento directo con un local (te lo contamos en nuestro artículo Marrakech para principiantes).
El bar al que fuimos merece mucho la pena, ya que además de tener cerveza (lo admito: en mi idioma libertad y placer sin cerveza tienen menos sentido), tenía una decoración tan colorida como recargada pero llena de encanto. Se trata del bar Dar Nejjarine, al que rebauticé como Moulin Rouge (porque era una construcción muy vertical y con telas de mil colores), y que tenía también unas preciosas vistas, tal que así:
Día 2: Kasbah Aït Benhaddo y Puerta del Desierto en Zagora
Al día siguiente madrugamos mucho para partir hacia Zagora, la puerta del desierto donde haríamos noche en un campamento con haimas. De camino, vimos paisajes de todos los colores (montañas, valles y vistas impresionantes) e hicimos parada en un pueblo antiguo marroquí (la Kasbah Aït Benhaddo) y Ouarzazate, donde aunque había un museo del cine y otro pueblo hecho de adobe, apenas tuvimos tiempo para tomarnos algo. LLegamos a Zagora al atardecer y montamos en dromedarios (una experiencia muy extraña, ya os contaremos en el post específico con más detalle) que nos llevarían al campamento. Allí cenamos y disfrutamos de una timbalada; y dormimos en una haima.
Día 3: Vuelta a Marrakech
Al día siguiente hicimos el camino de vuelta pasando por el Valle del Dra, al que solo nos dio tiempo a sacarle una foto. Volvimos a Marrakech, donde parece que vemos todo de otra forma, habiendo asimilado ya parte de las enseñanzas para sobrevivir en la ciudad: no preguntar/ no fiarse/no parar ni dudar demasiado.
Día 4: Compras por la Medina
Durante el sábado, visitamos las Tumbas Saadíes a primera hora de la mañana. De nuevo, nos decepcionó un poco la visita, pues aunque impresiona saber que hay en torno a un centenar de tumbas de la dinastía Saadíe de Marrakech y el espacio está cuidado, no da para mucho. En lugar de volver al zoco, seguimos la calle en dirección contraria y nos encontramos uno de los bares que más nos llamó la atención de la ciudad: Clock, de estética y ambiente hipster, lo más europeo que vimos quizás junto al ‘Moulin Rouge’ y tanto con una terraza como una carta y unos batidos geniales. Se puede diferenciar porque tiene un gran graffiti de Bob Marley en su pared principal.
Os lo enseño:
Después fuimos en busca de la Plaza de las Especias, que nadie acertó bien a indicarnos y que encontramos más adelante. El resto del día lo dedicamos a las compras. Marruecos y su zoco es un paraíso para hacer un regalo relacionado con la decoración (fundas de cojines, azucareros o pufs) e ideal si quieres comprarte un bolso de cuero o unas manoletinas de este material. Pero quizás no sea yo la persona más indicada para hablar del tema, porque no me van demasiado las compras en general. Disfruté sin embargo viendo como mis amigas llevaban a cabo el regateo con los vendedores y de los millones de recovecos del zoco, que parece que ya conoces pero donde siempre llegas (sin querer) a una calle nueva.
Llegamos sin intención a la Médersa Ben-Youssef (una madraza o escuela coránica), pero era ya algo tarde y simplemente tomamos algo en su terraza, que también es muy recomendable. Pretendíamos llegar al día siguiente, pero volvimos a enredarnos en los puestos del zoco y decidimos no entrar (eran 60 dirhams junto con el Museo de Marruecos, que tampoco teníamos tiempo para visitar).
En este paseo algún local intentó embaucarnos pero ya nos sabíamos la jugada. Y dejamos así de sentirnos como en los primeros días.
Día 5: La Medina atrapa
Del control de la situación, pasamos a disfrutar la ciudad. Así que en el último día, que pensábamos ir a la Médersa Ben-Youssef, acabamos paseando por el zoco e incluso haciendo compras de última hora. Si hasta yo caí… Ya casi no oíamos lo que nos decían una y otra vez (Mari Pili, Pantoja o española, sus motes preferidos), ni temíamos preguntar por miedo a ser engañadas, ya que al primer paso en que intentasen guiarnos, nos negábamos tajantemente.
Hace ya tiempo de este post, pero si en 2020 te animas a visitar Marruecos de nuevo, no dudes en escaparte a Blue Waves en Agadir. Un surf camp para principiantes, regentado por españoles y que ofrecen excursiones por el desierto y viajes a oasis de película! Allí nos veremos! 🙂