Digamos que el fin de un viaje supone un cambio de la mayor alegría a la profunda tristeza. La gran mayoría de los viajes tienen fecha de vuelta y eso es un mal trago que tenemos que afrontar. Pero cómo: ¿De forma triste o alegre? ¿Pensar en los buenos momentos o guardarlos en una cámara de fotos dentro de un cajón? ¿Afrontar el día con una gran sonrisa o con el bajón de sentir que ese no es tu sitio? Lo único que tengo claro es que no te puedes sentir indiferente. Llegar de un viaje es un momento duro, un cambio a veces drástico que te eleva o te machaca. O algo intermedio: te da alas que van rompiéndose poco a poco. La rutina suele acabar imponiéndose. Hoy veremos tres formas de sentirse al volver de un viaje.
Solución 1: Lo dejo todo
Definición del síndrome “lo dejo todo”: Dícese de la decisión de cambiar de forma drástica la vida de uno a raíz de un viaje. Véase: Llego de un transformador viaje a Asia y dejo mi trabajo y a mis seres queridos para emprender una aventura de un año por el lejano continente; me ha gustazo tanto la paz de una isla, llamémosla X, que me voy a vivir allí; o he disfrutado tanto en el viaje y he tenido tiempo de pensar que mi vida es una mierda insustancial, que he decidido cambiarla. Me voy a buscar trabajo y prosperidad a otra parte del mundo.
En mi opinión la mejor versión de este síndrome no es la decisión impulsiva según uno llega de viaje sino la semilla que se instala en tu cuerpo y mente cuando ves cosas diferentes y sales de tu zona de confort. ¿Era mi trabajo tan importante como parecía? ¿Por qué ahora todos mis problemas me parecen tan pequeños? ¿De verdad merecen la pena ocho horas al día dejándome la piel por un trabajo que no disfruto? ¿He dedicado algún año de mi vida a disfrutar? ¿Semanas? ¿Días? De ahí que uno pueda tomar pequeñas o grandes decisiones; tomarse un año sabático con los ahorros en lugar de decidir dejárselo todo para comprar una casa o simplemente buscar otro empleo que aún dando menos dinero, dé más gratificaciones; dé más días de vacaciones o deje elegir libremente estos últimos.
Solución intermedia: Aprovechando las alas del viaje
Hace poco cuando llegué de mi viaje a Indonesia, escribí: “Bendigo esa sensación de llegar de un viaje y creer que con toda la energía recopilada imprimirás a tu vida cambios y la rutina será menos rutina; firmar un armisticio con el mundo; creer que podrás mantener esa alegría activa por el resto de tus días”.
¿O es que no os ha pasado? Esa sensación de libertad de un viaje que hace que te levantes con más ganas por la mañana y digas: Así sí. Que la otra sensación de enclaustración y de que en tu vida no pasa nada diferente ha desaparecido. Que ya no parece que trabajes tanto porque la acumulación de días, de cansancio y de NoPuedoMás son muchos menos. Sí. Para mí, eso es así. Siempre llego de un viaje con más fuerzas y más ganas que nunca… digamos que si me hubiera hecho un análisis, tendría muy altos los índices de felicidad. El problema es que el tiempo pasa y todo acaba pasando. Solución: otro viaje. Y así se continúa la rueda que es la vida. ¡Y a vivir!
Solución 3: De frustración al olvido
Hay diferentes formas de afrontar las cosas y volver al trabajo, la rutina y el atasco de la ciudad es para muchos un bajón total. Se sienten que no encajan en la vida que han llevado tanto tiempo. ¿Qué hago yo aquí con lo bien que estaba hace una semana? ¡No! ¡no! ¿Por qué? Pero poco a poco, como todo, el tiempo acabará con esa frustración. Olvidarán casi por entero su experiencia. Y como en la mayor parte de las cosas: otro clavo sacará a otro clavo y al volver a viajar volverán a sentir esas mismas sensaciones. Y, ¡benditas sensaciones!
¡Muy buen post! Me veo totalmente reflejada en esas sensaciones.
Especialmente en la segunda que es en la que estás continúas tan de subidón, que empezar un blog de viajes te parece una buena idea, ¿verdad? 😛
Hasta que llega la frustración…y te toca volver a planear un viaje, y así sucesivamente =D
Gracias por la opinión, Sara 😉
Yo también he pasado por las tres, así que nos entendemos. Yo el blog lo empecé de otra forma mucho más planificada (cosa rara en mí, pero mira…), pero ahora estoy mucho más metida y haría muchas cosas impulsivamente.
¡Un abrazo!
A mi el bajón normalmente me dura el tiempo del avión de vuelta, siempre que sea largo de 6 horas en adelante, ahí noto que todo se ha acabado, pero una vez llego a casa comienzo a ver fotos y vídeos y me vengo arriba, total que me pongo a pensar en el siguiente viaje a realizar y así estamos con un círculo continuo 😀
¡Saludotes!
Pues mira que yo en la vuelta siempre voy con un cansancio feliz, como me gusta a mí llamarlo. Pero es volver… e incluso ver las fotos me hace daño 🙁
Pero vamos, al pensar en viajes, no puedo ponerme más que feliz. A seguir viajando.
¡Un abrazo!
Con cada viaje, yo paso por las tres sensaciones. La primera, la de la semillita de dejarlo todo, hace tiempo que la siento y, cada vez más, noto cómo crece en mi interior.
El bajón-frustración suele durarme un par de días… Al tercer día ya estoy pensando en el siguiente viaje!
Es bueno saber que no somos los únicos a los que se nos pasa por la cabeza dejarlo todo por lo que más nos gusta hacer.
¡Gracias por el comentario, Ali!
Un saludo 😉
Ay esos sentimientos… y cada vez mas a la vuelta del viaje sintiendo la 1º la de lo dejo todo y me voy!!! pero luego se calman las cosas y aunque el sentimiento sigue ahí de momento no es tan precipitado por que hay cosas que arreglar por aquí pero pensando cada vez mas en ello 🙂
Muy buen post y que tantos viajeros sentimos identificados 😉
¡Saludos!
Gracias por el comentario Silvia,
habrá que seguir tirando, como dices, y ver las cosas con menos impulsividad, pero supongo que cuando se piensa en ello ya nunca desaparece del todo de la cabeza.
Seguimos en contacto a ver cómo evoluciona el sentimiento 😉
¡Un saludo!