Colmar es uno de los pueblos más bonitos, sino el que más (no los conocemos todos), de Alsacia. Seguramente sepas de su existencia por alguna foto navideña que alguien ha compartido y has pensado: ¡Pero qué bonito! ¡Quiero ir ahí! Eso me pasó a mí gran cantidad de veces hasta que este verano me decidí a visitarlo junto con mis padres, hermana y bebé. Un viaje en familia que salió súper bien y que te recomiendo si te lo estás pensando. Los meses de verano son una buena época para ir, pues aunque sigue habiendo turismo, hay menos gente que en Navidad y se visita la zona con cierta calma. Estuvimos 3 días, así que nos cundió, y quedamos encantados.
La entrada a la ciudad: el Parc du Champ de Mars da para mucho
La estación de tren de Colmar está cerca de su casco antiguo, así que el primer día llegamos al hotel andando. De camino y por la hora, paramos a echar la siesta a Luca en el Parc du Champ de Mars, el principal parque de Colmar, que da para mucho. Volveríamos en más de una ocasión a este animado parque, donde tomar un café es de lo más agradable y si viajáis con niños, ideal para un rato de parque o sofocar el calor con las fuentes de agua que tienen en el suelo. Además, allí está el típico cartel con el nombre de la ciudad, en rojo, donde dejar registro con una foto de tu visita a la ciudad.
También está una preciosa fuente: la Fontaine Bruat, obra del escultor Auguste Bartholdi, el ciudadano más ilustre de Colmar y creador de la mismísima Estatua de la Libertad. De hecho, la ciudad también tiene su réplica, donde nosotros no fuimos al no tener coche y no estar especialmente interesados.
Adentrándonos en su casco antiguo
Para conectar el parque y el cogollo turístico de Colmar, tan solo se debe coger la Rue des Marchands, una calle súper animada donde se encuentran el museo de Auguste Bartholdi (donde no entramos) o la popular casa Casa Pfister, un icono de la arquitectura de Colmar. Además de la madera y sus resultones balcones, esta obra tiene murales con representaciones bíblicas y profanas.
Si en este punto, tomamos la calle Rue Mercière, llegaremos a la plaza de la catedral, liderada por la Colegiata de San Martín. Aunque este verano estaba en obras, esta zona es súper chula y tiene cierta calma dentro del trajín que siempre se cuece en la zona más céntrica de Colmar, allá al final de la Rue des Marchands.
Me gustó especialmente un rincón de la Plaza de l’Ancienne Douane, donde estaba el restaurante The Court of Angels (La Cour des Anges). No fue una comida espectacular (no lo fue prácticamente en ningún lugar de nuestro viaje, no sé si no tuvimos suerte), pero era súper chulo y agradable.
Un lugar mágico: La Petite Venise
Pero sin duda quedarse ahí sería un error. El punto donde Colmar es más Colmar, y si te parecía que habías visto belleza, tu cabeza puede explotar, es tomando la Rue de la Poissonnerie hasta la La Petite Venise, una zona de canales y fachadas de colores que hacen que esta ciudad sea de cuento. Hay varios puntos a lo largo de esta zona donde los puentes ofrecen vistas espectaculares.
Teniendo tres días volvimos sobre estos pasos varias veces, asumiendo la preciosidad que teníamos delante. Creo que el hecho de que sea verano también influye para disfrutar plenamente de estos lugares. Paseando tranquilamente, disfrutando de una comida, o bien de un café, un helado o un dulce. Es lo que más me gusta de viajar: disfrutar del ambiente de los sitios. Y aunque Colmar es tan turístico que a veces cuesta discernir su verdadero carácter, quizás ya sea ese: el de una ciudad de cuento.
El Colmar más urbano
Un poco más allá del casco antiguo, tendremos varias calles que si bien conservan la arquitectura, tienen un perfil más comercial. Son la Rue Des Clefs y la Rue Vauban, donde si tienes algún antojo, puedes entrar a una tienda; pero también puedes comer, tomar un helado o un café.
Siguiendo por la Rue Des Clefs, se encuentra también la calle Rue des Têtes, donde se encuentra la famosa casa homóloga, creada con detalles del arquitecto Auguste Bartholdi (hoy hotel y restaurante); y donde sigue el encanto arquitectónico del lugar. Allí podrás también hacer un parón en los paseos turísticos del día y contemplar el verde de la Plaza de Unterlinden.
Visitar otros pueblos de Alsacia
Alsacia tiene un montón de pueblos preciosos que nos hubiera gustado visitar y una cultura vitivinícola que nos hubiera gustado paladear, pero una vez allí nos dimos cuenta que las conexiones no eran buenas en transporte público. Si deseas visitarlos, te recomiendo que cojas siempre coche de alquiler.
Además de ser difícil acceder con transporte público, nosotros nos encontramos con un problema que no entendimos muy bien al principio. Luego hablamos con la gente de allí y nos enteramos mejor. La cuestión es que en Alsacia, el máximo de personas que se pueden subir a un taxi son cuatro y cuentan a los bebés también.
Aunque leímos que es legal llevarles en brazos, generalmente se quejaban porque con él éramos cinco. Para quiénes lean esto y se echan los brazos a la cabeza, comentar que es legal porque hay pocos taxis con silla de bebé. De hecho cuando íbamos a una parada, nunca había taxis con silla. Al final, hablando mucho con ellos siempre aparecía alguno que nos llevaba, a pesar de haber llegado nosotros a otra solución: coger dos taxis.
Eguisheim, un pueblo precioso
Así llegamos a Eguisheim, donde estuvimos una mañana. Este encantador pueblo es una pasada de principio a fin. Es bastante manejable, así que la mejor idea es patearlo de arriba a abajo. Así lo hicimos nosotros, aún viajando con bebé/niño (Luca tiene año y cinco meses). Carrito arriba, carrito abajo, nos fuimos embelesado y maravillando. Le Pigeonnier es uno de los puntos más populares del lugar, encuentro súper peculiar de dos calles estrechas e irregulares.
El pueblo tiene un trazado circular, así que pronto nos ubicamos. Recorrimos la Rue du Rempart sur y la norte, flipando con las fachadas y los locales a los que no falta detalle. En este caso, son un poco más caóticas que en Colmar pero en conjunto dejan una sensación de haber estado en un lugar de fantasía.
Luego en la parte central del pueblo está la plaza del Castillo y los principales establecimientos de cara al público. No dejes de admirar la Fontana de Saint-León, la estatua de San León IX o el Castillo Bas d’Eguisheim. Cuando nos cansamos de admirar su belleza, nos volvimos de nuevo a Colmar en dos taxis.
Detalles prácticos en Colmar
Dónde alojarte: como viajábamos con el bebé, yo quería desde el principio alojarme en un apartamento y no en un hotel. Pero busqué en Booking, que es donde casi siempre reservo para hospedarme. Encontré una opción que me encantó: My Sweet Homes – Le 15, que os recomiendo. Éramos cinco personas y pagamos 682 euros.
Está muy bien ubicado (en el número 50 de la Grand Rue), está súper limpio y es una de esas construcciones típicas de Alsacia. Por poner un pero, al ser una casa abuhardillada, eran muchas escaleras y bastante pendientes, pero con un poco de cuidado, no era un problema para Luca.
La verdad es que a mí me encantó. También hay que tener en cuenta que en verano en esta zona hace bastante calor, con lo que yo miraría si tiene aire acondicionado. Justo los días que estuvimos no fue necesario, pero sí tenía un aparato.
Cómo moverte: como he adelantado ya llegamos en tren a Colmar. Es súper fácil poder reservar desde España en la página de Omio, que también está presente en España. Lo bueno de Colmar es que desde la estación al hotel, llegamos andando y por la ciudad te mueves sin problema.
No obstante, para conocer los pueblos de alrededor, es difícil moverse. Si no tuvieras coche de alquiler (que seguramente sea la mejor opción), puedes barajar moverte en taxi, como hicimos nosotros. Para llegar a Eguisheim pagamos 17 euros. Además de un taxi normal puedes utilizar Uber o Bolt. Esta última no la conocía pero en Francia (y por lo visto en España también) es muy común. Al ser la primera vez que la usaba, a nosotros nos hicieron un descuento. Si no te importa gastar dinero y tienes tiempo suficiente, puedes reservar un tour que te lleve a varios de los pueblos de la zona.