Ámsterdam es el lugar donde coger una bici puede ser el mejor medio de transporte, el lugar donde aún puedes tragar humo cuando comes, el lugar donde pagas 40 euros por una habitación doble a la noche pero también puedes comerte una hamburguesa por 2,5 euros en un puesto callejero; Ámsterdam es fundamentalmente canales, bicicletas y coffeeshops, pero también es paseos en barco, cultura y excursiones a zonas más tranquilas.
Aunque parezca que la fiesta lo persigue a uno por esta ciudad (y así es en realidad, cuando te vas a casa, todas las plazas están llenas de ambiente y si no, en ocasiones, el ambiente se traslada a los hoteles), Ámsterdam tiene mucha vida diurna. Solo un paseo es una gozada; esta ciudad es la “Venecia del Norte” y en ella se suceden muchas imágenes de postal. Como ingredientes básicos, la estampa la componen un canal, fachadas típicas de Ámsterdam y bicis. Los ingredientes complementarios son una vivienda inclinada (y bastante…) o el codiciado sol (¡qué frío hacía!).
Pero además, el viajero puede recorrer los barrios más modernos de la ciudad, como Jordaan, patear los variados mercadillos (el más conocido Albert Cuyp, en el barrio de Pijp o el de la plaza de Waterloo) dar un paseo en barco y ver la ciudad desde otra perspectiva, alquilar una bicicleta y recorrer los parques de la ciudad o entrar a un museo, pues hay museos para todos los gustos. Este es un tema aparte.
Parece que Ámsterdam ha creado un museo para cada afición, producto o artista propios de la ciudad u Holanda. El repertorio va desde el museo erótico, pasando por la Casa-museo de Ana Frank, el Museo Heineken, el museo Van Gogh, el museo Hermitage de Ámsterdam, el Rijksmuseum (que reabre este abril) hasta el Museo del Cine. La verdad es que yo no suelo ir mucho a museos si tengo pocos días, pero esta vez al contar con cinco, me animé y visité la casa-museo de Ana Frank, el museo erótico (bastante prescindible por 7 euros), el Museo del Cine (que no es un museo propiamente dicho y que tiene una zona gratuita, que fue a la que fui) y el Hermitage, que acogía temporalmente la obra de Van Gogh por reformas en su propio museo (me gustó mucho porque el artista me encanta pero me dolieron los 15 euros).
Otra cosa importante es que para moverse en esta ciudad el medio de transporte más útil (además de la bici) es el tranvía. Ámsterdam tiene encanto hasta para eso. Suele llegar a todos los puntos importantes de la ciudad y es que la urbe no es muy grande. Si tenéis varios días el consejo más valioso es que os mováis a otros pueblos como Zaanse Schans, típico por sus molinos pero también muy bonito o el triángulo formado por Volendam, Edam y Marken. Otra excursión que debe merecer mucho la pena es al campo de Keukenhof, el mayor en plantación de bulbos del mundo. Este año la primavera ha llegado tarde al país y apenas había un 20% de las flores abiertas, por lo que dejamos esta excursión para otra ocasión.
Como en todas las ciudades, la mejor manera de defenderse es aplicando el dicho: “Donde fueres, haz lo que vieres”. Y no me refiero a tener que fumar un porro o contar con los servicios de una señorita… Si en París aprendes rápidamente a cruzar en rojo porque la gente literalmente se tira, en Tailandia corres a alquilar una moto porque ser peatón puede considerarse hasta peligroso, ¿por qué no coger una bici en Ámsterdam? Aunque al principio pueda parecer raro, no hay problema porque el centro está lleno de carriles bici y se podría decir que el “ciclista siempre tiene la razón”.
Creo que hice bien cogiendo la bicicleta el último día porque fue la culminación a una admiración por la ciudad que comenzó el primer día. Como en anteriores ocasiones en Tailandia o Francia, descubrí el encanto de la ciudad hasta llegar a afirmar: ¡Quiero vivir aquí! Su forma de vida, en apariencia al menos más tranquila y abierta, el paisaje de bicis y la belleza de la ciudad me encandiló día tras día. Lo de la bici es un tema que daría también para mucho. Esos ¿pequeños? detalles parecen influir en el bienestar de los locales y por extensión, de los turistas. Creo que muchos ministros en España nos harían a todos un favor dándose un viaje de un mes por Europa, aprendiendo de otros países y aplicando las cosas que hacen bien.
Aunque eso sí, el clima no lo cambio. Pasamos mucho frío y el recepcionista de nuestro hotel nos informó que era todo el año prácticamente así (esto se reflejaba en que en los días que hizo sol, todo el mundo se iba a las terrazas y colocaba sus sillas dispuestas hacia el astro). Nunca se puede tener todo.