A poco menos de 6.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, nos espera el Uhuru Peak, cumbre del monte Kivo, cima del volcán Kilimanjaro y techo del país de Tanzania y del continente africano, todo en el mismo lote. No, no se trata de una peligrosa aventura de alta montaña, de una difícil escalada alpina; nada de eso: al Kilimanjaro, aunque parezca increíble, ¡se sube andando! Así que hoy os descubriremos algunas de las claves para la ascensión.
Subir al Kilimanjaro lo puede hacer cualquiera que cumpla dos condiciones imprescindibles: estar en buena forma física y ser capaz de soportar las consecuencias, a veces nefastas, de la altura.
Lo primero se puede conseguir practicando ejercicio continuado durante un tiempo largo, mejor trekking o algún otro deporte de montaña. Lo segundo es más complicado, pues depende de cada persona y uno no sabe cómo va a reaccionar a más de tres mil metros de altura, sobre todo al traspasar el umbral de los cinco kilómetros.
Cuánto más se sube, menos oxígeno y menos presión en el aire, lo que exige al organismo a adaptarse a unas condiciones anómalas. Si no se le da para ello el tiempo necesario (como ocurre, por razones de economía cronológica y monetaria, en el ascenso al coloso africano), la aclimatación suele resultar insuficiente y nuestro cuerpo lo anuncia con síntomas (fatiga, respiración forzada, sueño, mareo, desorientación, dolor de cabeza, náuseas, vómitos, diarrea, malestar general) que, si llegan a ser severos, obligan a descender y abandonar el objetivo de culminar la empresa.
Los enormes desniveles y el escarpado terreno, además, colaboran a ello. Es lo que ocurre en el Kilimanjaro, la montaña sagrada de los chaggas (la etnia que en sus faldas vive de la agricultura, la ganadería y el turismo y de la que sale la mayoría de sus guías y porteadores, esos duros y serviciales sherpas africanos): según las estadísticas, la mitad de los intentos de ascensión se quedan en el empeño.
Tanzania está situada en el África Oriental, pegada al Océano Índico, con una extensión casi el doble que la de España y una población algo inferior. El Parque Nacional del Kilimanjaro se ubica al norte, muy cerca de la frontera con Kenia, y el mejor medio de acercarse hasta él es viajar a las ciudades de Arusha (su aeropuerto recibe vuelos internacionales) o Moshi (más pequeña, más acogedora y a poco más de una hora de aquella por carretera). Aquí se puede contratar la subida (es obligatorio pagar las tasas de entrada y acampada en el Parque y llevar guía, cocinero y porteadores) en cualquiera de las agencias habilitadas, no sin antes comparar ofertas y regatear duramente, deporte continental, el precio final.
También elegir, de entre las cinco principales, la ruta más conveniente; aunque las diferencias no son determinantes, se recomienda la ruta Machame: no es la más concurrida, se puede realizar en seis días o menos y ofrece buenas panorámicas, mejor aclimatación y más completas vistas del Kili, al que se accede por el oeste, se rodea a lo largo de toda la cara sur y se corona por el este.
Con todo, la experiencia de pasar en poco tiempo del trópico al frío polar, descubrir cada día un paisaje nuevo (selva virgen, brezal gigante, desierto alpino, vulcanismo lunar, glaciares), disfrutar de increíbles panorámicas, ver amanecer desde su cráter inmenso, saberse en lo más alto del continente negro con la infinitud de la sabana a tus pies, es algo emocionante e inolvidable, una aventura irrepetible de esas que se hacen una vez en la vida. No os la perdáis. ¡Ánimo y a por ella!
Fotografía: Alberto Campa