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*Desconectar = Hacer que un sistema mecánico o eléctrico deje de tener contacto con una fuente de energía y se interrumpa su funcionamiento (RAE)

Nadie duda a estas alturas que viajar es una actividad que alimenta nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu. Y en esta situación influyen un montón de factores físicos y psicológicos que se nos escapan. Pero viajar nos sienta fenomenal. “Desconectamos”; “nos evadimos”; “cambiamos nuestra vida por unos días”. Apagamos el botón de la rutina hasta la vuelta. En estas líneas, quiero profundizar sobre este tema y el bien que nos hace el viaje como desconexión. Y aún más si cabe, cuando nos permite formatear y empezar de cero.

Desconectar la rutina 

Viajar es la mejor forma que conozco de dejar a un lado la rutina y las obligaciones. Todo el año trabajando intensamente, cocinando y recogiendo la casa hace que nos merezcamos unos días en los que solo haya espacio para disfrutar. Porque además de cambiar de aires, viajar trae consigo también una de las actividades más interesantes y disfrutables que conozco: descubrir cosas.

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Con el paso de los años, me obsesiona la idea de que el mundo es enorme; y las formas de entenderlo también. La cuestión es que quizás nosotros vivamos y conozcamos tan solo un 0,0000001% de la variedad de la vida. Y quiero siempre conocer más. Por eso, también viajar me parece la mejor manera de ocupar los días de vacaciones; y de salir de nuestra manera de entender las cosas. Porque la rutina también va conformando nuestras ideas y éstas corren el riesgo de estancarse.

Volviendo a la definición de desconexión, viajar nos permite desconectarnos durante un periodo de tiempo. Pero a veces no todo es tan sencillo. Aunque intentemos desconectar la fuente de energía, el cerebro no funciona como un electrodoméstico. Recientemente, viajé a Gran Canaria y me di cuenta por primera vez, que no podía desconectar 100%. El periplo fue corto y estoy segura de que si hubiera dispuesto de más días, lo hubiera conseguido. La cuestión es que he tenido una etapa con más estrés que nunca y en la lucha de la rutina y el viaje, venció la primera de ellas.

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La realidad es que al volver a casa, el sentimiento de otras ocasiones no era el mismo. Por eso creo que más allá de desconectar, lo que debemos perseguir es el formateo. No intentar alejarnos y ya está; sino pensar y asumir lo anterior y darle carpetazo con las ideas claras. A veces, como adelanté, es difícil; quizás porque estamos dejando que nos pidan más cosas de las soportables o algo va mal, y al no cerrarlo, nos sigue persiguiendo. Quizás el viaje es un buen momento para darnos cuenta y arreglarlo al volver.

El objetivo: formatear a través del viaje

Formatear ni siquiera tiene definición en español, pero sabemos que comúnmente es así conocido el proceso de “eliminar todo aquello que se encuentra dentro de la unidad de almacenamiento”. La cuestión es poder estar en paz con todo aquello que viene de atrás y poder comenzar de nuevo. Pero claro, para ello, necesitamos poner en claro todo lo que hemos almacenado durante los últimos tiempos. Y viajar permite sacar a la luz esas cosas.

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Ser más conscientes de lo que queremos

Hay otra cosa que el viaje como desconexión nos permite: evitar la inercia. La rutina conlleva por definición la inercia (hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y de manera más o menos automática) y el viaje, a veces intenso y a veces contemplativo, nos conduce a todo lo contrario. Por eso es muy habitual volver de un viaje con ganas de dejarlo todo. Porque además de llevarnos a espacios más relajados, nos muestra que ahí fuera, más allá de nuestra rutina, hay millones de cosas que nos estamos perdiendo.

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Y más allá del halo romántico de esta perspectiva (al final casi siempre volvemos a la rutina porque es lo que también queremos, nuestro refugio), el viaje nos plantea preguntas, que son necesarias para dirigir nuestro rumbo. ¿Hacemos lo que queremos en el día a día? ¿Nos falta algo? ¿Cómo cambiarlo en caso de que no sea así? ¿Somos felices? Las grandes preguntas de la vida brotan y con las respuestas, más o menos definidas, comenzamos a ser conscientes de lo que queremos. Y sobre todo, de lo que no queremos.

Por eso, agradezco profundamente a los viajes que me generen consciencia (Capacidad del ser humano de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella). Porque la visión de lo que pasa más allá de nuestra rutina es una genial forma para percatarnos de cómo es la nuestra. Y en general, viajar es también una herramienta para darnos tiempo; para tomar distancia; para despertar cosas, sentir y pensar; en definitiva, para VIVIR.

por Irene

Periodista desde 2008. Inquieta y curiosa de toda la vida. Abierta a todos los planes; ¡no hay destino que no merezca la pena!

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