En este capítulo llega un momento clave en el viaje: llegamos a La Spezia, región italiana desde donde salen los trenes a Cinque Terre, nuestro mayor objetivo del viaje. Por una confusión en los horarios, pasamos un día en el camping de un bonito pueblo cercano (Lerici) y al día siguiente cogemos el tren para conocer los cinco pueblos Patrimonio de la Humanidad, pero debido a las condiciones climatológicas el paseo a pie está cerrado y solo visitamos en tren dos: Monterosso y Manarola. Aún así podemos disfrutar de la belleza de estos lugares y hacernos una idea de cómo es el paseo entre ellos -en la primera parada caminamos un poco y contemplamos el espectacular paisaje, hasta que no podemos continuar-.
Todos estos lugares están en la región de Liguria, un coleccionable de paisajes preciosos, pueblos llenos de encanto y la mezcla perfecta de altas montañas y mar. Aunque Cinque Terre es lo más turístico, hay una infinidad de pueblos con los que deleitarse: normalmente situados en lo alto de las colinas, con casas con fachadas de colores y donde suele destacar entre todas las construcciones, la iglesia.
En ocasiones nos preguntamos por qué están todos situados en lo alto de las montañas, con los problemas de transporte que ello puede conllevar, aunque nos alegramos porque al fin y al cabo son toda una alegría para la vista. Recomendamos visitar también (nosotros corrimos demasiado y no paramos en ellos) Portofino, Portovenere y Rapallo, muy conocidos turísticamente.
Cuando llegamos a La Spezia por la mañana nos damos cuenta que esta localidad no es precisamente bonita: es muy industrial ya que en ella hay un fuerte desarrollo de arsenal militar marítimo. Paramos en la oficina de turismo y nos hicimos con los horarios para visitar Cinque Terre y con la dirección del camping en Lerici (Manarula – precio noche dos personas: 37 euros; bastante más caro de lo habitual, pero hay que asumirlo: esta zona es bastante cara). Nos confundimos porque ese mismo día podíamos haber partido hacia los pueblos sobre el acantilado, pero agradecemos también poder conocer pueblos tan bonitos de la zona como San Terenzo o el propio Lerici. No hace especial buen tiempo esos días, una pena porque tienen playa. De camino al camping, disfrutamos de unas preciosas vistas, que podemos ver en la siguiente imagen. Se trata del golfo de los poetas, que responde a ese nombre por ser lugar de atracción para literatos de épocas pasadas, y desde este punto hay una indicación para poder bajar al pueblo. En el alojamiento, disfrutamos también de un precioso paisaje y una puerta al mar, que rompe sobre las rocas de la zona.
Por la tarde paseamos por Lerici, sobre todo por la zona del puerto y la plaza central, a la que da nombre Garibaldi. Subimos también por las calles empinadas para lograr unas bonitas vistas y desechamos subir a su castillo, hoy también museo geopaleontológico. También es muy recomendable, si no os alojáis en la zona, subir a ver la panorámica desde Tellaro, un pueblo cercano. Por la noche cenamos en un restaurante la especialidad local: pizza, como no, por el módico precio de 6 euros.
A la mañana siguiente vamos a la estación de tren para visitar por fin Cinque Terre y cual es nuestra sorpresa que por mal tiempo, el camino que va desde Monterosso a Riomaggiore a pie (el billete que habitualmente se compra) está cerrado. La única opción que nos queda (y de la cual nos damos cuenta tarde porque no nos entendemos muy bien con el personal de la estación) es visitarlos parando en cada uno de ellos. Dado que vamos a tardar mucho y se va a hacer pesado, decidimos visitar Manarola, que conocemos de muchas fotos y sabemos que tiene fama de ser el más bonito, y Monterosso. Nos quedan pendientes Corniglia, Vernazza y Riomaggiore, que podemos ver en otras tantas imágenes por la zona. El encanto de casi todos ellos es el siguiente: un pueblo recostado sobre un empinado acantilado que cae al mar; un mar con un agua que tiene un color especial: claro, limpio en los días soleados; grisáceo, en los más oscuros. Y cuando está bravo es todo un espectáculo ver romper las olas. Esto sí podemos comprobarlo.
Además, Cinque Terre ha sido catalogado junto con Portovenere y las islas de Palmaria, Tino y Tinetto Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, por sus particulares condiciones geográficas y medioambientales.
Monterosso fue nuestra primera parada. Aunque este pueblo no es tan característico como el resto en la parte de las casas, su paisaje es muy bonito. Tiene playa y en él comienza la ruta que no pudimos hacer. Mirando a izquierda y derecha se distingue una salida al mar tan cerrada por las montañas que parece que estamos atrapados en otro tiempo. Después de disfrutar por su paseo marítimo, algo irregular, tomamos algo y decidimos ir a Manarola.
Cuando llegamos a la plaza central, su tamaño da cuenta de que este pueblo no es grande. Pero grande es su encanto: una pequeña calle estrecha lleva al mar; en ella hay barcos y muchos establecimientos que también muestran el carácter turístico del lugar (fuimos en septiembre y estaba lleno). En el encuentro de este pueblo con el agua reside su encanto: en la zona hay bancos y un paseo que lleva al cementerio -en este punto hay una zona de merendero y baños públicos-.
También allí disfrutamos de lo mejor de la localidad: sus vistas. Contemplando el paisaje más típico de la región, intentamos captar esa belleza en imágenes. Creo que no es posible. Después de comer, subimos hacia la parte de arriba del pueblo (¡ojo con la cuesta!) y vemos las terrazas donde los habitantes se ganan la vida con labores agrícolas; también la iglesia de San Lorenzo. Y poco más: el pueblo es pequeño. Pero desde luego ha merecido la pena.
¡No os perdáis nuestros anteriores capítulos sobre este viaje en furgoneta por la costa oriental francesa!
España, Francia e Italia (III): Provenza, Antibes y Génova
España, Francia e Italia (II): Gruissan, Saint-Guilhem-le-Désert y Arlés
España, Francia e Italia – I parte: Costa Brava y Colliure