“No viajar para huir de la vida, sino para que no se escape”, que decía el tópico. Viajar para aprovechar el tiempo, quizás el poco que nos queda si trabajamos intensamente durante la semana; viajar para salir ahí fuera y compartir momentos intensos con quiénes viajamos. Con estas premisas fui a Lagunas de Ruidera, uno de los humedales más importantes de España y parque natural protegido donde escapar del ruido y de Madrid por el tiempo suficiente para llegar a notarlo. Para volver con las ganas de más de ese tipo de planes.
Quizás por circunstancias y cada vez más me gusten los viajes de fin de semana. Hay cientos de opciones, reflejadas por ejemplo en páginas como Weekendesk, para disfrutar de planes de naturaleza, gastronómico, de pareja, de grupo de amigos…y como ya he dicho otras veces, conocer mejor España y dejarme sorprender por sus rincones. Así fue cuando disfruté de una bodega en La Rioja, de la naturaleza más explosiva en Huesca o en la playa con amigas en el balcón del Mediterráneo, Altea.
De camino a Ruidera: tierra de molinos y el Quijote
«En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
–La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra”. El Quijote.
Esos gigantes, plasmados por nuestro personaje literario más laureado, son hoy de alto interés turístico tanto por su función tradicional como su protagonismo en la obra. Consuegra es el pueblo más concurrido para visitarlos, con doce molinos repartidos en un camino precioso, y cuyos usos ahora son de lo más variopinto. Se pueden comprar souvenirs al modo guiri, tomarse el café mañanero en tan bello lugar o comer en un gastromolino donde disfrutar de la también riquísima gastronomía manchega.
En Campo de Criptana también merecen la pena y siguen produciendo esa mezcla fascinación por cómo eran las cosas antes y por su arrebatadora apariencia. Paramos en este caso también en el pueblo, con una animada plaza donde la gente aprovecha el buen tiempo y la tranquilidad para echar un rato.
Llegamos a Ruidera y el tiempo paró
Seguimos nuestro camino hasta llegar a Ruidera, donde el tiempo paró. Porque durante una tarde apenas tuvimos más distracción que recorrer las calles semivacías del pueblo, tomar cerveza y arreglar el mundo en una terraza. Gran plan. Recogeríamos pronto porque la actividad estrella era hacer una ruta por el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera y dejarnos sorprender por sus encantos naturales, como así fue.
Mi primera recomendación es que vayáis con ganas de andar y que elijáis la ruta larga, que tiene un total de 16 kilómetros. Es sencilla, apenas hay cuestas y los paisajes que se irán sucediendo merecen realmente la pena. Nosotros habíamos valorado llegar a La Redondilla y volvernos, pero luego nos animamos y aún veríamos algunas de las mejores vistas de las Lagunas de Ruidera. Otra de las cosas que se nos fueron planteando fue que esa imagen de cataratas de agua cayendo de una zona de terreno a otra iba a ser difícil de ver. Este año ha llovido mucho pero tendría que haber sido en mucha mayor medida para que el agua llegue hasta ese punto. Había algunas pequeñas en algún lugar más bajo y nos hacían imaginar el punto de belleza que alcanzaría el resto en condiciones óptimas.
No obstante, el hecho de que las aguas fueran claras y que nos tocase un día de sol precioso hizo que disfrutáramos también de un paisaje único, precioso y sorprendente a cada paso. Puedo asegurar y aseguro que tenía la voluntad de no hacer tantas fotos pero en cada vistazo quería dejar reflejado el encanto de estas lagunas.
El fenómeno que se produce es debido a la composición de los materiales de la zona, que recibe el agua del Acuífero 24 situado en Campo de Montiel. Este agua va dejando carbonato cálcico hasta formar las barreras tobáceas que unen las diferentes lagunas y que se pueden observar en los extremos de algunas de ellas, formaciones también que llamaron especialmente mi atención. El paisaje formado es muy similar de hecho al paisaje de Parque Nacional de Plitvice (declarado Patrimonio de la Humanidad) y me quedé con muchísimas ganas de verlo en todo su esplendor. Así que habrá que volver.
En nuestra ruta vimos hasta siete lagunas -la Laguna del Rey, la Laguna Colgada, la Laguna de Santos Morcillo, la Laguna Lengua, la laguna Redondilla, La Laguna Tinaja y la Laguna Tomilla- a cada cual más bonita y el agua más cristalina, siendo sus intersecciones también bellos lugares, en ocasiones con miradores naturales y donde parábamos constantemente.
Para finalizar el día y premiarnos por el esfuerzo, comimos en el restaurante La Vega, con buenas vistas a otra de las lagunas y comida muy rica. Casera y de la tierra, con buenos postres y buen servicio. Una guinda perfecta para un fin de semana perfecto.
*Si os ha gustado esta zona, me gustaría recomendaros otras paradas de Castilla La Mancha, una región que he visitado varias veces y cada vez me gusta más. Cuenca y sus alrededores tienen muchísimas actividades que ofrecer, así como la Sierra del Segura, en Albacete, un paraje natural encantador. ¡La Mancha es genial!
Santiago 