Aunque es la isla más grande y poblada de las Afortunadas, su territorio es fácilmente visitable en unos pocos días. Su relieve abrupto y de paisajes variadísimos, del barranco al valle, del bosque a la montaña, del acantilado al mar, está presidido en pleno centro por la mole del Teide, un dios volcánico que rige la vida de los tinerfeños desde su trono de caldera y cañadas. Y, ayudado por vientos tropicales y corrientes atlánticas, hace que su clima siempre cálido y soleado ofrezca variaciones locales para todos los gustos. Te llevamos al norte y al sur de Tenerife, apuntando lugares que podrás visitar en un recorrido de seis días por la isla. No osbtante, puedes ampliar información con otros sitios del norte de la isla que visitar u otro recorrido que hicimos en otra ocasión.
Sin perder su carácter insular de puente intercontinental ni sus viejas tradiciones guanches, hoy es uno de los grandes destinos de invierno, su temporada alta, para los europeos que huyen del frío. Así que la mejor opción es reservar hotel en una zona tranquila y hacerse con un coche para conocer los interesantes atractivos de este pequeño paraíso zoomorfo que mira, desde el centro del archipiélago, hacia la costa africana.
Norte de Tenerife
Santa Cruz de Tenerife: la capital del territorio
Empezamos por la capital, al nordeste. Las carreteras son, en general, bastante aceptables, pero las distancias cortas, el perfil sinuoso y el abundante tráfico nos invitan a no tener prisa. Solo hay dos autopistas en toda la isla, gratis total, eso sí. La A-5 y la A-1. La primera enlaza Puerto de la Cruz, a través del territorio norteño, con la capital insular, Santa Cruz de Tenerife: la capital del territorio, empalmando aquí, mediante vías de circunvalación urbana, con la segunda, que baja por el este hacia el sur, sin que lleguen a unirse luego por el oeste para completar el ansiado anillo vial, cuestión de tiempo y presupuesto.
Entramos en una ciudad moderna que mira a la montaña y al mar. Bajando hacia el paseo marítimo, dejando a la derecha la vieja Refinería, que se resiste a desaparecer, lo primero que destaca es el Recinto Ferial, un moderno complejo proyectado por Calatrava, el polémico arquitecto, que alberga exposiciones, congresos, convenciones y todo tipo de actividades culturales de masas.
Justo delante y pegado al océano, el palmeral del Palmetum, moderno jardín vegetal, a través del Parque Acuático recreativo, da paso a otra obra suya, el vecino Auditorio, sede de la Orquesta Sinfónica y hoy emblema de la ciudad, que se abre como un mirador blanco y estilizado sobre el agua de la bahía; en los bloques de hormigón y las negras rocas volcánicas que apuntalan el espigón, un artista ha plasmado las caras de los grandes personajes de la historia de la música, de Mózart a Sinatra, de Caballé a Lennon, de Callas a Paco de Lucía, entre otros muchos, una original exposición al aire libre, a merced de las olas y las inclemencias del tiempo.
Merece la pena proseguir el paseo a lo largo del puerto, de gran tráfico de mercancías y cruceros. Asoman altivas las dos Torres Gemelas dominando el caserío antes de cruzar la línea del gran barranco que atraviesa la ciudad y entrar en la plaza de Europa, donde se abre el casco antiguo. Dejamos atrás la iglesia de la Concepción, que alberga la cruz monumental que da nombre a la localidad, para entrar en la plaza de España, corazón urbano donde convergen las calles con mayor ambiente.
Alrededor de su gran estanque circular central, se levantan edificios emblemáticos como el del Cabildo, de torre y reloj, entre otros, y se distribuyen monumentos, estatuas, arboleda y paseo; bajo ella, una galería conduce a los restos del viejo castillo sobre los que se asienta. Es hora de tomar algo y despedirnos de la capital, aprovechando la rica oferta de esta zona. Más allá, traspasado el puerto pesquero, la playa urbana y familiar de Las Teresitas podrá refrescarnos por fuera. El horizonte cercano del Macizo de Anaga brinda a los senderistas todo tipo de rutas a pie, boscosas y bien señalizadas.
San Cristóbal de La Laguna: la antigua capital de Tenerife
La autovía norte nos conduce, rumbo oeste, a la cercana ciudad de San Cristóbal de La Laguna (ya prácticamente unida a la misma Santa Cruz, un flamante tranvía urbano, guagua sobre raíles compartida por chicharreros y laguneros, comunica toda la conurbación). Fue capital de las Canarias en el pasado y hoy destaca como centro de estudio, arte y cultura, con la Universidad, el hospital central y el aeropuerto norte de Los Rodeos (de triste recuerdo por el tremendo accidente aéreo de hace cuarenta años). De porte colonial y aires americanos, su casco histórico alberga una gran riqueza arquitectónica civil y religiosa, destacando el trazado de calles y plazas, las casonas, iglesias y conventos, el Ayuntamiento y la original Torre de la Concepción, emblema renacentista del lugar.
La ruta del bosque en Tacoronte
Los amantes de la música tradicional pueden visitar aquí la Casa-Museo de Los Sabandeños, el grupo embajador del folklore canario por todo el mundo. Los aficionados al senderismo pueden acercarse, siguiendo el rumbo señalado, a la vecina localidad de Tacoronte. En su parte alta, podrán disfrutar de la Ruta del Bosque, fácil y bien señalizada, con los guiñátigos centenarios de su laurisilva autóctona y su excelente área recreativa.
A la salida del pueblo, monte arriba, una carretera estrecha y empinada sube al Centro de Información Patrimonial de Agua García, punto de partida. La señalización es buena y se puede optar por diferentes caminos y distancias. Sea cual sea la elección, una gozada de bosque, sombra y caminos. Y los de vaso y plato, en fin, visitar alguno de los típicos guachinches de la zona para conocer la gastronomía isleña y los caldos locales, con denominación de origen, que cuentan aquí con Museo del Vino.
Candelaria: villa marinera con encanto
Desandando el camino a Santa Cruz y dejándola a la izquierda, tomamos la autopista que baja por toda la costa oriental de la isla. Es quizá la menos visitada, no ofrece espectaculares atractivos y recibe un turismo más familiar, pero no por eso carece de interés. Sobre todo porque enseguida se alcanza un punto obligado muy próximo a la capital, Candelaria, villa marinera que alberga a la Virgen homónima, patrona de las islas, y que pasa por ser el último reducto de los pocos guanches puros posteriores a la conquista.
La vieja leyenda de una imagen de la virgen negra encontrada por aquellos indígenas prehispánicos, la diosa madre Chaxiraxi, luego cristianizada en una ermita y más tarde en un santuario, convirtió al pequeño pueblo en la capital religiosa de Canarias y en su principal centro de peregrinación. El meollo del pueblo está pegado al océano y, para bajar a él, hay una considerable pendiente, nada nuevo en estas costas recortadas y hundidas.
Abajo, en un extremo del paseo marítimo, se abre una amplia plaza donde se levanta, al fondo, la Basílica Santuario de la Candelaria, que forma un conjunto único con el aledaño Convento de los Dominicos, donde se asienta el museo mariano. La mole blanca, en la que destaca la torre-campanario, está escoltada, a lo largo del paseo, por las colosales estatuas de los nueve menceyes o príncipes guanches. Un buen lugar para terminar al paseo y disfrutar del ambiente de sus pequeñas calles portuarias.
Güímar: paisaje de lavas y barrancos
Los volcanes cercanos han creado un paisaje de lavas y barrancos muy especial y llamativo, el océano y la montaña se dan la mano, las viejas cuevas de los guanches permanecen intactas y la tierra ofrece, junto a variados frutos tropicales, un interesante vino local. El verde valle de Güímar, encajado entre su Puertito y la carretera local que anuncia la montaña, presenta un relieve característico de origen eruptivo: el malpaís.
Se trata de un suelo árido de piedras volcánicas más o menos erosionadas y vegetación escasa y adaptada, que invita al paseo por senderos elevados y terrosos con interesantes panorámicas. Destacan aquí las formaciones conocidas como Pirámides de Güímar, en realidad majanos o construcciones agrícolas en forma de pirámide escalonada que hacen pensar en zigurats mesopotámicos o en templos mayas pero que no parecen ser más que amontonamientos contemporáneos de piedras resultantes de la limpieza de fincas. Se ha querido ver en ellos un origen primitivo guanche y un carácter esotérico y solar, conjeturas sin pruebas palpables, pero lo único cierto es que, sean lo que sean, forman hoy un llamativo conjunto etnográfico que atrae al visitante.
Sur de Tenerife
El Médano: pueblo de pescadores convertido al surf
Aunque toda la isla es un destino turístico de primer orden y las cortas distancias lo ponen todo muy a mano, la costa meridional, algo más seca y calurosa, ha sido tomada por el turismo de sol y playa, formando un continuo de hoteles, apartamentos, zonas residenciales y elegantes complejos vacacionales que incluyen todo tipo de ofertas de entretenimiento, encajados bajo las altas sierras rocosas que escoltan el sur de la caldera central y bajan hasta el agua en abruptas quebradas y vertiginosos precipicios, entre calas, puertos y playas con blancas arenas de relleno artificial.
Antes de alcanzar el cabo sur, la localidad de El Médano, antiguo pueblecito de pescadores que hoy presume de población extranjera, dunas y playas, senda costera y viento favorable para toda clase de surferos, da entrada al aeropuerto sur Reina Sofía y a la Costa del Silencio, que hace honor a su nombre en algunas calas rocosas y tranquilas. Rebasado el saliente más meridional de la isla, entramos en el desmadre turístico de Arona y Adeje, la zona más animada y un tanto asfixiante de frenética actividad y afamado ambiente playero, cuyo epicentro estalla en Las Américas y Los Cristianos.
El paraíso del ocio para los turistas de agua y calor: campos de golf, deportes acuáticos, avistamiento de cetáceos y numerosos parques de atracciones para todas las edades, tales como el Jungle Park, mezcla de zoológico y selva botánica, o el cercano Siam Park, acuático y de inspiración asiática…
Unos quilómetros más arriba, donde muere la autopista A-1, bajamos en picado hacia el Puerto de Santiago para detenernos a contemplar los majestuosos Acantilados de los Gigantes, con vistas a la vecina isla de La Gomera, colosales paredes que se precipitan centenares de metros en vertical sobre el agua cálida y salada. Continuará.
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