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Situada en un estratégico cruce de caminos, no lejos de la autovía del sur, que enlaza la meseta con el Atlántico andaluz, y bien conectada también con las tierras vecinas del Mediterráneo, la ciudad de Jaén, centro mundial del aceite de oliva, ha visto pasar la historia por sus calles desde los tiempos más remotos, forjando así un patrimonio espiritual, artístico y comercial de oportuna pujanza. Como muchas localidades sureñas, nace a partir de una fortaleza levantada sobre un altozano dominante y se extiende luego por las zonas aledañas más bajas; goza de algunos momentos de mayor esplendor: bastión púnico antes de las invasiones romanas, y luego ciudad medieval de frontera, primero como núcleo musulmán, más tarde cristiano con el avance de la reconquista, siempre con la importante contribución del componente judío. Hoy recorremos la urbe apuntando qué en 1 día: en resumen: historia, arte y tapeo.

De curas y ediles

La avenida de Andalucía al norte, al este la de Madrid, más el ángulo sureño formado por las dos rondas de circunvalación laterales enmarcan el centro urbano, que trepa al oeste, en apretadas y estrechas callejuelas, por las faldas del vecino promontorio origen de la ciudad, el Cerro de Santa Catalina. Iniciamos nuestro recorrido al sur, en la Puerta de Granada, abierta en uno de los pocos lienzos conservados de la vieja muralla medieval, ampliación que fue de la romana y hoy casi desaparecida por completo. Subimos por la derecha hasta la plaza de Santa María. En el lateral izquierdo, uno en cada esquina, el ayuntamiento y el obispado.

Ayuntamiento de Jaén:

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El Palacio Municipal, levantado sobre las ruinas de uno privado a principios del pasado siglo y objeto de continuas reformas, es un noble edificio de aires renacentistas algo peculiares, con una artística portada central de balcón y ventanales adintelados y dos cuerpos laterales más bajos; el Palacio Episcopal forma parte de un conjunto eclesiástico adosado a él y nació de las sucesivas restauraciones de un regio edificio renacentista que hoy se levanta sobre una escalinata central de acceso a una fachada de tres plantas, con entrada de columnas clásicas y profusión de rejería, escudos y balconada, frontón y arcos en galería, amén de la esbelta torre cuadrangular que flanquea el recinto. Pero la joya del lugar está justo enfrente, ocupando todo el largo lateral opuesto de la plaza: la Catedral de la Asunción.

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De enormes dimensiones, soberana en medio del caserío, nace a partir de la vieja mezquita mayor de la ciudad, cristianizada tras la reconquista y luego destruida, edificando sobre sus cimientos la nueva iglesia, cuya construcción gótica original fue ampliada y reformada a lo largo de varios siglos, aportando cada uno su estilo de la época. Así, destaca como renacentista en su preciosa sacristía abovedada, levantada sobre esbeltas columnas de doble arquería y adornada de escudos, pinturas y tallas de gran relieve; como barroca en su imponente fachada, verdadero retablo exterior enmarcado entre columnas y escoltado por dos altas torres laterales, compendio de esculturas de santos, apóstoles y evangelistas; o como neoclásica en el llamativo coro, excesivo en su sillería y rodeado, al igual que el altar, de numerosas e interesantes capillas laterales. La entrada principal está protegida de la plaza por muro y rejería con portones de acceso que llevan a una elevada galería abierta de aires italianos, elegante en arcos, columnas y ornamentación; dentro, destacan los balcones-palco sobre las capillas, las vidrieras y la cúpula central.

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De guerra y paz

Pasamos la cercana oficina de turismo y, calles arriba, nos desviamos unos pocos pasos a la derecha para contemplar la atractiva fachada de ladrillo del cine Darymelia, reconvertido hoy en moderna sala de teatro y espectáculos, con su triple portada de altos arcos y la llamativa cenefa colorista de cerámica andaluza con su nombre y fecha. Volvemos para seguir subiendo, ahora a la izquierda, pasamos el Arco de San Lorenzo, una preciosa puerta en ojiva abierta en el macizo torreón que recuerda la desaparecida iglesia homónima, y llegamos a la plaza de Santiago, donde se encuentra el refugio antiaéreo, uno de los muchos de la guerra civil, rehabilitado y abierto al público; interesante visita para el que desee recuperar una parte de nuestra memoria histórica reciente, expuesta en listas, fotos y poemas.

Teatro Darymelia:

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Continuamos el rumbo y llegamos al barrio de Santa Cruz, entramado de calles, callejones y travesías que se entrecruzan en el casco antiguo. Hacia el oeste, apretándose en las faldas del alto promontorio originario; hacia la derecha, delimitando el espacio de la antigua Judería, recogida en sí misma por imperativos pasados, que nos lleva a las inmediaciones de la plaza donde se ubican los Baños Árabes, la mejor sorpresa de la capital. Sobre las ruinas de unas termas romanas, los musulmanes levantaron su hammam, el balneario público para la práctica frecuente del precepto islámico de higiene corporal, el cual sirvió a su vez de cimentación y escombrera para la construcción de un palacio privado renacentista que pasó luego al patrimonio público y funciona actualmente como centro cultural.

Palacio de Baños Árabes:

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Cuando se descubrieron los baños por obras de restauración, a principios del siglo pasado, se vio que el olvido los había preservado. Por ello, una vez rehabilitados, se convirtieron en una de las mejores muestras de su especie en todo el país, tanto por su excelente conservación como por sus grandes dimensiones. Entrar en ellos es penetrar en un impensable refinamiento medieval, un sótano impecable de piedra en estancias, cámaras, pasadizos y bañeras con vasijas y tinajas, todo ello repartido en un vestíbulo y tres dependencias separadas correspondientes a los diferentes estados del agua: fría, tibia, caliente. La cripta se sustenta en columnas bajas y sólidas, unidas por arcos y rematadas por bóvedas de cañón, con pequeños tragaluces y cúpulas, y en algunas partes se muestran restos del yacimiento debidamente expuestos.

Calles de Jaén:

Una vez en manos de los cristianos, los baños siguieron funcionando como tal, pero pronto dejaron su función para reconvertirse durante una época en curtiduría de pieles, cuyas grandes piletas de lavado aún se conservan en una de las salas aledañas más bajas. Además, el centro ofrece un pequeño pero interesante museo etnográfico y una original exposición permanente de pintura. La entrada es libre, las instalaciones muy modernas y prácticas y el amplio patio exterior es un buen lugar para descansar de la visita. Más arriba, otra sorpresa museística nos espera. Se trata del Museo Íbero, un moderno y amplio edificio erigido en el solar de la vieja cárcel, que acoge un recorrido excepcional por el mundo de los pueblos prehistóricos de origen oriental que colonizaron las costas suratlánticas y mediterráneas de nuestra península, a la que dieron nombre.

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La colección, ampliable a partir de las excavaciones en curso, se nutre de los materiales, objetos y figuras del legado íbero procedentes de yacimientos y museos andaluces. Es el momento de volver al centro. El largo paseo que baja de la estación ferroviaria nos lleva a la plaza de las Batallas, que conmemora las ya históricas de las Navas de Tolosa contra el califato andaluz y la de Bailén contra los invasores napoleónicos, ambas desarrolladas en lugares cercanos a la capital jiennense, con un monumento triunfal que corta esa calle con raíles de un tranvía fantasma: sobre sólido pedestal, sendos grupos de soldados en bronce rodean una alta columna rematada con la figura de la diosa alada de la victoria. A su lado, el parque de la Concordia, de fuentes y jardín, donde nos topamos de manera casual con una bulliciosa feria escolar que lo llena de chavales y ambiente.

De ocio y negocio

Pero a estas horas tardías otro ambiente espera, el del tapeo, donde los bares te permiten ahorrar la cena en casa a base de acompañar las consumiciones con sabrosas tapas gratuitas y tan voluminosas que, cuando te das cuenta, ya sales servido hasta el día siguiente. Los principales se agrupan en tres zonas del centro, muy cercanas entre sí. Que concentran toda la movida comercial y de ocio urbano.

Diputación de Jaén:

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Encontramos primero la de la plaza de la Constitución, al final del Paseo; bajando, a la izquierda, se halla la de San Ildefonso, en los alrededores de la iglesia homónima; y haciéndolo hacia la derecha, por las plazas del Deán de Mazas, El Pósito y San Francisco (donde la imponente fachada de la Diputación nos sale al paso) llegaríamos al contorno de la Catedral, cuyo epicentro es la llamada zona de las Tascas, quizá la más atractiva, un conjunto de callejuelas y bares con especial encanto. Tal vez esta zona sea más adecuada para la hora del vino y el manduque, reservando la copa nocturna para los rincones y las terrazas más acogedores de las otras dos.

Bares de Jaén:

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Son tantos y tan buenos locales que preferimos no dar nombres. Tú mismo. Y, aunque no vayas a disfrutar de sus estancias y servicios, opción que nunca defraudaría, no dejes tampoco de subir al Parador de Turismo, nacido de la lograda remodelación de uno de los tres alcázares árabes que componían el fortificado recinto de la gran alcazaba medieval. Los otros dos desaparecieron y este, el Castillo de Santa Catalina, conocido entonces como el alcázar nuevo, después de numerosas reformas que aprovecharon los muros y ruinas de los otros dos, quedó definitivamente convertido en hotel de lujo bien entrado el siglo pasado y es hoy el punto de referencia observable desde cualquier lugar de la ciudad, imperioso de torres y murallas en la cima del cerro, inigualable observatorio panorámico de todo el paisaje circundante, monumental vestigio de su arte y de los mejores momentos de su historia.

*Te invitamos a leer más post sobre una ruta por el sur de España, parando en las encantadoras localidades de Úbeda y Baeza, la ciudad de Almería o Almúñecar, toda una muestra de los encantos de esta zona de España que nos marvilló por completo.

por Santiago

Santi Somoza, de estirpe asturiana en la desembocadura del Eo, allí donde ástures y galaicos se dan la mano, aferrado siempre a su clan galego-forneiro, hipermétrope enjuto, jubiloso jubilado, maestro de nada y aprendiz de todo, pacífico y socarrón, descreído, escéptico, indignado, viajero letraherido y maratoniano corredor de fondo, ave nocturna y perpetrador de tangos, amigo de sus amigos, amante del buen vino y la poesía y, por encima de todo, de sus tres queridísimas mujeres.

Un comentario en «Qué ver en Jaén en 1 día: historia, arte y tapeo»

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