Poblada desde tiempos neolíticos, asentamiento ibero y romano más tarde, la ciudad de Almería nació medieval y alcanzó su mayor auge durante el califato cordobés. Bien protegida en el centro del golfo homónimo, es la cabeza rectora de una provincia andaluza que mira al mar de Alborán y vive, principalmente, de huerta e invernadero, mármol e industria, desierto y cine y, sobre todo, playa y sol. Y que ofrece al visitante interesantes espacios naturales de costa y montaña, calizas y desierto, dunas y humedal, ramblas y salinas, vulcanismo y arrecifes. Es la ciudad dorada del poeta donde, según el afortunado lema local, el sol pasa el invierno.
Llegamos a Almería desde Roquetas en el autobús urbano, cómodo y barato. Sol de invierno con un ligero levante, ideal para patear la ciudad. Ponemos pie a tierra al lado del parque Salmerón, preciosa zona verde que se alarga, frente al puerto, hasta la altura de la Estación Portuaria. Estrecho en su primer tramo, conocido popularmente como el Parque Viejo, la escultural Fuente de los Peces lo separa del Nuevo, más amplio y moderno. La sombra de sus grandes árboles, sus estilizadas palmeras y el frescor de sus estanques invitan al ocio y al paseo. Al otro lado de la calle, el trajín de los muelles, las dársenas y los grandes barcos que asoman en lo alto conforman una vívida estampa marina. Con los pies en el agua de su varadero particular, como un dinosaurio de hierro anclado en el tiempo, se levanta al final el Cable Inglés, un imponente cargadero metálico de mineral, a principios del siglo pasado, siguiendo los postulados arquitectónico de la escuela Eiffel.
A través de este monumental ingenio se bajaba en tren desde la cercana estación local el hierro procedente de las riquísimas minas de hierro granadinas (que hoy representan un patrimonio industrial de gran valor histórico), que luego se cargaba de forma automatizada en los barcos que lo transportaban a las factorías británicas; su uso declinó a finales del franquismo y hoy es un símbolo y una riqueza patrimonial de la ciudad. Tras él, las instalaciones del Club de Mar dan paso a la zona de playas que avanza hacia el delta del río Andarax.
Por el Paseo de Almería: arquitectura, estrellas de cine y monumentos
Subimos hacia el centro por el Paseo de Almería, la avenida más concurrida de la ciudad, comercial y de rica arquitectura. Enseguida, a la izquierda, nos sale al paso la magnífica fachada del Teatro Cervantes, clásica con adornos modernistas.
Además de la sala teatral, dispuesta en herradura italiana, el edificio alberga las dependencias del Círculo Mercantil de la ciudad. A su lado, se abre el Paseo de las Estrellas, una calle de la fama al estilo hollywoodiense, con dos líneas de baldosas estrelladas en bronce y granito dedicadas a cineastas homenajeados en el Festival de Cine local, que van desde Catherine Deneuve o Christian Bale a Luis Tosar o Ángela Molina, entre otros. Más arriba, desde la acera derecha, se accede al Mercado Central de abastos, decimonónico de estructura metálica y fachada de elegante pabellón, otro ejemplo más de arquitectura del hierro, remodelado hace unos años.
A su lado, el Palacio de la Diputación se abre en una noble casona que encierra un interesante patio interior. Y, ya arriba, desembocamos en la Puerta Purchena, una de las plazas (lo de puerta le viene por ser antiguo punto de entrada a la ciudad) más interesantes, con excelentes edificios levantados durante el boom minero, intensa vida comercial, locales hosteleros y puntos de interés. Descansamos un rato al lado de Nicolás Salmerón, el mismo que da nombre al parque, almeriense de la Alpujarra y presidente de la I República, que aquí camina por la acera, detenido en bronce, mientras contemplamos, encajada en la esquina de enfrente, la preciosa Casa de las Mariposas, de claro empaque burgués y bancario. A nuestro lado, nos espera el Refugio de la Guerra Civil mejor conservado del país, un largo laberinto de bóveda y escaleras que se extiende bajo la parte alta de la avenida de Almería y que ya es memoria histórica, que nos descubre algunas particularidades: normativa de uso, conexión con otros cercanos, almacén de abastos, enfermería y restos hallados de la antigua muralla andalusí.
Hacia la Catedral de Almería
Nacida con idea de fortaleza gótica, como refugio defensivo ante los frecuentes ataques de moriscos, piratas y demás amenazas, fue creciendo como renacentista y se culminó con elementos barrocos y neoclásicos dos siglos más tarde. Con un interior rico en capillas, por fuera muestra su carácter en lo macizo de sus contrafuertes, adarves almenados y sólidos muros; su portada principal, de columnas, relieves y escudo, es propia de una época donde había que apuntalar la religiosidad y el imperio tras la reconquista de Al-Ándalus.
La plaza principal, que la une al palacio episcopal, ha ido mutando de mercado y patíbulo a ágora de encuentro, ocio y espectáculos varios, con su mármol y sus palmeras como mudos testigos. Subimos ahora a la vecina plaza de la Constitución, la plaza vieja de los mercados medievales. Ya antes de llegar se oyen gritos y silbidos a coro, lo que resulta ser una protesta reivindicativa de un grupo de feriantes locales, pocos, ante la fachada del ayuntamiento, un viejo edifico decimonónico en fase de remodelación.
Detrás de ellos, en medio de la plaza y escoltado por las altas palmeras, se yergue en mármol blanco almeriense el monumento a los Mártires de la Libertad, conocido popularmente como el Pingurucho, homenaje a un grupo de liberales, los coloraos, que doce años después de la aprobación de la Pepa, la constitución democrática luego fallida por el triunfo del absolutismo, intentaron tomar Almería, fracasaron en su imposible empeño y fueron fusilados en el acto. Los capitaneaba un tal Pablo Iglesias, pura coincidencia. A ver si su tocayo actual, ahora que las fuerzas locales quieren trasladar el obelisco a otro lugar amparándose en la rehabilitación de la plaza, les da un pequeño “riego” histórico y frena el traslado.
Uno de los monumentos más bellos de Almería: la Alcazaba musulmana
Detrás de la plaza consistorial, bien aislada en un barranco al suroeste de la ciudad y protegida por el cerro vecino, se levanta la Alcazaba musulmana. Ciudadela fortificada que nació con la ciudad medieval en un lugar estratégico de control y defensa, brilla en lo alto del caserío desde su piedra arenisca y sus grandes dimensiones. A pesar de algunas ruinas interiores, que no dejan de representar un conjunto de enorme interés arqueológico, es una de las fortalezas árabes mejor conservadas, ampliada luego tras la reconquista y restaurada en posteriores ocasiones. Del entramado de calles, edificios, aposentos, templos, residencias, baños, cisternas, jardines, estanques, muros y baluartes, aún se mantiene una buena muestra del alcázar andalusí, del castillo cristiano, de las torres y de las murallas, al lado de otros elementos más o menos protegidos. Unas escaleras serpenteantes nos llevan a la entrada, entre un verdor arbolado y el susurro del agua en los canales y las fuentes. El recinto sigue el típico esquema propio de las fortificaciones sarracenas. Jardines entre murallas, torres y baluartes destacan en el primer espacio, el más extenso.
El central, también amplio, era el corazón de la alcazaba árabe, hoy un yacimiento ruinoso, restos de la historia: palacio, torres, baños, comercios, viviendas; quedan los aljibes, el muro medianero de las campanas, la pequeña mezquita cristianizada en ermita y algunas reconstrucciones de exposición. El último tramo, cristianizado por completo, contenía un castillo, levantado sobre el alcázar original, con varias torres alrededor de un patio central con aljibe y cárcel-almacén, la mayor de las cuales es la torre del homenaje. El recinto fortificado está unido al cerro por un tramo de la antigua muralla de la ciudad, el único conservado y exento en sus muros y torreones. Arriba, con los brazos abiertos, lo espera un Sagrado Corazón en mármol blanco, no se sabe si para abrazarla o para reafirmar derechos de propiedad. El mejor mirador urbano, eso sí: ciudad, mar, sierra y cabo de Gata. Un regalo para la vista.
*Como en los últimos tiempos el turismo nacional está más que de moda, os aconsejamos que incluyáis Almería en una ruta por Andalucía. Esta parada de viaje se englobó en un recorrido mayor donde conocimos Málaga, Úbeda y Baeza y Almúñecar, entre otros. El sur es siempre una buena idea, pues aúna historia, belleza, buen tiempo y buen comer. ¡Os animamos a visitarlo!