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Salvo quizá en los grandes parques boscosos, no es fácil encontrar lugares tranquilos y plácidos en el centro de las grandes ciudades, rincones donde aislarse del tenso bullicio urbano en los que se aúnan la vida sosegada y el contacto directo con la naturaleza. Al noroeste de Londres, muy a mano del centro vía metro, nos espera uno de esos remansos de paz, verde, agua, paisaje y paseo. El Regent’s Canal es un ramal acuático que enlaza el Grand Canal inglés a su paso por Londres con el río Támesis. La joya del camino es la Pequeña Venecia, un paseo encantador de canales que recuerda a la preciosa ciudad italiana.

Uno de sus tramos, el que une Camden Town con Paddington, es el que vamos a disfrutar hoy, recorriéndolo a pie a lo largo de su bonita senda fluvial, que a su vez forma parte de otra ruta más larga, la Jubilee Greenway, que rodea el centro de Londres hermanando sus parques más conocidos, su caudaloso río y algunos de sus puntos de interés, con un recorrido total de unos sesenta quilómetros. La nuestra no alcanzará ni una sexta parte, contando algunas breves desviaciones obligadas por las sorpresas del camino. 

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Camden

Es sin duda el punto más conocido de la ruta, dado el tirón turístico de su singular Mercado, el Camden Market, un lugar especial de ambiente alternativo, extravagante fauna, cervecerías y música, comercio y tiendas, muchas y variopintas tiendas. Ricos y pobres, famosos y anónimos, convencionales y excéntricos, viejos y jóvenes, se mezclan y entorpecen en sus abarrotados locales, galerías, bazares, tenderetes y puestos callejeros que ofertan hasta lo más impensable, en busca del regalo de turno y de novedades y sorpresas para su estómago, su cuerpo o su hogar. No falta de nada: ropa, calzado, muebles, artesanía, antigüedades, joyas, bisutería, diseño, complementos, herramientas, libros, discos, cibernética, comida y bebida para todos los gustos.

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Rico anteriormente, la revolución industrial hizo de Camden un barrio obrero, de ambiente underground y centro de la movida londinense del pasado siglo, cuando músicos, actores y demás gente guapa se dejaba ver por sus locales más famosos. Tras ese momento de esplendor, aún mantiene un atractivo especial para los que buscan algo distinto donde comprar, pasear y dejarse llevar por sus calles, sus sonidos y sus colores, único y fascinante. Saliendo del metro, línea norte negra, se remonta la calle hacia los distintos mercadillos, entre los que destacan dos: el Camden Lock, pegado a las esclusas del canal, con su llamativo letrero elevado; y el Stables Market, una antigua caballeriza, al otro lado del agua. Un puentecillo de aspecto veneciano une las dos orillas.

Regent’s Park

Desde ese puente se puede ver la perspectiva del Regent’ s Canal, con sus casas sobre el agua, sus paseantes ribereños, sus barcazas y, acaso, el llamativo barco turístico atracado a la espera de clientes, que nosotros no tomaremos esta vez. Aquí comenzamos la senda, saliendo por la orilla norte con dirección SO, siguiendo el agua hacia el Regent’s Park, que da nombre al canal. El camino, amplio, con buen firme y puntos de información y descanso, discurre entre el agua, a nivel, y el alto talud vegetal a la derecha; al otro lado, casas, vegetación y diversas salidas a las calles próximas. En el canal, solo patos, barcos atracados y alguna barcaza de paseo; en la senda, no muy frecuentada, algunos paseantes y algunos corredores matinales, la bici está prohibida. Sobre nuestras cabezas, formando pequeños pasadizos en arco, cruzan calles, avenidas, carreteras y vías férreas del entramado urbano.

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Entrando en la gigantesca masa forestal del Parque, que vamos a bordear por el oeste, en un recodo del canal, cuelga sobre el río la roja y oriental silueta del Feng Shang Princess, un restaurante chino flotante. Silencio, frescor, ejercicio y aire puro. Acabamos de entrar en uno de los mayores parques públicos de la ciudad, un verdadero pulmón no muy apartado del Londres más céntrico. Justo en este punto, al norte de la gran masa verde, está el Zoológico. A nuestra derecha, encerradas sobre nuestras cabezas en grandes recintos protegidos por amplias mallas, podemos observar gran número de aves de diferentes especies y tamaños; al otro lado del agua, por donde se extiende la totalidad del parque, están el resto de los animales, de los que solo alcanzamos a ver las nerviosas hienas, que no paran de moverse en grupo.

Primrose Hill

Un sendero a la derecha, entre elegantes edificios y cuidadísimos jardines arbolados, nos sube en fuerte y zigzagueante pendiente hasta la calle que da acceso a la suave y ondulada colina de Pimrose, toda fronda y pradera vestida de flores amarillas, que funciona como una prolongación del parque a modo de mirador urbano, a la que acuden los londinenses, solos o en familia, a pasear, tumbarse y tomar el sol cuando el tiempo acompaña. Al ser una zona residencial de alto nivel, no es difícil cruzarse con algún personaje famoso paseando su perro o perorando en buena compañía, como dicen que hacían en su momento los dos grandes revolucionarios de la Historia, Engels y Marx, ilustres londinenses de adopción, que frecuentaban este agradable paraje para discutir sus teorías o charlar simplemente sobre cuestiones más domésticas y mundanas.

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Bajando de nuevo a nuestra ruta, pronto salimos del recinto del parque para alcanzar el primer embarcadero, un buen grupo de houseboats o barcos que, flotando atracados a la orilla, sirven de domicilio permanente, fijo o itinerante. Alargadas barcazas que tienen de todo: aguas, luz, servicios, dormitorios y cocina, terraza, tendedero, televisión, internet y todo lo que uno se pueda imaginar. Nuestro camino se estrecha aquí para dejar un espacio de servicio a los moradores fluviales, donde también se puede ver de todo: plantas, juguetes, cachivaches, leña, desechos, basura. Esta zona, inexplicablemente, salvo algún rincón o barco aislado, presenta un gran abandono, un deterioro poco esperable. Al final de este tramo, la senda se interrumpe por obras y hay que subir a la calle para retomarla algo más adelante siguiendo la oportuna señalización.

The Beatles

Ya arriba, nos desviamos por segunda vez tomando hacia la derecha la calle Grove End, al lado del enorme Campo de Cricket, hasta dar con la Abbey Road, donde los escarabajos más famosos grabaron la mayoría de sus discos y que da nombre a uno de sus últimos y más conocidos álbumes. Casi en la esquina, el paso de peatones de su inolvidable portada con los cuatro músicos cruzándolo en fila; a unos metros, los estudios de grabación, adonde siguen peregrinando sus fans para visitarlos, dejar su impronta en los muros exteriores o llevarse algún recuerdo de su tienda; casi enfrente, al otro lado de la calle, una inesperada sorpresa: encajada entre altos edificios, la cálida simetría de ladrillo de la iglesia baptista del barrio, como una miniatura de torres, cúpulas y magnífico atrio porticado de escalinata, columnas y fina arcada.

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Little Venice

Volvemos a nuestra ruta dando un interesante rodeo por la zona de Maida Vale, entre elegantes residencias y mansiones victorianas. Sobre el mismo puente del canal, el pequeño Café La Ville, terraza y mirador, nos recuerda que es la hora del aperitivo. Algo más abajo, el segundo embarcadero, privado, nos cierra el paso y nos obliga a continuar por la calle. Desde lo alto de la acera, sin embargo, podemos observar que este es muy distinto y nos va a redimir de la pobre impresión del anterior: barcos impolutos, pintados y adornados, mobiliario nuevo, macetas con plantas y flores, camino y jardines muy cuidados, limpieza absoluta, otro mundo. Al final del recoleto barrio fluvial, ya se accede de nuevo a la senda. Estamos en la Pequeña Venecia.

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Pero el aperitivo nos ha abierto el apetito, que ya es la hora, y decidimos parar a repostar antes de rematar la faena. Tercero y último desvío de la jornada, hacia la cercana estación de metro de Warwick. Dejándola a la derecha, entramos, hacia la mitad de la calle Clifton y siguiendo el oportuno reclamo de un restaurante, en un estrecho callejón sin salida que se abre al fondo, donde vamos a encontrar mucho más de lo que buscamos: los Clifton Nurseries, un centro de invernaderos, jardinería y diseño de paisajes, con exposición y venta de plantas y de todo lo relacionado con huertas y jardines. Un rincón idílico apartado del ruido urbano, que cuenta, además, con un magnífico y popular comedor-terraza donde relajarse y recuperarse de la caminata.

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De nuevo en la ruta, el canal se bifurca y ensancha aquí, formando un pequeño estanque: a la derecha, bajo el puente, el agua continúa para enlazar con el canal grande; a la izquierda, la Paddington Basin, un corto ramal por donde nosotros continuaremos nuestro camino acompañando el agua hasta su final cercano. Pero antes tenemos que cruzar el pequeño puente azul y disfrutar de este precioso lugar que, sin góndolas ni campaniles pero con waterbuses, cisnes y residencias flotantes, ofrece al visitante un bucólico espacio urbano lleno de agradables sorpresas.

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Como este barco-bar anclado a la orilla del agua, el Waterside Café, donde ahora disfrutamos de un té caliente, mientras contemplamos el ambiente acuático antes de continuar nuestro camino. La senda, por este lado, se abre enseguida en un moderno paseo jalonado de estatuas callejeras, pegado a la no menos moderna estación de Paddington, gira de nuevo a la izquierda estrechándose y, tras pasar al lado del inmenso complejo sanitario del Saint’s Mary Hospital, llega a su fin donde el agua muere definitivamente bajo un jardín acuático aún en construcción. Pasando a la otra orilla, donde se abre una zona de edificios y plazas de moderno diseño en acero y cristal, sobre la misma acera se encuentra el Rolling Bridge, un puentecillo metálico que se enrolla y se convierte, por capricho de la tecnología, en una curiosa escultura octogonal. Fin de la ruta.

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Curiosidades

Para contrastar tanta belleza y comprobar de nuevo que no todo es reluciente en esta deslumbrante ciudad, no está demás apartarse del canal y continuar el corto trecho para tomar el metro en la estación de Edware Road que lleva al centro. Cutre y destartalada, sucia y con las tripas al aire, causa la impresión de estar en otro tiempo y en otro lugar. Poco recomendable e impropia de una de las capitales del mundo. Andar para ver, ver para creer. El metro, bien, gracias.

Es en esta encantadora Little Venice donde se celebra la Canalway Cavalcade, fiesta anual de picnic, música, mercadillo, teatro de calle y competiciones, en la que los barcos, engalanados al efecto, realizan una cabalgata acuática, un desfile popular de luz y colores. Pasen y vean.

*Si quieres leer más post sobre Londres, te invitamos a conocer una ruta de tres días por la ciudad, algunos lugares de Londres que no salen en las guías y algunos consejos prácticos para visitarla.

por Santiago

Santi Somoza, de estirpe asturiana en la desembocadura del Eo, allí donde ástures y galaicos se dan la mano, aferrado siempre a su clan galego-forneiro, hipermétrope enjuto, jubiloso jubilado, maestro de nada y aprendiz de todo, pacífico y socarrón, descreído, escéptico, indignado, viajero letraherido y maratoniano corredor de fondo, ave nocturna y perpetrador de tangos, amigo de sus amigos, amante del buen vino y la poesía y, por encima de todo, de sus tres queridísimas mujeres.

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