En los viajes, el impulso es un factor clave. En tu día a día, descubres un lugar (que puede llegar a ti de diferentes formas) y pronto sientes una fuerte necesidad de conocerlo. Eso me sucedió a mí hace poco con Riaño y su entorno. Lo tenía merodeando por mi cabeza por referencias desde hace tiempo, pero tras buscar información, una imagen ya no pudo salir de mi cabeza hasta que la vi de cerca. Se trata del panorama de la zona que obtienes gracias a la ruta de ascensión al pico Gilbo, una de las montañas que forman el paisaje que rodea a este precioso rincón leonés; uno de tantos sitios que me han enamorado de León.
Esa imagen está compuesta fundamentalmente por Peña Sana (1.798 metros), Peña Cabeza (1.876 metros) y el Pico Yordas (1.964), a cuya vista se accede desde los 1.674 metros del pico Gilbo, pero también desde sus faldas; si bien cuanto más arriba, mejor. Con todo ello, la ruta merece la pena desde el primer momento. Comienza en el extremo opuesto al pueblo del Puente Pantano de Riaño y pronto, se aprecian ya tanto el bello paisaje como el precioso embalse de agua verde claro al que rodea. Tengo que reconocer mi emoción desde bien pronto hasta el final.
Situándonos en el terreno
Si bien cada vez hago más rutas, tengo que confesar que tan solo apunto pinceladas de información y luego intento guiarme sobre la marcha. En otras ocasiones, es muy sencillo, pero en esta ocasión fue un poco confuso. Con todo, la hicimos completa. Al principio no hay pérdida y está bastante bien señalizado.
Así llegamos al Mirador de Biescas, a unos dos kilómetros de la carretera nacional, y sin duda uno de los puntos fuertes del sendero. Habilitado con la madera procedente de bosques cercanos, es amplio y muy bonito, y sus vistas son una antesala ideal de lo que nos encontraremos más arriba.
En este punto, comienza también algo que estará presente durante casi toda la ascensión al pico Gilbo: la pendiente. El desnivel de la ruta es de 600 metros y hay que estar preparado para subir de forma casi constante en el camino de ida.
No obstante, gozando de buena salud, este no será un problema y nos sentiremos de maravilla cuando acabemos la ruta. Tras un tramo donde apenas se ve el cielo porque nos hayamos cubiertos por haya y roble, salimos a la zona alta del bosque. Aquí hay un camino a la derecha que te lleva directamente a la zona baja del pico Gilbo, al que habrá que ascender por su flanco derecho.
Cómo ascender al pico Gilbo
Sin embargo, nosotros tomamos otro a la izquierda desde el que salimos a una zona donde no teníamos muy claro cómo seguir. Tras atravesar un poco el campo en su estado más salvaje, nos dimos cuenta de la indicación ya dada: tomando al Gilbo de frente, hay que ascender por su lado derecho. En todo este rato, de nuevo, las vistas son espectaculares y merece la pena disfrutar del paisaje a los cuatro costados.
Pero aquí también llegará otro de los pequeños inconvenientes de la ruta: a partir de este momento, el terreno será pedregoso, estrecho y en determinadas zonas, se requieren determinadas dotes para apoyarse en las piedras y seguir (roza la escalada). No son tampoco grandes tramos y en general, cualquier persona con cierta destreza lo superará, pero no está de más comentarlo. En este sentido, lo más peligroso muchas veces es la bajada, donde nosotros nos dejamos caer tumbados en algunos momentos. Mejor ensuciarse que ponerse en peligro, ¿no?
Además, como el entorno es escarpado, si padeces de vértigo puedes llegar a sufrir un poco. Con todo ello, os diré que hicimos la ruta los dos integrantes de este blog, padre e hija, con 69 y 35 años, y no tuvimos mayor problema. Eso sí, un buen calzado ayuda. Y sobre todo, cuidado y sentido común.
Las mejores vistas del camino
Consecuencia también del esfuerzo es la recompensa y esta merece sin duda la pena. Cuanta mayor parte del sendero pedregoso y pendiente superábamos, mejor vista obteníamos. ¡Qué verdadera maravilla! Así convertimos sus endiablados rincones en escenario improvisado donde pulsar con emoción el ‘clic’ de la cámara de fotos.
Finalmente y tras un último repecho, llegamos arriba del todo, donde hay una pequeña placa que te recuerda la distancia que has subido y te ofrece aún un poco más de perspectiva sobre la zona: 1.674 metros por los que sentirse bien orgulloso/a.
Para bajar, habíamos leído que había un camino alternativo que hacía la ruta circular, pero no nos imaginábamos donde, así que retomamos la misma dirección que habíamos cogido para subir. El último rato lo hicimos a buena velocidad. Tras cerca de nueve kilómetros y algunos momentos de desconcierto y algo descontrol en el camino, nos sentimos ligeros y muy felices por lo que habíamos hecho y por lo que nuestros ojos habían tenido la suerte de ver. ¿No es por eso una de las razones por las que viajamos?
DATOS PRÁCTICOS DE LA RUTA
Desnivel: 600 metros
Características: fuertes pendientes / tramos pedregosos sin buenos apoyos
Dificultad: media
Vistas: brutales
Punto de salida: Viaducto de Riaño
Riaño: la historia de un pueblo anegado
El precioso entorno que nos cautivó de la ruta de ascensión al pico Gilbo tenía, más allá de las montañas, un claro protagonista: el embalse. Un pantano cuya construcción provocó allá por 1986 la desaparición del pueblo original de Riaño, junto con otras ocho poblaciones. Así nació el actual ‘Nuevo Riaño’, donde se trasladaron algunos monumentos como la Ermita de Quintanilla e Iglesias de Pedrosa del Rey y la Puerta. Una historia difícil de olvidar por traumático que resultó, ya que muchos vecinos se negaban a abandonar su casa y sus raíces.
Actualmente, Riaño es un pueblo bastante turístico, que además de guardar homenaje a su pasado (en la Plaza de los Pueblos, hay un monolito dedicado a cada una de los lugares desaparecidos y se puede caminar a orillas del embalse por el Paseo del Recuerdo), luce cuidado y bonito. Presume además de tener el banco más bonito de León (a las montañas también llega la vista desde aquí) y un centro animado y colorido donde nosotros disfrutamos de una cerveza como recompensa del camino emprendido por la mañana.
Por último, hay una actividad turística que aseguran muy recomendable y es subir en barco por el pantano de Riaño. Un paseo que nos adentrará por los ‘Fiordos leoneses’ (qué nos gusta una comparación; de ahí que al Gilbo le adjudiquen también el apodo del ‘Cervino leonés’) para disfrutar de nuevo de la belleza del lugar. Cuando fuimos estaba cerrado, pero no dejes de informarte sobre sus horarios. El paseo cuesta 13,5 euros e incluye una degustación de productos de la tierra y bebidas.
*Si os interesa otra ruta por León, os recomiendo la que lleva al pueblo de Matavenero, donde se asienta una comunidad que construye sus propias casas y vive con la energía que genera. ¡También me encantó!
Como riañés me gusta leer artículos como este y saber que estuvisteis aquí, que habéis apreciado la belleza y conocido su triste historia….gracias ! Un saludo