Cuando viajas a Berlín es difícil ignorar su Historia, sobre todo el periodo nazi, tan tristemente conocido por todos. Hoy hablaremos de uno de los campos de concentración que el régimen de Adolf Hitler utilizó en su persecución sobre los judíos, mayoritariamente, aunque también sobre otros colectivos (comunistas, homosexuales, gitanos). Se trata de Sachsenhausen, situado a las afueras de Berlín.
Nos centraremos en la utilización de este campo de concentración por parte de los nazis, pues posteriormente sería dirigido por los rusos, en la etapa de dominación soviética, pero esta parte del campo no la visitamos. Para visitarlo debemos dirigirnos a la población de Oranienburg.
Sachsenhausen fue un campo de trabajo, que sirvió fundamentalmente para que el Régimen Nazi se aprovechase de los internos como mano de obra, si bien también se exterminaba dentro de sus muros. Se distingue así del campo exterminio, en el que, si bien se trabajaba, su objetivo principal era exterminar a las personas que allí encerraban.
Para recluir a la gente en Sachsenhausen se le mandaba una carta escondiendo el motivo principal y se les hacía meter en la maleta todo aquello que tuvieran de valor. Luego se lo quitaban todo. Tiempo más tarde, comenzaron a dejar a los reclusos pedir dinero a sus familias, pero aunque estas mandaban mucho dinero a los suyos, solo llegaban a su anunciado paradero 30 marcos por persona.
Los barracones y demás instalaciones del campo de Sachsenhausen se disponían en forma de abanico, de modo que desde la torre principal se pudiese controlar todo movimiento de los prisioneros. Las instalaciones de la entrada aún se conservan. En su puerta se puede leer la hipócrita frase: «El trabajo de hará libre«.
De lo que apenas queda nada original es de los barracones y zonas para prisioneros, pues se saqueó hasta dejar al campo con un 7% de lo que había. No obstante, nos podemos hacer una idea de la vida de los reclusos por un barracón reconstruido (foto que inicia el artículo), donde además de las literas había un baño y una zona para lavarse. El agua era cambiada cada dos o tres meses.
El campo de concentración de Sachausen está rodeado de alambre, cuya función fue propinar descargas eléctricas a quienes intentaran escapar. Este método era infalible si el tiro de quién vigilaba desde la torre erraba. Pasado el tiempo y viendo las penurias que tenían que soportar muchos prisioneros vieron en estos castigos su salvación, pero cuando las bajas llegaron a ser considerables (lo que racional y fríamente suponía menos dinero para las arcas) los dirigentes del campo decidieron eliminar las descargas.
Entre las instalaciones del campo, había además de barracones, la cocina, la lavandería, la zona de experimentación y autopsias, una cárcel (que se puede considerar la cárcel dentro de la cárcel, para los prisioneros a quienes querían sacar información) y la zona de la cámara de gas. Ahora lucen dos memoriales (uno levantado por los rusos en recuerdo a sus caídos y otro por los alemanes en recuerdo a las víctimas del Holocausto).
El segundo memorial, el ruso, tiene 18 triángulos dibujados cuyo significado se desconoce, pues muchos aludían a la nacionalidad de los comunistas caídos en el campo de concentración, pero a estas se hace referencia debajo, con el nombre de los países, que además son 20.
Dentro de la cárcel más dura del campo de concentración había habitaciones que parecían más cómodas, pero allí se hacían todo tipo de torturas y se exponía a los presos a abundante luz, ruido y duros interrogatorios. Por allí pasó el pastor Martin Niemöller, que tiene un discurso muy conocido que reproduciremos y uno de los hijos de Stalin, al que intentaron intercambiar por otros prisioneros nazis pero al que su padre dio la espalda.
En la foto que viene a continuación puede verse mejor el habitáculo y las camas de los prisioneros. Cuando lo ves te viene rápidamente una pregunta a la cabeza. ¿Entrarían todos en una cama tan estrecha? Según los datos del guía turístico que me enseñó el campo de concentración, durante los tres primeros meses los prisioneros adelgazaban unos 25 kilos.
Como adelanté, os copiaré un trozo de un discurso muy conocido de Martin Niemöler, que erróneamente se le atribuye al famoso dramaturgo Bertol Brecht, para entender que cualquier silencio es diábolico y que debemos aprender de la historia para no repetirla. Nuestro pequeño homenaje a Berlín y a la memoria.
A continuación, muestro una foto de la entrada de Sachsenhausen, que no adjunté antes porque sale una servidora estropeándola. Olvidé echar una sin nadie delante.
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.