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Una fuente geotérmica, un centro de hidroterapia y un hotel, con todos los servicios de estancia, relax y atención médica, son los tres pilares de un balneario o un moderno spa. Turismo, ocio y salud alrededor de un manantial de aguas mineromedicinales. Baños públicos que provienen de las termas romanas, se hacen elitistas en las villas termales de la Europa decimonónica y el turismo moderno acaba popularizándolos en los actuales balnearios, una opción saludable para todos: mayores, jóvenes y familias con niños. Porque, además de los tratamientos por agua (piscina, chorros, masajes, inhalaciones, duchas, saunas, barros, gimnasio y demás), ofrecen otras actividades que van desde la animación, el juego, el paseo y el deporte hasta las visitas de interés por el entorno, pasando por la simple tregua recuperadora frente a las tensiones de la vida actual. Son numerosos en toda España. He aquí una variada muestra: Areatza, Archena, Fitero, Ledesma y Lovios.

AREATZA, de monte por el País Vasco

Corazón del parque natural homónimo, frontera natural entre Vizcaya, al norte, y Álava, el Gorbea es un monte serrano de no difícil acceso. A su sombra, se ubica Areatza (castellanizada en Villaro), pequeña localidad vizcaína bañada por el río Arratia. A la salida del pueblo, a un paso del agua, se abre el Balneario de Areatza, que ofrece un hotel con terraza acristalada y vistas al verde, bufé variado y casero y, sobre todo, un ambiente distendido muy familiar. Úntate con los barros milagrosos y relájate.

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Silencio, sosiego y naturaleza, un lugar ideal para descansar y recuperarse, solo o en deseada compañía. O como punto de concentración para atacar la ascensión al Gorbea, la emblemática montaña. Saliendo del hotel a la izquierda, se toma a la derecha en la plaza la estrecha carretera forestal que sube en paralelo al riachuelo que baja de la sierra, hasta alcanzar las zonas verdes de aparcamiento y picnic. Aquí comienza la caminata. Un sendero pedregoso que trepa bordeando el paredón calizo, entre bosques, prados, animales sueltos y cabañas, colgado sobre el valle. Los montes vascos dibujan el horizonte y la alta cruz de hierro guía a los caminantes hasta la cima, un alto mirador panorámico sobre los montes, la meseta y la mar cantábrica.

Buen enclave también para conocer los preciosos pueblecitos y caseríos del propio valle, interesante muestra del espíritu vasco por su arquitectura rural, su gastronomía, su tradición artesana, las suaves lomas arboladas y las ovejas latxas ramoneando a sus anchas en soberbios pastizales verdes, un antiquísimo idioma y unos museos de historia local muy recomendables. Y no te preocupes por el perro, este establecimiento admite mascotas.

ARCHENA, huerta y moriscos en Murcia

El río Segura, que nace andaluz y muere alicantino, poco antes de llegar a la capital murciana cruza la localidad de Archena. A las afueras de esta, en pleno valle de Ricote, un espacio natural que vio marchar a los últimos moriscos expulsados de España, se abre a pie de río el Balneario de Archena. Se trata de un enorme complejo con tres hoteles, una capilla, un bar-casino, un moderno spa y el centro termal propiamente dicho, galería subterránea a la que se accede directamente desde cualquiera de las habitaciones a través de largos pasillos abovedados y luminosos, todos elegantes en sus fuentes, arabescos y azulejos. Aún se pueden ver vestigios de Roma en estos baños y en un yacimiento arqueológico abierto en el exterior. Un baño de lodos con manguerazo final te dejará como nuevo.

Todo el recinto, imbuido de guiños a su herencia islámica, anima al paseo por la orilla del río y por sus parques y jardines, entre palmeras y flores. Caminatas que  se pueden alargar por los alrededores de huerta y de cabezos calizos. Aconsejable la senda fluvial que, siguiendo el cauce del río, se adentra en el pueblo (no perderse el museo del esparto), pasa el puente de hierro y el museo local, bordea la huerta archenera entre cañas y palmeras y culmina en la zona verde donde se conservan varias norias del antiguo regadío.

Y, sin salir de la zona, la sugestiva ruta de Ojós, corta y no muy exigente, que salva el cerro sobre la profunda hoz del río y culmina dentro de un delicioso laberinto huertano colmado de canales y caminos de tierra, frutales, olivos, chumberas, palmeral, huertos, aljibes, casetas y demás, un precioso oasis verde en medio del secarral serrano. Hablamos de Ricote.

FITERO, roscas en la Ribera de Navarra

Esta pequeña localidad del extremo suroccidental navarro se ubica en una zona donde confluyen cuatro comunidades autónomas españolas: Aragón (Zaragoza), Castilla (Soria), La Rioja y Navarra. Estas dos últimas se dan la mano a escasa distancia de Fitero, pues solo un corto puente vial las separa, justo donde vierten al río Alhama las cálidas aguas sobrantes del Balneario de Fitero. Los dos hoteles de este centenario centro termal, en la carretera el más moderno y algo más arriba el original, ostentan los nombres del poeta Bécquer y del virrey Palafox, personajes relacionados con el lugar. En este, monte arriba, una breve senda arbolada sube a una ermita y a un mirador sobre el valle y sobre las grandes tuberías y cisternas y artilugios que hacen circular el agua desde el manantial subterráneo. Vuelve abajo y goza de un baño bien caliente en la gran piscina termal abierta en el exterior.

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A escasa distancia queda el pueblo de Fitero propiamente dicho. Es una villa histórica de la Ribera navarra que ofrece una estupenda huerta, un antiguo y artístico humilladero recuperado y, sobre todo, un monumental Monasterio medieval que, junto con la llamada de los baños vecinos, conformó el nacimiento y desarrollo de la localidad.

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Del mismo centro, pasando el río, arranca la conocida como ruta de las Roscas. Estas, que  se ven cercanas y llamativas desde abajo dominando el horizonte, no son más que originales caprichos de la erosión ambiente en forma de gigantescos “tornillos” rojizos más o menos oxidados. Siguiendo el cauce fluvial que la alimenta, se cruza la huerta, un reino vegetal muy completo y cuidado, donde reinan la alcachofa y el espárrago, para cortar, casi al final, monte arriba por una senda empinada pero cómoda que sube hasta el conjunto de las roscas, esos anillos de piedra de diferentes formas y tamaños, una sorprendente maravilla natural. Pasadas estas, se vuelve a cortar barranco abajo para regresar al punto de partida.

LEDESMA, Salamanca de ríos y dehesas

Siguiendo el río Tormes, que viene de Gredos, vía Salamanca, hacia su desembocadura en el Duero cercano, y a media hora de la capital charra, se encuentra el Balneario de Ledesma, pegado al agua, un vasto complejo de edificios que ofrece hotel y apartamentos turísticos. Gestionado por el montepío de la minería asturiana, sus baños han mantenido una gran relación con Asturias y sus mineros, que acudían aquí en busca de terapia respiratoria o simplemente “a secar”. El bufé de sus dos grandes comedores ha gozado de tradicional calidad.

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Los alrededores, de campo abierto y frondosa dehesa, convocan al paseo y al deporte de senda, monte y agua. Y a conocer Ledesma, la ciudad que da nombre a estos baños termales, muy cercana siguiendo el río. Pequeña y de aires medievales, con entrada en puente y arco y asentada en un promontorio rocoso sobre el Tormes, es un libro de historia en la piedra de sus calles y plazas, su agonizante castillo, sus iglesias y sus casas palaciegas, de ilustres fachadas, torres, balconadas y escudos.

Desde Ledesma, dos sendas fáciles y cortas. La cercana Ruta del Puente Mocho cruza una preciosa dehesa abierta, toda encinar y berruecos graníticos, que culmina en un puente de piedra, en la vieja calzada romana, sobre un riachuelo pedregoso y saltarín, un bucólico rincón en medio de la nada. Por la margen izquierda del río, bordeando el Embalse de Almendra, se llega a Pereña de la Ribera. Una senda polvorienta lleva al Pozo de los Humos, con una altísima y alargada cascada que baja en picado, envuelta en espuma, del otro lado del tajo profundo que un pequeño río ha ido excavando en este abrupto terreno granítico. Estamos en la comarca salmantina de los Arribes del Duero, parque natural donde las montañas no se elevan al cielo sino que bajan a las profundidades del agua. Detrás, Portugal.

LOVIOS, sierra y fraga en Galicia

En el extremo suroccidental de Ourense, fronterizo con Portugal, se esconde el Balneario de Lovios, con un hotel moderno de elegantes salones y unos baños con todos los servicios termales, piscina y gimnasio. El nombre del río Caldo, que pasa por detrás del hotel, lo dice todo: son las aguas mineromedicinales más cálidas de España. Estamos en la reserva de la biosfera internacional del Xerés-Gerês, un espacio serrano de monte y agua que destaca por su geomorfología: grandes piedras graníticas redondeadas, cascadas y pozas en medio de arroyos y ríos y bosques de cuento, paraíso de los amantes de la naturaleza y las actividades al aire libre. Prueba el agua caliente de la piscina y la poza fluvial, al aire y libres, afuera del balneario.

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De las mismas puertas del hotel, parte una senda fluvial y boscosa muy cuidada que, paralela al río, remonta su cauce de rompientes rocosos y se bifurca en busca de la cima forestal, de vertiginosos saltos de agua o de los restos de una calzada romana con sus viejos miliarios de piedra. Porque por aquí pasaba la vía imperial que, cruzando las tierras orensanas, unía Astorga con la portuguesa Braga. Testigos cercanos de ello son una mansio residencial, la Aquis Originis, posada de la época, donde se distinguen todavía algunos aposentos y los baños, y el Aquis Querquensis, un yacimiento de carácter militar.  

Y aquí es obligado cruzar la raia seca fronteriza para no perderse los llamados espigueiros, hórreos y paneras atlánticos que en esta zona tienen un atractivo especial: agrupados sobre promontorios rocosos a las afueras de los pueblos, construidos ellos mismos en idéntica piedra granítica, forman artísticos y nutridos conjuntos bien conservados, de porte monumental y original aspecto. Entrando en Portugal por la frontera del río Limia, los mejores ejemplares se encuentran en los pueblos de Lindoso, sobre el embalse, y Soajo, algo más adentro.

por Santiago

Santi Somoza, de estirpe asturiana en la desembocadura del Eo, allí donde ástures y galaicos se dan la mano, aferrado siempre a su clan galego-forneiro, hipermétrope enjuto, jubiloso jubilado, maestro de nada y aprendiz de todo, pacífico y socarrón, descreído, escéptico, indignado, viajero letraherido y maratoniano corredor de fondo, ave nocturna y perpetrador de tangos, amigo de sus amigos, amante del buen vino y la poesía y, por encima de todo, de sus tres queridísimas mujeres.

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