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Pocos lemas turísticos han funcionado tan bien como ‘Asturias, paraíso natural’. Lejos de resultar exagerado, nadie duda en comparar esta región con el edén por la naturaleza, tranquilidad y buen vivir que se respira y disfruta a cada paso. Aunque por sus características, lo ideal es perderse en un pueblo, pasar la noche en una casa rural y disfrutar de hórreos, animales, prados y naturaleza, las ciudades asturianas también merecen la pena. Hoy hacemos una parada en Gijón.

Comenzamos al Este de la playa de San Lorenzo, al extremo, en el monte del Rinconín. Pegado al mar, este paseo tiene unas vistas preciosas y hay un parque también para descansar. En este momento, comenzamos a ver ya una de las insignias de la ciudad: esculturas por doquier (aunque en este sentido, Oviedo es casi más intensa).

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Además de una escultura bastante moderna situada en el parque del Rinconín, que se llama ‘La solidaridad’ y simboliza la capacidad humana para ayudar a los demás, en el paseo marítimo está la que se considera un símbolo de la urbe.

Se trata del Monumento a la Madre del Emigrante, en homenaje a todos aquellos que tuvieron que dejar Asturias y ha sido rebautizada por la sabiduría popular como “la lloca del Rinconín” (en castellano, la loca…). Parece que la gente ha visto en esta señora con la mano en alto en señal de despedida algo más que una mujer apenada. Fue la primera obra moderna que se situó en los espacios públicos de la ciudad, lo que dio lugar a un gran debate sobre su belleza e idoneidad. Pero más allá de lo estético, parece que con el tiempo el pueblo gijonés ha conectado (al menos en parte) muy bien con lo que representa esta imagen.

Se puede ver a continuación:

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Como vamos en coche, lo cogemos (también se puede hacer a pie) y subimos hasta llegar a la Providencia, un monte donde hay otro parque y continúa el paseo a pie, que aún sigue por el Este hasta la playa de Ñora (no lo hicimos pero tiene que ser un recorrido muy chulo por la parte que se dejaba ver). Hay un gran mirador de varias ventanas para contemplar toda la ciudad, así como varias esculturas más y unas vistas increíbles.

Pero sobre todo lo que destaca es la naturaleza de la zona, tanto el campo verde como el amplio mar. Es un pequeño paraíso en la ciudad.

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De aquí nos fuimos al lado opuesto, al cerro de Santa Catalina, subiendo por el puerto deportivo de Gijón. Esta parte es, sin duda, la que ambiente tiene y puede ser que la más bonita de Gijón (al margen de la naturaleza de las anteriores). Subiendo por la cuesta del Cholo (conocida por su ambiente por las tardes, ideal para tomarse una cerveza o una sidrina), se pasa por una fortificación militar utilizada en la guerra civil, bien conservada, para después llegar a lo alto, a la estatua Elogio al horizonte, de Chillida y tan característica del escultor.

Al bajar, nos encontramos la iglesia de San Pedro, conocida porque en ella acaba la parte más visible Gijón. A un paso está la plaza del Ayuntamiento, desde donde parten las calles más animadas de la urbe, el casco antiguo y un montón de sidrerías donde dejarse llevar.

Es la hora de comer y paramos por recomendación de una amiga en el restaurante El Globo, en la calle San Bernardo, donde nos ponemos las botas. Es temporada de oricios y todos los restaurantes lo recuerdan con el cartel: “Hay oricios”. Es uno de mis platos favoritos y me concentro intentando retener ese delicioso sabor para saciarme al menos unos meses.

Por la tarde, damos un paseo por las calles del centro y decidimos tomar el café en La Laboral, antiguas instalaciones de la Universidad de Gijón y hoy reconvertidas en ‘Ciudad de la cultura’. Aunque sigue acogiendo a la Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales y otras escuelas, este espacio acoge también un centro de Arte y Creación Industrial y un teatro, donde se dan cita todo tipo de espectáculos.

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Pero si algo impone de este complejo es la construcción: un edificio precioso culminado por la torre (cerrada por razones técnicas la semana pasada). Para rematarlo, hay amplias zonas recreativas y ajardinadas y en verano, una zona de terrazas para disfrutar del aire libre y del preciado sol.

Cerramos este día por Gijón del que solo echamos de menos pasear por las calles del centro, parar en alguna sidrería y la zona de la Plaza Mayor de la ciudad, donde está situado el conocido teatro Jovellanos. Lo dejamos para la siguiente ocasión.

por Irene

Periodista desde 2008. Inquieta y curiosa de toda la vida. Abierta a todos los planes; ¡no hay destino que no merezca la pena!

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