La segunda parte de nuestro viaje a Huesca fue de nuevo puro placer de sentirnos envueltos en la naturaleza. Nos trasladamos a la comarca del Alto Gállego, contigua a Sobrarbe, nuestra anterior parada -que tuvo a Aínsa como referencia-, y con alicientes similares: altas cumbres, verdes prados, árboles a mansalva, pueblos con encanto y lugares dignos de lienzo y pincel. El Valle de Tena vertebra el paisaje, ofreciendo siempre unas vistas maravillosas. Si tenéis oportunidad, visitadla y disfrutad lentamente de todos los lugares que tiene que ver porque me temo que es muy, muy difícil que salgáis arrepentidos.
Biescas, nuestro campo base
Nuestro campo-base era Biescas, una localidad de unos 1.500 habitantes pero siempre con un gran ambiente, tristemente conocida en el pasado por una tragedia que se llevó por delante la vida de decenas de personas al desbordarse el río. Es un pueblo también con encanto, de calles empedradas, plazas y ambiente de pueblo. Debemos subir para admirar una parte importante del pueblo, que se extiende a lo largo de la iglesia y que da la altura necesaria para lograr de nuevo buenas vistas.
Otro punto fuerte del lugar es la cantidad de oferta gastronómica que tiene, que disfrutamos bastante. Os recomiendo sin duda el menú del Tiki, un restaurante situado en la avenida principal y que tiene unas carrilleras al vino para chuparse los dedos. Puedo dar fe. Y en general, todo lo que comimos allí estaba muy bueno. Otro lugar que probamos aunque a mí me dejó un poco fría fue La Borda del Bosnerau. Tiene un ambiente muy agradable y una cerveza artesanal que me encantó pero el solomillo, uno de sus platos estrella, me pareció bastante regular; no obstante, bien por sus migas y sus huevos rotos. Por último, si os queréis dar un capricho, id al Restaurante Saborea (situado en el hotel del que os hablaré a continuación), pues tiene platos de mucha calidad y cocina moderna que merecen la pena.
Fue importante también en este caso el hotel donde nos alojamos, el Tierra de Biescas, pues al ser una opción algo más acomodada de lo que estoy acostumbrada, viene genial cuando es verano, no tienes playa y tienes ganas de un chapuzón. La piscina nos vino genial cuando necesitábamos parar y disfrutar de estar de vacaciones, bien fuera leyendo un rato o tomando una cerveza previa a la hora de la comida. Así que mi consejo es que en estas tierras, viajando en verano, es recomendable un hotel con piscina.
Visita a los pueblos del Valle de Tena
De hecho, nosotros combinamos una mañana de relax con la visita por la tarde a los pueblos con más encanto de la comarca, un recorrido que no os debéis perder. Los dos que elegimos fueron Sallent de Gállego y Tramacastilla de Tena, situados bastante cerca tomando la carretera que lleva a Francia, y nos encantaron. Ambos tienen un aspecto similar, siendo pueblos con la arquitectura típica de montaña y con la piedra como principal elemento, pero de los que me quedo especialmente con el entorno. Están situados al abrigo de grandes picos que les confieren un aura especial, como tan solo parte de algo mucho más grande y poderoso. Cada fotografía que tomaba y que ensalzaba este hecho los hacía más grandes; más bonitos; más interesantes.
Sallent de Gállego
Sallent de Gállego fue nuestra primera parada. Atravesado por el primer afluente del río Gállego, el Aguas Limpias, el pueblo tiene múltiples recovecos, por lo que os recomiendo pasearlo de cabo a rabo. En la parte inferior, se celebra en verano el festival Pirineos Sur, con conciertos gratuitos en este pueblo; si bien tiene otro escenario de pago a las afueras. En esta zona hay áreas verdes habilitadas para pasear tranquilamente y poder comer, por ejemplo, si viajas sin intención de parar en un restaurante.
Subiendo un poco, estará el corazón de la parte antigua del pueblo, con calles empedradas y bonitos rincones llenos de flores frescas. Un pueblo siempre tiene su aquel; siempre me da sensación de libertad y al echar de menos el mío, imagino cómo será la vida en aquel que visito. Dejando atrás la iglesia gótica de Sallent de Gállego, accedemos un promontorio que nos lleva a una especie de fuerte, del cual no tenemos clara la función. Lo que sí que volvemos a disfrutar es de una perspectiva diferente del entorno, que no por mirarlo mucho, ha desmerecido. Al bajar, de hecho, vemos como en la parte posterior al centro del pueblo, hay más viviendas; otro nuevo horizonte de buenas vistas.
Tramacastilla de Tena
Dejamos a Tramacastilla de Tena como colofón y aunque el pueblo tiene menos nombre que el anterior, de nuevo, nos maravilla. Este pueblo tiene como población menos alicientes si cabe, al ser más pequeño, pero de nuevo volvemos a admirar a una localidad que se debe a su paisaje, con Peña Telera al mando. Además, el día que lo visitamos, quizás por la hora, apenas había nadie en sus calles y le daba un punto más frío.
Lo mejor por tanto es también subir al mirador del pueblo, accesible tras unas cuantas escaleras, que ofrece unas vistas impresionantes del Valle de Tena y del Embalse de Búbal, objetivo también de muchas miradas. Pero sobre todo, se obtiene también una mirada especial del pueblo al bajar, quizás especialmente bonita por el momento en que fuimos, cerca del atardecer.
Las estaciones de esquí también se disfrutan en verano
Esta zona es también muy conocida porque alberga importantes referencias el turismo invernal en España. Concretamente, están muy cerca las estaciones de esquí de Formigal y Panticosa, aunque durante el verano sin la preciada nieve. No están abandonadas, sin embargo, acogiendo actividades que aprovechan las instalaciones y los privilegiados entornos en los que están situadas. No obstante, como comenté al hablar de mi experiencia en Panticosa, sí dan sensación de ser lugares que son tan solo una sombra de lo que son en otras épocas y también resultan lugares singulares.
A Formigal solo nos acercamos por pura curiosidad, pues lo más típico son las rutas BTT y nosotros no disponíamos de bici. Bajamos no obstante a echar un vistazo y sentimos rápidamente el frío de la zona, al bajar de un plumazo unos cinco grados en el termómetro. Tras hacer algunas fotos, nos volvimos.
En Panticosa sin embargo sí hay algo más de movimiento. Nosotros tomamos el telecabina, abierto ahora para acceder a lo alto de la montaña, y desde ahí hicimos una ruta para ver los ibones de Sabocos y de Asnos, con unas vistas del entorno que eran también privilegiadas y diferentes a tal altitud. La ruta son cerca de siete kilómetros y tan solo es algo dura en el tramo final. Para quiénes no quieran sufrir, hay también autobuses 4×4 que te llevan a la misma entrada a los ibones, aunque el precio también es caro.
Este recorrido es muy recomendable, si bien el precio de la entrada para subir en telecabina me pareció un poco alto: 17,5. Montar en este transporte también es una experiencia en sí misma y todo en general, divertido y original. En esta estación también hay actividades BTT, que en nuestro caso no nos despertaban interés.
La ruta de Cola de Caballo, a un paso
Aunque está situado en los términos de la comarca de Sobrarbe, la ruta de Cola de Caballo está muy cerca de Biescas, también. De hecho, nosotros accedimos desde este pueblo. Y la carretera es preciosa. Se trata de la ruta más popular para acceder al Parque nacional de Ordesa y Monte Perdido y un recorrido sencillo donde admirar un paisaje espectacular. La ruta más sencilla son unos 16 kilómetros, pero merece mucho la pena, no solo por las vistas y lo bonito del entorno, sino por las cascadas que se reparten a lo largo del recorrido. Sencillamente espectaculares. ¡Te animo a visitarlo! A mí esta zona solo me dejó un mal sabor: no tener más días para disfrutarla. Espero volver.