Hoy viajamos al valle de Iraurgui, en el curso medio del río Urola, en el interior del País Vasco, una llanura en las faldas del macizo de Izarraitz casi equidistante de las tres capitales provinciales vascas. El conjunto urbano lo forman dos pueblos muy cercanos entre sí, Azcoitia y Azpeitia, cruzados por el río y rodeados de un espectacular paisaje rural salpicado de caseríos.

Azcoitia

Cuna de pelotaris y de los caballeritos ilustrados, esta villa se extiende a ambos lados de un amplio meandro del Urola. El casco viejo, en la margen izquierda, concentra el ambiente popular de bares, restaurantes y mercado sabatino, presidido por el Ayuntamiento. Situado en una cuadrada plaza abierta, es este un original edificio barroco en piedra gris, blasonado, de amplia balconada y altos soportales de arquería. Cerrando la plaza por el oeste, se levanta el Palacio de Leturiondo, contemporáneo del anterior y un buen ejemplo de construcción indiana de carácter civil. Siguiendo hacia arriba la estrecha calle principal, empedrada y paralela al río, detrás de la citada casa consistorial, se halla la iglesia parroquial de Santa María, sobrio gótico vasco de torre y pórtico destacables. Casi enfrente, haciendo esquina, se levanta la llamada Casa Negra, de piedra oscurecida por el tiempo, una compacta torre medieval donde se casó el primer pretendiente carlista al trono de España.

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Por aquí pasaba la muralla que en la Edad Media protegía a la ciudad. Regresando al fondo de la calle, al sur, y saliendo a la derecha antes de cruzar el río, frente al cine local, nos encontramos con algo mucho más moderno: los conocidos como Frontones de Oteiza, un conjunto deportivo en granito blanco, un laberinto de siete espacios angulares y abiertos que representan las siete provincias históricas vascas y se levantan como una posmoderna escultura gigante, diseñado por el insigne escultor.

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Azpeitia

Pasa el río por aquí menos retorcido y, justo en el centro, donde recibe por la derecha a su principal afluente, un pequeño riachuelo, se levanta la llamada Plazuela del Concejo, plaza mayor donde lo que fue un viejo convento alberga hoy la Casa Consistorial, con la antigua iglesia reconvertida en centro cívico. Saliendo hacia el este por la estrecha calle central que vertebra el tramo urbano más animado, traspasando una original placita semicircular abierta en abanico, nos encontramos al fondo con el Palacio de Antxieta, ejemplar destacado del mudéjar vasco propio de esta zona: piedra sillar en la planta baja y arriba ladrillo más o menos decorado.

Girando luego a la izquierda, allí donde la vieja muralla marcaba el límite urbano, nos esperan dos interesantes visitas. La iglesia de San Sebastián, de medievales orígenes templarios, donde fue bautizado su hijo mayor, San Ignacio. Y un inesperado tesoro popular, de original factura, distinto y más completo de los que se conservan aún en muchos lugares: el antiguo Lavadero local, debidamente rehabilitado.

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Es una construcción sólida y cerrada, abierta por el techo, donde un elevado aljibe central recoge el agua de los manantiales cercanos y la sirve a las diferentes albercas alineadas, abajo, a lo largo de sus laterales, cada una con su correspondiente piedra de lavar; la fachada principal, que da a una zona de juegos infantiles rematada por el Frontón, ofrece el agua desde tres fuentes públicas. Volviendo a nuestro punto de partida y pasando el río, hacia el sur, pegada al río pequeño, la inconfundible silueta de la Plaza de Toros nos habla no solo de una insólita afición taurina sino también de un frecuente escenario de actividades variadas, sobre todo de competiciones de deporte rural. En fin, no podemos olvidarnos del Museo del Ferrocarril, a dos pasos del río, al sudeste, sito en la vieja estación de tren del Urola, una interesante muestra de máquinas, vagones, talleres y material de un recién pasado mundo ferroviario.

Loyola

A las afueras de Azpeitia, camino hacia Azcoitia, a la izquierda de la carretera principal, es casi obligado parar en lo que puede considerarse como la joya de la corona: el Santuario de Loyola. Aquí nació Íñigo de Loiola, militar, luego religioso contrarreformista bajo el nombre definitivo de Ignacio, hoy reconocido por la iglesia como San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús allá por la primera mitad del siglo XVI, agrupación de enseñanza religiosa que acabó extendiendo su influencia por todo el mundo hasta el punto de que el papa actual es un jesuíta.

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Dentro del conjunto arquitectónico ignaciano, destacan el Museo, la Casa Natal, otro ejemplo del mudéjar vasco tan característico del valle, y en especial el Santuario, una mole neoclásica con amplia escalinata, escultural pórtico churrigueresco y barroca Iglesia catedralicia de planta circular cerrada por una inmensa cúpula central que se remata en linterna y cruz. Los exteriores no le van a la zaga: delante, un parque arbolado de uso público, frondoso y cuidadísimo, que forma parte de la senda verde que, paralela al río, une las dos villas vecinas por la vieja vía del tren; detrás, una amplísima zona verde de bosque, pradera y jardín, ideal para el descanso, la lectura o la meditación. En torno a este centro principal y bajo el sello espiritual de Loyola, existen otros centros de carácter religioso, desperdigados por ambos pueblos y sus alrededores: ermitas, iglesias, monasterios, palacios y casonas.

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Además de todo lo anterior, si practicas el ejercicio físico al aire libre, esta es una zona ideal para aprovechar la visita. Si corres, aquí te espera el considerado como uno de los mejores medios maratones del mundillo atlético: el AzkoitiAzpeitia, prueba popular homologada de favorable perfil y gran participación, creada por Diego García, malogrado maratonista local que fue subcampeón europeo en los años 90; si te animas, el próximo año será una edición especial por cumplirse sus bodas de plata (hay, además, una carrera más corta y otras para niños). Si caminas, la senda verde fluvial, llana y bien señalizada es lo aconsejable. Si pedaleas, aquí las opciones son muchas, tanto de asfalto como de tierra. Si te gusta el monte, en fin, el espectacular paisaje de las montañas vecinas, que pasa del verde a la roca pelada, ofrece maravillosas rutas a pie y buenas zonas de escalada. Avisado quedas.

*Si quieres recorrer con nosotros otros puntos de interés del País Vasco, te invitamos a pasar un día en Vitoria, visitar el Valle de Arratia o conocer Bilbao y alrededores. ¡Es una tierra preciosa!

por Santiago

Santi Somoza, de estirpe asturiana en la desembocadura del Eo, allí donde ástures y galaicos se dan la mano, aferrado siempre a su clan galego-forneiro, hipermétrope enjuto, jubiloso jubilado, maestro de nada y aprendiz de todo, pacífico y socarrón, descreído, escéptico, indignado, viajero letraherido y maratoniano corredor de fondo, ave nocturna y perpetrador de tangos, amigo de sus amigos, amante del buen vino y la poesía y, por encima de todo, de sus tres queridísimas mujeres.

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