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El conflicto también existe en los viajes

Irene 26 septiembre, 2018

Según la RAE, ‘Conflicto’ es: Problema, cuestión, materia de discusión.

Nadie duda que en los últimos tiempos, viajar se ha puesto de moda, cosa que no me parece nada mal. Coger un avión es ahora más barato, los destinos lejanos están cada vez más al alcance y hasta las bloggers de moda se han fijado en la belleza que encierra el mundo y en la que antes no habíamos reparado, quizás porque no era tan fácil. También, en esa línea de buenrollismo y superficialidad que tan de moda está también en el siglo XXI, viajar nos hace creer que somos “capaces de todo”. La realidad es que no lo somos y aunque adore viajar, no me gusta que se mitifique descontroladamente esta actividad.

Con todo ello, lo que quiero hacer ver es que en los viajes también existe una parte fea, mala, conflictos… como queráis llamarlo. ¿Y por qué es necesario destacarlo? Pues porque además de ser sencillamente la verdad, creo que la parte mala seguramente sea tan necesaria como la buena. El yin y el yang que dicen. La otra cara de la moneda… la realidad. Y sobre todo porque soy de las que piensa que tenemos que viajar con conciencia y actitud crítica para viajar mejor… y si le damos un par de vueltas a nuestro hobbie favorito pronto llegaremos a la conclusión de que no todo es color de rosa. Como la vida misma.

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Las consecuencias de viajar no siempre son positivas

Masificación, aglomeración, turismofobia… son palabras que están cada vez más presentes en este sector y que cada vez más tendrán consecuencias sobre los destinos y las sociedades. Maya Bay, la bahía tailandesa donde se rodó la película de La Playa, o Borácay, la isla más turística de Filipinas hasta hace poco, han cerrado sus puertas a los viajeros al haber visto efectos negativos sobre su territorio.

La situación es chunga, de eso no cabe duda. Lo que no voy a culpar es a los “putos malditos turistas”, básicamente porque yo soy uno de ellos y porque no hay nada de malo en tomar la libre decisión de desplazarte a un lugar por muy turístico que sea. ¿Dónde está el límite? Creo que son las autoridades las que deben frenar el chorreo de viajeros hacia sus tierras cuando este desplazamiento no es sostenible.

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No obstante, cada vez más, creo que todos debemos de tomar conciencia de ello. Como viajera, personalmente cada vez más evito lo más turístico de cada destino -o lo intento- (a excepción de monumentos o paradas que creo que merecen tantísimo la pena que tampoco las voy a obviar) como Phuket en Tailandia. Y cuando elijo los sitios más populares, también me salgo de los lugares más visitados y exploro otras zonas que casi siempre me sorprenden para bien. 

No todo es como se ve en las fotos

El debate sobre lo bueno y lo malo de viajar ya lo he tenido otras veces, aunque en conversaciones fuera de este blog. Es cierto que en nuestros perfiles de redes sociales tendemos a contar solo lo bueno y en parte creo que el formato lleva a ello. En Facebook o Instagram tendemos a simplificar los mensajes… de ahí que siempre se hayan llamado plataformas de microblogging. Luego las experiencias podemos ampliarlas y dar más detalles en el blog.

El problema es que ahora se consume fundamentalmente vía redes sociales. Y los malos momentos se evitan.

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También entiendo que es normal pues en mitad de un mal momento tampoco es plan de ponerse a hacer un stories o una foto. 

Los viajes están para vivirlos y luego, después, debería llegar el momento de contarlos. A veces este proceso se invierte y la consecuencia es aún peor. Viajamos para contarlo…y el fin de viajar debería ser pues eso: viajar. Descubrir, conocer, visitar…foto-delhi

Pero volvamos a lo malo. Hablábamos de evitar los peores momentos en las redes sociales y así hacer creer que los viajes solo se componen de momentos maravillosos. En los viajes hay mucho más. Y por eso, creo que es también una buena actitud leer. Leer información más amplia y completa y no quedarnos solo en las imágenes bonitas de un lugar. Porque los sitios más allá de una estampa, son mucho más.

Por eso, supongo, en este blog, más allá de datos prácticos, me gusta contar las impresiones de los destinos. Contar qué se va a esperar la gente. Qué pueden esperar y a qué atenerse…

Y esto no es una crítica a nadie en concreto; creo que Instagram también puede aportar buenas cosas -sobre todo descubrir lugares nuevos e inspiración-. Pero me gusta apuntar el conflicto de contar o quedarse solo con una parte de los viajes. La más gráfica, pero no la más real. La bonita, pero no la única.

Encontrar el consenso con nuestra compañía viajera

Otra fuente de conflicto recurrente en los viajes es la compañía a la hora de viajar. Existen las típicas parejas con gustos muy parecidos que siempre se ponen de acuerdo y cada año viajan felices y comen perdices. Pero también hay mucha gente que no encuentra con quién viajar o que choca con aquellos con quienes viajan.

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No es sencillo decidir cómo va a ser el viaje: si la gente es activa y quiere hacer muchos planes o si por el contrario quieren ir poco a poco, comprando en cada parada y dedicando a la comida un tiempo considerable. Hay que decidir si se hacen excursiones, los hoteles, los tipos de restaurantes… tantas cosas que el conflicto puede aparecer en cualquier momento.

Con el tiempo, la gente suele aprender, pero hasta cuando sabemos que con determinadas personas no podemos viajar, a veces repetimos. ¿Si no aprendemos en la vida, quien nos dice que podamos aprender en los viajes? 😛

Cuando viajar empieza a serlo todo…

Este post va de conflictos y hay que entender que algunos conflictos son buenos. Los conflictos son los pasos previos a tomar decisiones. Por ello a veces nos hacen avanzar; motivan, digamos, a que pasen cosas.

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Hablando de una afición como es viajar, otro conflicto se produce cuando a uno le empieza a gustar mucho viajar. Mucho, mucho. A veces rozando la obsesión. ¿A qué puede llevar esto? Puede llevar a la gente a dejar su trabajo y viajar un tiempo hasta encontrar lo que verdaderamente le gusta. Este camino puede ser fácil o no. Puede llevar a otros a ese mismo deseo…pero que este choque con otros deseos y que entonces, por ejemplo, ese conflicto sea un poco más engorroso y acabe por resolverse en favor de apaciguar esas ganas. La deriva será diferente en uno y otro caso pero lo que está claro es que normalmente viajar cuando llega a un punto de gustarnos mucho te hace replantearte el modelo de vida que siempre nos han inculcado.

Nos abrimos a otras formas de vida e incluso aunque no tomemos la decisión de llevarlas a cabo, las entenderemos de mejor manera y en cierto modo, les cogeremos menos miedo.

*En este punto, me gustaría hablar de aquellos que pregonan que te van a contar «cómo vivir de viajar». No digo que no sea posible -lo es- pero en muchos casos hay demasiado timador en Internet que promete cosas que no tienen ninguna base. Me refiero a quien te va a dar las claves para vivir de ello. No hay una receta mágica. De seguir, sigue tu propio camino.

¿Conocemos realmente los lugares que visitamos?

Este es otro de mis conflictos preferidos, que me acechan casi constantemente cuando pienso viajes y los realizo. ¿Conocemos realmente los lugares que visitamos? Está claro que la primera respuesta que me viene a la cabeza es no; que es difícil conocer verdaderamente un país cuando lo visitamos 5, 10, 20 días… pero a la vez pienso que si no conociese al menos una gran parte de los lugares que visito, todos me parecerían iguales. ¡Y me resultan tan distintos!

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Aunque sea superficialmente está claro que conocemos los destinos que visitamos. La moneda, el clima, los paisajes, la cultura, las formas, los monumentos, las normas sociales, la higiene, las normas cívicas… casi siempre son diferentes. Por eso, nos sumergimos aunque sea solo durante unos días en los lugares que visitamos y vivimos experiencias que serían diferentes en caso de haber pisado otra latitud.

Peeeero, siempre hay un pero. ¿Dedicamos tiempo a poner en contexto todas esas impresiones que vemos en un destino? ¿Vivimos realmente las situaciones que viven sus lugareños, comemos donde ellos, dormimos como ellos, hablamos con ellos…? Pues muchas veces no.

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Pero es que aún intentándolo y haciéndolo, voy más allá. ¿Hablan con nosotros los lugareños como lo harían con alguien de allí? ¿Nos explican objetivamente sus realidades? ¿Es suficiente el tiempo como para sacar algo en claro? Todo ello es complejo.

Con todo ello y aún pensando a menudo en este conflicto, me sigue aportando mucho viajar. Me gusta ser muy turista en este sentido, supongo, y aunque también disfruto de sumergirme un poco más en la realidad del país, no me importa quedarme desde la barrera -AKA una terraza y una cerveza- contemplando cómo la gente simplemente pasea con el paisaje urbano -o no- de fondo.

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Si me preguntan además qué es lo que más me gusta de viajar, creo que así, a grandes rasgos, es simplemente estar en un país nuevo. Habrá para quién esto sea tan solo sea una forma de coleccionar, de pasar por un lugar y que el lugar no pase por ti -que evidentemente no, hay mucho más-, de buscar solo momentos, pero qué sentimiento más fuerte, qué pasión por las venas, ¡qué emoción me entra al vivir ese momento

Aquí es donde reconozco que quizás ni soy tan crítica ni estoy tan concienciada como para ser una ‘viajera modelo’; quizás nadie lo es…y más que juzgar a los demás, estas reflexiones me sirven para avanzar un poquito; que nunca es suficiente.

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…y el miedo

Lo dicho: cuando hay lugares que más allá de lo que son en una foto, imponen cierto respeto, el conflicto se puede convertir en miedo; que no es más que un mecanismo de autodefensa ante lo desconocido. De ahí que al viajar se presente si acaso, aún en mayor medida. Por ejemplo, yo viajo sola de vez en cuando y casi siempre tengo momentos de miedo. Miedo a lo desconocido y a andar a determinadas horas por la calle de una ciudad que apenas conozco. Huelga decir que cuando cae el día me voy al alojamiento, a dormir pronto para que al día siguiente pueda recorrer el destino con luz, que es mucho mejor aliada.

El miedo es por supuesto fácil de vencer, está claro. La mayoría de las veces el mejor antídoto son las ganas y el hecho racional de que el verdadero peligro es casi siempre una excepción…

Con lo bueno y con lo malo; con sus conflictos y sus virtudes; con todo lo que lo compone… ¡qué viva viajar!

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