En este capítulo de nuestro viaje abandonamos Italia viendo a través del cristal los preciosos pueblos de la región de Liguria. Echamos muchas horas en carretera, pasando por la región de Piamonte sin hacer casi paradas y pasando los peajes más caros del recorrido, para llegar por la noche a Chamonix. Después de dos días en este pueblo de montaña, nos acercamos a conocer la encantadora población de Annecy y hacemos parada en Carcassonne para volver a casa.
Como ya os adelantamos, el objetivo principal de este viaje de 15 días por Francia e Italia era Cinque Terre. Pero calculando algo mal el tiempo, nos vimos allí con cinco días aún por delante y decidimos conocer los Alpes, cambiando de tercio y buscando uno de los paisajes naturales más bonitos de Europa.
Para llegar, nos encontramos con un día de lluvia torrencial y con peajes mucho más caros que en otras zonas. De hecho, en el túnel que lleva a Chamonix hay que pagar en torno a 40 euros. Pero al llegar a este pueblo nos damos cuenta de que merece la pena. Amanecemos bajo en las faldas del Aguila du Midi, un pico de 3.000 metros cercano al Mont Blanc, que está escondido detrás de otras montañas.
El paisaje es inigualable: nos despertamos en un área donde hay un lago con agua cristalina, ante la presencia de las grandes montañas de los Alpes y un enorme glaciar formado en las rocas. Es un área para escalar y donde se ofrecen también deportes de aventura. Pero debe ser en otra época porque cuando estuvimos (mes de septiembre) apenas había movimiento. Sí escaladores. Cuál fue nuestra sorpresa al ver a niños que rondarían los 6 años subiendo por la montaña. Parecía además que era en horas de clase, por lo que suponemos que en esta región hacen este tipo de deportes en horas lectivas. ¡Qué pasada!
Además, en esta parte del viaje el tiempo no era tan bueno como en la zona de la costa y tuvimos que abrigarnos un poco más. Lo notamos sobre todo por la noche, cuando más refrescaba. Eso sí: no sufrimos tanto los problemas del hielo (en las tiendas allí no suelen vender), ya que las cervezas se enfríaban a temperatura ambiente.
Por la mañana damos un paseo señalizado en uno de los extremos de esta parada de servicio y a media mañana vamos a la Oficina de Turismo de Chamonix.
Nos dicen que el funicular que llega al Aguila du Midi está cerrado por mal tiempo (¡qué mala suerte estamos teniendo con el clima!) y desechamos la otra opción, subir en tren hasta el glaciar. Ambos recorridos cuestan más de 30 euros. Si os interesa, hacen recorridos de senderismo de todo tipo, con precios variables.
Paseamos por las calles de esta localidad, muy conocida por tener estación de esquí, y a la que no falta de nada: muchos comercios, cine, locales nocturnos… De hecho, nos llama la atención el anuncio de fiestas al estilo Ibiza, como si fuera la típica ciudad de vacaciones, pero en invierno. También se puede visitar el Museo Alpino.
Al día siguiente partimos a Annecy, una ciudad muy bonita, que aúna a la perfección el encanto de la arquitectura de montaña, sus atractivos medievales y el cuidado extremo de los detalles de una ciudad francesa. Una de sus mayores joyas es el gran lago que tiene, tan limpio que es de color azul turquesa.
Vemos flores en los múltiples puentes que recorren la ciudad, bicicletas y un ambiente tranquilo, calles empedradas llenas de vida. Como señas turísticas, está el Palacio de L’Isle, que fue una cárcel en la Edad Media, y el castillo de la ciudad, en la parte superior, hoy Museo y Conservatorio de Arte e Historia de Annecy y la Oficina Regional de los Lagos Alpinos. Pero como ya nos pasó en otros pueblos franceses, lo mejor es pasear por sus calles.
Pasamos la noche en el Camping municipal (17 euros), muy cuidado y con vistas geniales, desde donde se puede también bajar al pueblo andando. Al día siguiente partimos hacia Carcassonne, con el bajón emocional que procede en los últimos momentos de un viaje. Allí recorremos también la cité, ciudad antigua, donde se puede entrar a la fortaleza que hace de esta una ciudad tan conocida y la iglesia de Santa Nazaire. Luego damos un paseo por la parte moderna. Como siempre, un poco atropelladamente, cogemos la furgoneta para abandonar Francia y volver a casa.