A mis padres, que son responsables de todo lo bueno que me pasa
Cuando era pequeña, apenas hacía tareas del hogar. Para bien o para mal, mis padres creían que en ese momento tocaba aprender o jugar y no me tuve que preocupar por ello. Supongo que por eso actualmente no se me da especialmente bien ninguna. Sin embargo, soy especialista en fregar. Esta actividad, que no suele gustar tanto, a mí me resulta sencilla y familiar. Sé que se debe a que en los campings que visitábamos cuando era pequeña, este quehacer resultaba parte del ocio estival y era por tanto también parte del juego.
Me gusta advertir como aquella etapa, ya lejana, tiene aún efectos hoy en día. Eran los cimientos de mi yo vital; mi yo actual; y también mi yo viajero. De eso os hablaré hoy. De las bases de la afición que dio lugar a esta publicación. Quizás la base de todo.
Los viajes de nuestra más tierna infancia…y más allá
Era bastante pequeña cuando fuimos de camping a Lisboa, Costa Brava o París, y mi mala memoria no me lleva a aquellos lugares muy a menudo. Pero tengo flashes de cómo disfrutábamos de las piscinas; la playa; o de los parques de atracciones que fueron en otra etapa objetivos de nuestros viajes. Eran una extensión de nuestro modo de vida en Asturias, pues solíamos ir al campo y seguíamos disfrutando de la naturaleza. Creo que por entonces, aprendí a disfrutar y a gozar en libertad de las cosas. Sin límites, sin presión y sin prejuicios. Y esa filosofía de vida aún la mantengo ahora. Bendita ella.Los viajes no se quedaron ahí. Años más tarde viajamos a Cuba y disfrutamos en familia de un país tan especial como contradictorio. Y como no podía ser de otra manera, ahora volvemos a embarcarnos los cuatro en nuevas aventuras donde compartir tiempo y seguir disfrutando juntos -recientemente en Burgos y Las Merindades, en la zona rural de la región, o País Vasco francés-.
La vida en el campo
Me crié en la penúltima casa de un pequeño pueblo asturiano donde las calles no tienen nombre. Allí la infancia fue fácil, pues al ser un lugar pequeño, reinaba prácticamente la libertad. Nuestros mayores tesoros eran una colchoneta y un viejo muñeco con el sobrenombre de ‘titi’. Me gusta pensar que eso potenciaba nuestra imaginación y que en los días más aburridos soñaba con salir de los márgenes de mi pueblo y llegar quién sabe dónde. Ahora creo que la sobriedad con la que crecimos fomentó nuestra curiosidad. Ahora asocio mi modo de crecer con mis ganas de viajar. Y sobre todo, ahora agradezco haberme criado en ese entorno.
Aunque de pequeña me quejaba porque los lugares que me interesaban -como el cine- estaban demasiado lejos, el sitio donde crecí es a día de hoy el tipo de lugar que me da más paz. Más allá de las ciudades, que también me interesan, en los grandes viajes me gusta perderme por los lugares pequeños. Ser cercana con la gente e integrarme, con la calma que ofrecen estos lugares, casi sin darme cuenta. Y a la vez aislarme para tomar distancia de las cosas que me ocurren cuando estoy inmersa en la rutina.
Ahora entiendo que sin la naturaleza estamos perdidos; que la quiero cerca, más aún cuando viajo, ya que mi día a día finalmente he decidido que transcurra en una gran ciudad.
Mi personalidad aventurera
Por último, voy a ahondar en otro de los factores que creo que han sido claves a la hora de elegir la aventura; viajar, viajar y viajar; y disfrutar en gran medida de los momentos y experiencias. Siempre he creído que esto era consecuencia de lo que me ha tocado vivir, pero tras leer sobre temas de personalidad, he cambiado de parecer y creo que hay determinados elementos de mí misma que también lo han impulsado. Es decir: soy una viajera incansable también porque mi personalidad me ha llevado a ello. Dicho de otro modo, este hobbie casa perfectamente con lo que mis entrañas exigen.
Hay una corriente de pensamiento de la que últimamente estoy leyendo bastante y que establece nueve patrones de personalidad. Se llama el eneagrama y entre sus estudiosos están George Ivanovich Gurdjieff, Óscar Ichazo y Borja Vilaseca, a través de cuyos vídeos lo descubrí. Hay test para saber en qué modelo encajamos mejor. El mío predominante es el ‘7’, el entusiasta. Su mayor virtud es ver el lado bueno de las cosas; la alegría y las ganas en todo momento de aventura. Y su mayor problema que evita todo el rato el aburrimiento. Para entendernos: soy capaz de emocionarme con un simple cielo rosa, pero también capaz de angustiarme si paso una mañana de hotel en la piscina sin hacer otra cosa… ¡porque necesito hacer cosas todo el tiempo!
Con este post, he querido ahondar un poco en los cimientos de mi yo viajero o las bases de por qué creo que me gusta tanto viajar. Hay razones muy mías, otras adquiridas seguramente por imitación y otras que han ido viniendo con el paso del tiempo desde distintos frentes, pero desde luego creo que todas son profundas y han venido para quedarse. Quería recalar en eso; en la huella que deja cada cosa que nos va pasando y en cómo se forja una persona con el paso del tiempo, con sus aficiones y con todo lo que le rodea. Dicho esto, ¡me encantaría conocer vuestra experiencia! ¿Os habéis sentido algo identificados?
Holaaa, sí que me he sentido identificada!! Y eso que crecí en Madrid, pero yendo al pueblo a menudo
La foto de la tienda de campaña es clavada a unas cuantas de mi infancia ❤️
Besos!
Alicia
¡Qué bien, Ali!
me alegra de que te hayas sentido identificada porque creo que al menos mucha gente seguro que tiene una base viajera importante y a veces ni siquiera se da cuenta 🙂
Un abrazo,
Irene