Hay lugares donde muchas veces no llegamos si no contamos con algún amigo o conocido en el destino que nos hable de ellos. Sitios que no salen en las guías. Que a determinada gente les pueden parecer poco preparados para el turismo; desordenados. Pero que precisamente por eso, por su carácter salvaje e improvisado, por su naturalidad, a otros nos encantan. Es el caso de la playa Diego Hernández, en Tenerife; una playa que es además mucho más que eso.
Es punto y final de una preciosa ruta, no demasiado larga pero suficientemente bella, que nos enseña el paisaje rocoso de la costa tinerfeña y su fundición con el horizonte. Y es también una buena forma de acercarse a otra forma de vida también presente en la isla, alejada de los centros comerciales y los grandes edificios de otras zonas del sur, para mostrarnos jóvenes de vida alternativa que algunos casos acampan en estas zonas y viven en ellas, al abrigo de cuevas que se forman en la roca. Preparen un poco de agua y buen calzado porque lo que sigue merece la pena. ¡Desde luego que la merece!
La ruta comienza en el pueblo de La Caleta, también algo diferente a otras poblaciones como Los Cristianos o Las Américas, centro neurálgico del turismo en Tenerife. Hay casas marineras muy bonitas y hay que tomar un camino que las bordea en dirección oeste. Nosotras habíamos estado antes en otra playa –El Puertito-, por lo que comimos por la zona.
Os recomiendo Casa Mundo, un restaurante popular y también chivatazo local, que pone buenas tapas y sobre todo a buen precio. Unos mejillones, pulpo y papas arrugadas fueron las energías que posteriormente gastaríamos en el camino a la playa. Es un restaurante informal –no esperes una estética especial- pero el servicio es muy atento y uno se siente parte de Tenerife allí. Digamos que no está hecho para el turismo.
El trayecto es prácticamente todo el rato un amplio balcón al Océano Atlántico, un privilegio para observar el lugar donde nos encontramos y disfrutar del entorno. Antes de llegar a la playa Diego Hernández, hay otro arenal, más pedregoso e incómodo, la Playa de los Morteros, que no tiene buenas condiciones para el baño. En la zona, parece que hay algunas tiendas de campaña, por lo que entiendo que hay jóvenes que habitan por allí. De hecho, en mitad del camino, hay una mesa con libros, tildada de ‘biblioteca’, que apunta también los objetivos de sus habitantes. Viven con pocas cosas, pero no faltan los libros.
El calor aprieta y a veces nos cuesta subir las empinadas pendientes del camino, pero pronto vemos el final. En esta zona, la playa gana unos metros a la costa y la imagen desde la parte de arriba es preciosa. Algunos barcos zarpan en este lugar privilegiado, aunque por momentos nos sobra la música y ruido, pues este es un lugar aislado y en mi opinión, se saborea mucho mejor en silencio. Bajamos haciendo algún malabarismo, pero pronto tocamos la arena.
La zona de baño es buena, con arena medianamente clara –es de hecho, la única playa de arena blanca en la parte sur de Tenerife-, fina y aguas tranquilas. De hecho, no tardamos en darnos un baño y el agua está buenísima. En un momento dado, teníamos sed y hay algún puesto informal donde pudimos hacernos con una botella.
La playa está alejada, así que la libertad se impone: los perros van sin problemas, la gente practica nudismo y se disfruta con total tranquilidad. Cada uno conoce sus gustos, pero yo no le pongo ni un pero… me hubiera quedado dos días allí debatiendo entre tirarme en la arena o darme otro baño para después secarme al sol. Me encantó. El único problema era que había que volver. De hecho, estoy segura de que el mejor momento para estar allí es cuando cae el día, aunque nosotras fuéramos previsoras y nos fuéramos antes. Dejamos algún timbal sonando y buen ambiente. Hasta nos invitaron a quedarnos. Pero sencillamente no se puede tener todo.
Así que volvimos, maravilladas de nuevo con el paisaje, y con la sensación de haber visto un lugar completo y auténtico; habiendo disfrutado un mundo. ¡Os lo recomiendo a todos! Aunque he hablado de que la ruta es en ocasiones algo dura, sobre todo si hay un sol intenso, es factible para niños y familias, que de hecho había cuando la visitamos.
DATOS PRÁCTICOS
*Cómo llegar: Lo más práctico es hacerlo en coche hasta La Caleta, por la carretera TF-1 del sur de Tenerife.
*Dónde alojarse: La mayoría de hoteles de Tenerife están en el sur y tienes una variada carta en la que elegir. Además de que todo está bastante cerca y es sencillo moverse por la isla.
*Si te ha gustado este post, te invito a recorrer la isla de Tenerife por cinco días con nosotros. ¡Tenerife es maravillosa!
¡Ay! a ver si la semana que viene concreto ese viaje a Tenerife… ¡me pones los dientes largos!
Sin duda las Canarias tienen mucho que ofrecer
Un abrazo!
Flavia
Siiii,
te va a encantar 🙂 y ve más de 5 días, que luego te sabe a poco!
saludotes,
Irene