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Marcada por la afición de sus habitantes a los toros, de la que hacen gala a cada paso; por el importante legado histórico del Imperio Romano plasmado en el Anfiteatro de las Arenas y el Teatro Antiguo de la urbe; por haber sido lugar de residencia del excéntrico y maravilloso pintor Vincent Van Gogh; y por el toque decadente de las edificaciones de la ciudad; Arlés es una mezcla de elementos muy distintos, pero que quedan perfectamente engranados en el conjunto.

Situada en la Provenza, la actividad más placentera que se puede realizar allí es pasear por sus calles. De ellas se desprende el verdadero encanto de Arlés.

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Personalmente, me quedé absorta con cada rincón de la ciudad. Aunque tengo que decir que iba ya predispuesta a maravillarme porque tenía un dato que no me podía quitar de la cabeza: en ella está el antiguo Café Terrace, que Vicent Van Gogh retrató allá por 1888 y que es uno de mis favoritos del pintor. Me gustan especialmente sus obras cuando recrean la noche y con la ‘La noche estrellada’, el ‘Terraza del café de la Place du Forum en Arlés por la noche’ es uno de mis predilectos.

Hoy, este establecimiento está en pleno centro de la ciudad y se llama café Van Gogh (se puede ver en la foto que inicia el artículo). Se reconoce perfectamente el elemento central de la pintura; el color amarillo, tan presente en la obra del artista holandés. Está en la Plaza du Forum y desde allí parten muchas de las calles más bonitas de la urbe.

Vamos a ver el cuadro para poder comparar la obra y la realidad:

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Pero quizás la referencia más clara para pasear por ellas es la plaza de la República. Cerca de esta se sitúa un centro donde estuvo internado Van Gogh, presa de sus problemas psicológicos; ahora biblioteca, sala de exposición y recinto de tiendas.

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Hay que tener en cuenta que fue en Arlés donde este pintor vivió los años más intensos de su creación artística; y también de su vida personal, pues fue también allí donde se cortó una oreja con una cuchilla después de tener desavenencias con su colega Gauguin. Aunque informaciones recientes han señalado que fue su amigo el que con una espada se la cortó. En el recorrido, se puede hacer una parada en el camino en la orilla del Río Ródano, que cruza la ciudad.

Además de las referencias artísticas y estéticas de la urbe, un elemento indispensable en su importancia como ciudad de paso hacia Hispania para el Imperio Romano. Los vestigios que se pueden visitar y que merecen la pena son el Anfiteatro de Las Arenas y el Teatro Antiguo, sobre todo el primero, por su magnífica conservación. La entrada para ambos vale 6 euros; 5,5 euros la reducida. Las Arenas fue construido después del Coliseo Romano y, por tanto, recuerda mucho a él.

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Además de la arena, que a día de hoy sigue acogiendo espectáculos –sobre todo, corridas de toros- la construcción es imponente y se puede disfrutar de sus múltiples recovecos. El Teatro Antiguo está peor conservado pero merece la pena también imaginarse lo que un día fue.

por Irene

Periodista desde 2008. Inquieta y curiosa de toda la vida. Abierta a todos los planes; ¡no hay destino que no merezca la pena!

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