El Monasterio de Piedra, parque y jardín histórico además del monumento en sí, es un destino ideal para aquellos que disfrutan del placer de escuchar el discurrir del agua. En algunos momentos, el movimiento es lento y delicado; en otros, golpea fuerte contra el piso haciendo subir la emoción del momento. Pero en todo caso, el placer es máximo. Situado dos horas y media de Madrid en coche, se trata de una escapada perfecta para huir del mundanal ruido y sumergirse en un entorno natural amplio, tranquilo y de gran belleza. ¿Preparados para adentraros en este mundo mágico de cataratas, grutas, lagos y campo abierto? Aquí os contaremos qué ver y cómo disfrutar al máximo de este paraje.

*Nota de julio 2020: Antes de comenzar el recorrido, advertir que el área geográfica del lugar no está entre las que han sufrido recientemente un aumento de casos del Covid19, con lo que no hay riesgo especial siempre y cuando se tomen las medidas necesarias (el riesgo 0 no está presente en ningún lugar). En todo caso, el uso de la mascarilla es obligatorio y la distancia social, dadas las dimensiones del entorno, se puede cumplir perfectamente. 

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Dos cascadas de referencia: la Caprichosa y la Cola de Caballo

Aunque se facilita un plano de la zona y se apuntan con claridad los lugares más especiales del recorrido, os comentaré un poco cómo situaros. Hay dos cascadas de especial longitud que vertebran dos partes diferenciadas: la Caprichosa, a raíz de la cual se hará un recorrido que la rodea por su parte superior (tomando un camino pegado a su flanco izquierdo); y la Cola de Caballo, sobre la que se descenderá para acceder a otra zona de bonito paseo.

Las bellas construcciones de la naturaleza  

El primer punto clave de la primera parte es el Baño de Diana, un rincón precioso donde enfrentar la cascada de la Caprichosa en su mejor perspectiva y otras pequeñas caídas del agua. Pegado está el Lago de los Patos, ideal para relajarse, pasear o tomar un respiro. Más adelante, pequeña pendiente mediante, se accede a Los Vadillos, saltos de agua de menor dimensión pero constantes y que conforman un paisaje precioso. Lo siguiente será admirar el agua sobre grandes pedruscos de formas caprichosas en los Fresnos Altos y los Frenos Bajos, con total admiración a la potente creación de la naturaleza que tenemos la suerte de tener delante.

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Fresnos altos:

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El entorno de la Cola de Caballo, la zona más abrupta

Aquí se produce la entrada en la segunda parte del parque-jardín: comandada por la Cola de Caballo, es una zona más abrupta y se requiere pasar por debajo de la montaña en varias ocasiones. Las grutas son generalmente amplias y están iluminadas, por lo que son aptas para todos los públicos (lo cual tampoco quiere decir que no den un poco de impresión). ¡Pero hemos venido a jugar! Y después de estas pequeñas aventuras, uno siempre mira atrás emocionado. Lo más reseñable de este camino es el Lago del Espejo, una zona donde el río Piedra se estanca y sus aguas cristalinas reflejan el entorno de una manera hipnótica. Se pueden ver los peces con claridad y es que es la fauna y la flora del lugar son también abundantes y variadas. Como curiosidad: aquí se instaló la primera piscifactoría española, allá por 1867.

cola-caballo-cerca-monasterio-piedra cola-caballo-bajada-monasterio-piedralago-espejo-reflejo-montanalago-espejo-monasterio-piedra El resto del camino fue tan solo un paseo de disfrute incluso por los lugares por donde ya había pasado. ¡No quería olvidar con facilidad semejantes imágenes! También investigué otras zonas, pero confirmé que lo mejor ya lo había visto.

El Monasterio de Piedra, ejemplo de la arquitectura cisterciense

Acabado el paseo por el entorno, me decidí a visitar el monumento en sí. El de Piedra (nombre del río) fue uno de los nueve monasterios cistercienses que se construyeron en la zona de la mano de Alfonso II de Aragón. Es un buen ejemplo de la arquitectura cisterciense, sobria pero muy orientada a la entrada de la luz y la disposición de esta.  

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Hay zonas que están muy bien conservadas, sobre todo el claustro y algunas de las salas. Pero la iglesia antigua está en ruinas debido a años de abandono posteriores a la Desamortización. No obstante, encontré un encanto especial a esta zona. Eran una especie de restos del pasado que parecían resistirse a desaparecer. Los trozos en pie y las pinturas que se conservan son una maravilla. Por tanto, una visita también muy recomendable. 

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En estas instalaciones están también el Museo del Vino DO Calatayud y la exposición Historia del Chocolate en Piedra, pero yo acabé rendida para más marcha. Siempre que queráis una estancia más larga, tendréis la posibilidad de hospedaros en el hotel del monasterio. No era mi caso y aunque me fui con pena, ¡el recuerdo es casi tan maravilloso como lo que allí viví!  

Datos práticos para visitar el Monasterio de Piedra

  • Precio entrada: el precio de la entrada estándar son 16 euros. Se pueden comprar fácilmente desde la web (enlazada al inicio de este post).
  • Reglas: se prohíbe por razones de higiene la entrada al parque con alimentos. La zona está limpísima y es responsabilidad de todos ayudar a que esto se mantenga así.
  • Dónde dormir: Calatayud no está lejos del parque; 28 kilómetros y media hora en coche, siendo un buen lugar para pernoctar porque tiene visitas muy interesantes y podemos ampliar el recorrido. Allí podréis encontrar hoteles de toda categoría. Yo me alojé en Hostal La Perla, con buena ubicación servicios muy correctos (no esperéis tampoco la mejor cama del mundo) por tan solo 23 euros.

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  • Dónde comer: en el parque hay un par de restaurantes y dispones también de opciones en el pueblo más cercano, Nuévalos. En mi caso, me hice bocata y lo comí en el coche. Lo hice así porque estaba sola y tenía algo de prisa, pero en el exterior del parque hay también zonas para situarse.

*Este post contiene una colaboración con la entidad del Monasterio de Piedra, a la que agradezco desde estas líneas la invitación. No obstante, todo el texto está basado en mi experiencia y opinión personal.

por Irene

Periodista desde 2008. Inquieta y curiosa de toda la vida. Abierta a todos los planes; ¡no hay destino que no merezca la pena!

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