Planificamos el viaje de 5 días en Ámsterdam de modo que llegásemos bien de mañana a la ciudad, con el fin de ahorrar una noche, ya que el alojamiento es caro (a no ser que te alojes en un albergue). Llegamos sin problemas, pues cogimos un tren bastante rápido del aeropuerto a la Estación Central de la ciudad (4 euros) y desde esta al hotel. Tuvimos suerte porque el alojamiento estaba muy bien situado, ya que estaba en frente de una parada del tranvía 5, que cruza prácticamente por todos los puntos importantes de la ciudad.
No obstante, ese día no sabíamos bien cuáles eran los puntos clave de la ciudad y como nos recibió un poco de nieve, decidimos visitar en primer lugar la zona oeste de la urbe, donde se encuentra el Museo de Ana Frank.
Fuimos paseando y de camino cruzamos ya por primera vez Leidseplain, una de las plazas más animadas. Quisimos pasear por el barrio de Jordaan del que habíamos leído buenas referencias. Era ya la hora de comer, por lo que paramos en un kebap y comimos algo. Gastronómicamente la ciudad y el país en general no parecen nada fuera de lo normal, así que decidimos comer cualquier cosa y ahorrar un poco más, ya que el alojamiento y las actividades son algo más caras de lo normal.
Por la hora estaba un poco vacío, así que vimos establecimientos que merecían la pena y alguna estatua chula, como la de una banda de música. Pero sobre todo, empezamos a empaparnos de la estampa más típica de la ciudad y a ver su belleza.
Después fuimos a la Casa-museo de Ana Frank, donde por motivo de la Semana Santa había una cola de algo más de una hora. En él se puede ver cómo era la vivienda donde se escondió la famosa niña que escribía en un diario cómo fue el horror de ser perseguida por los nazis. Es interesante porque se leen fragmentos del libro, hay muchas explicaciones sobre todo lo expuesto y también vídeos donde se complementa todo lo que sucedió. Por último, hay una sala de debate donde se exponen casos actuales de violaciones de los derechos humanos y prejuicios sobre determinados sectores que acaba con una votación interactiva de la gente que está en la sala. Un ole por iniciativas así. El museo es realmente completo.
Al salir decidimos seguir hacia el centro. Teníamos como referencia la plaza Dam y allí fuimos. Con motivo de las fiestas, estaba repleta de atracciones de feria y al ver la gran cantidad de gente que había en la zona, personalmente, sentí ganas de huir. Es como Sol en Madrid o Los Campos Elíseos en París. En mi opinión, mucho ruido y… 😉
Continuamos el camino hacia el Barrio Rojo, para tomar el primer contacto con el que tiene fama de ser el rincón del vicio y la perversión. Comenzamos a ver más ambiente, varios cooffe shops (sobre todo, la cadena The Bulldog) y en alguna de las callejuelas, a las prostitutas mostrando sus cuerpos. Intentamos entrar en un local pero entre la gente que había y que no queríamos fumar porros, decidimos mejor ir a un bar normal.
Justo en frente de la Oude Kerk, la iglesia que está en pleno barrio. Tomamos algo y regresamos a la plaza Dam, donde nos hicimos con unos churros para cenar y decidimos que el día había sido muy largo. Nos fuimos a descansar.
Quizás os interese: Cómo defenderse en Ámsterdam