Desde que soy madre, estoy aprendiendo que hay viajes que no solo se basan en conocer lugares. Hay viajes que se disfrutan en cada piedra del camino, con los pequeños pero importantes momentos bien acompañados y con una perspectiva más completa de la experiencia. Ese tipo de viaje fue el que nos llevó a la Rioja Alavesa el pasado julio. Un viaje un poco fuera de lo común, por lo improvisado, hacerlo pensando mucho en el pequeño Luca de 3 años y en autocaravana, pero preludio perfecto para un nuevo verano.
El objetivo del viaje era en realidad ir a Vitoria para que mi pareja corriera el Ironman que se celebró en la ciudad. Por ello y en vista de lo caros que estaban los alojamientos en la ciudad, decidimos alquilar una autocaravana, medio de transporte y pernocta, lo que nos resultó una experiencia viajera de primera y muy recomendable sobre todo si se viaja en familia (¡es una experiencia súper divertida para los más pequeños!).
Este tipo de viaje permite una libertad infinita y por ello, aunque la idea inicial era irnos a la costa, cambiamos el rumbo en mitad del periplo a causa de la lluvia y decidimos ir a la Rioja Alavesa. Yo le tenía muchas ganas desde hace tiempo, así que lo vi perfecto.
Se trata de una de las comarcas de Álava, fronteriza con La Rioja y extensión de la mencionada en su riqueza de uno de los líquidos más populares de nuestro país: el vino. Sus mayores atractivos: modernas bodegas, paisajes bucólicos con las viñas como protagonistas y pueblos de piedra y encanto infinito.
Haro, nuestro punto de partida
Realmente la mayor parte del tiempo en este viaje estuvimos en La Rioja, concretamente en la población de Haro. Este destino fue nuestro punto de partida y donde se ubicó el camping que fue también nuestra “casa” por los tres días que estuvimos allí. El Camping de Haro nos enamoró. Tenía parcelas de tamaño ideal, tres piscinas geniales con un montón de entretenimiento para los niños, instalaciones adecuadas para el ocio y disfrute e incluso actividades de las que no llegamos a enterarnos muy bien. Pero allí pasamos los días hasta que pasadas las peores horas de calor nos daba por salir a explorar la zona.
Uno de los días dejé a la familia en el camping y me lancé a pasear por Haro y conocer sus encantos. Muy cerca se encuentra la zona de bodegas, donde no fuimos por motivos obvios (Luca con tres años no pararía ni un minuto para escuchar una explicación) pero que yo conocía de una visita hace años. Si bien las instalaciones de esta área son menos llamativas que otras de la zona, son perfectas si se quiere conocer el mundo del vino y sus entresijos. Marcas como Muga, Ramón Bilbao o CVNE desvelan en estos templos todos sus secretos y sus armas.
La ciudad está en la zona alta, pero no se tarda mucho. Todo allí es bastante “abarcable”. De hecho, pronto se llega a la plaza de la Paz, la más céntrica y donde se encuentra el Ayuntamiento. Allí el pueblo exhibe con orgullo su mayor atractivo: Haro, capital del Rioja. Además, cuando yo fui y quizás debido al calor, apenas había gente por las calles. Fui hacia un lado, hacia la iglesia parroquial de Santo Tomás Apóstol; al otro, a una zona más moderna de elegantes balcones blancos y bastantes bares y restaurantes.
La Rioja Alavesa: paseos por Labastida y Laguardia
Como adelanté, conocimos la Rioja Alavesa dos días en los que el calor había menguado y llegamos con la autocaravana. Parecía todo preparado para recorrer la zona con este vehículo, ya que a pesar de sus grandes dimensiones, encontramos aparcamiento en los dos pueblos sin mayor problema en sus alrededores (pero cerca).
Labastida, rincón lleno de encanto
Labastida nos sorprendió pues si bien tiene algo menos de nombre que la siguiente visitada, se veía una población con mucha esencia. Ese tipo de lugar donde se disfruta tomando un vino y sumergiéndote entre la población local. Emprendimos el camino hacia su centro neurálgico (pues hay bastante pendiente) y para nuestra sorpresa, Luca se quedó dormido en el carro.
Por eso, aprovechamos la ocasión y nos sentamos a tomar algo en la plaza de la Paz, donde se encuentran dos edificios destacables del lugar: el Ayuntamiento y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Solo quien es padre entiende esa sensación de libertad cuando sus hijos se duermen; su cara de placer y la posibilidad de ejercerlo por tu lado. Brindamos con una cerveza por el lugar, la compañía y las sensaciones.
Mi idea era seguir con el pequeño dormido hasta la Ermita del Santo Cristo, pero se despertó y negociar con él no fue una guerra que en ese momento quisiéramos emprender, así que abandonamos el pueblo, quedándonos con un buen regusto del lugar.
Laguardia, punto de referencia de la zona
Otro día avanzamos un poco más por la misma carretera hacia Laguardia, la población quizás más popular de la zona. Tan solo el camino ese día mereció muchísimo la pena. Los pueblos encaramados a las zonas altas y los preciosos paisajes nos llenaban el alma. Y en los alrededores de Laguardia el buen clima ofrece unas vistas de las montañas cercanas que nos dejaron maravillados.
Aparcamos de nuevo en la zona baja y subimos en un ascensor que facilita la incursión a Laguardia. Esta población, un poco más grande que la anterior, tiene ese engalanamiento de los pueblos que atraen muchas miradas del turismo, siendo catalogado como uno de los “más bonitos de España”.
Iglesias, puertas y monumentos de piedra se suceden en la villa, cuya vida se concentra como siempre especialmente en su principal plaza: la mayor. En este caso pequeña e irregular, pero con infinito encanto.
Otros lugares de interés: pueblos, paisajes y bodegas
Del tipo de pueblos de Labastida y Laguardia está también Elciego, que visité hace años en una parada hacia la costa vasca. Mi recuerdo es de un lugar más pequeño, pero cuidado y bonito. Paré allí porque muy cerca está una de las bodegas más espectaculares de España y del mundo: las Bodegas Marqués de Riscal, diseñadas por el ilustrísimo arquitecto Frank Gehry.
Esa visita por descontado me maravilló y por eso creo que no debería faltar en tu recorrido por la zona. Esa unión entre el mundo del vino y la arquitectura también encuentra uno de sus mayores exponentes en la bodega de Ysios, diseño al frente al cual estuvo Santiago Calatrava. Yo no la conozco (solo la vi de lejos en el último viaje) pero tiene que ser también una pasada. ¡Toda la zona lo es!