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«… Si hay en el mundo un país distinto de lo que conocemos como países occidentales, ése es sin duda la IndiaNo se entrega con facilidad al recién llegado: solo poco a poco, tomándose tiempo, molestias e interés, podrá nuestro visitante irse abriendo camino en medio de esa gran jungla de impresiones y comprender algo de la sociedad india más allá de las apariencias«. La India por dentro, de Álvaro Entrerría

Vacas en la India

¡Mira, una vaca! ¿Una sola? ¡Millones! Primero, constatación; luego, paisaje; al final, familiaridad: se las acaba echando de menos. Se saben veneradas y dejan su firma de bosta, prioridad y riesgo por todos los rincones. La India es la Gran Vaca Sagrada: excesiva, lenta, filósofa, eterna. Como ellas.

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Píííííí

¡Pi-pí, pi-pí, pi-pí! Esta es la monótona e incesante música de fondo que llena, día y noche, las calles y carreteras de la India, un caos de gente, animales, vehículos y ruido. Pitar por todo y por nada se ha convertido en el deporte nacional indio, los conductores lo practican encantados y hasta en la trasera de los camiones se invita a ello: Blow horn, please. Con orgullosa ironía, coinciden en que para conducir en su país solo hacen falta tres cosas: buen piloto, buenos frenos y buena suerte. Pero sin un buen claxon…

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¡Ommmmmm!

El om o a-u-m es el sonido de Dios, la voz del Todo, la vibración del Universo, el inicio de todos los mantras o cantos sagrados. La a corresponde a Shiva, la u a Visnú y la m a Brahma, la tríada mayor del hinduismo. Pero a primera vista, en los templos hindús, el más popular es el primero, representado muchas veces por su lingam o falo monolítico; y, en las casas, su hijo Ganesha, barrigudo y con cabeza de elefante, dios protector que favorece la sabiduría, la fortuna y los buenos deseos.

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La escasez de cerveza

¡Mi reino por una cerveza! El calor tropical y el trajín se alían para deshidratar al viajero, siempre pegado a su botella de agua, qué remedio. En la India es fácil conseguirla (embotellada, eso sí, que tu intestino puede llevarse un susto), pero no ocurre lo mismo con el alcohol, prohibido en algunos Estados. Así que, si se te antoja una cerveza acércate a un hotel y verás que allí todo se consigue, aunque sea bajo cuerda y a precio europeo. Incluso, con suerte, te la darán fría.

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Selfie, please?

El españolito que quiera sentirse famosillo por unos instantes, como esos personajes populares a los que piden autógrafos por la calle, que visite la India. Los jóvenes (y no tan jóvenes) te salen al paso de continuo para pedirte una autofoto con ellos, que luego utilizarán, parece ser, para presumir de amistades en las redes. No sé qué ven en el occidental, quizá el exotismo inverso, pero como te dejes llevar por su móvil tendrás de inmediato un montón de candidatos a la gloria instagrámica y te costará quitártelos de encima.

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¡Vivir como un marajá!

Uno puede pensar que ya no existen, pero haberlos, haylos. La independencia de la India, en alguna medida, cercenó sus privilegios, gravó sus bienes y nacionalizó sus propiedades. También los dejó sin poder ni autoridad, pero eran tan inmensas sus riquezas y su ascendencia que, aún hoy, los descendientes de reyes y príncipes convertidos en empresarios y financieros, copan cargos importantes y siguen formando parte del mundo del lujo y los negocios de altos vuelos. Y, por si fuera poco, mantienen en privado su pompa y sus palacios y conservan, en buena parte, la veneración y el respeto de sus antiguos súbditos, ahora ciudadanos de la mayor democracia del mundo. O eso dicen.

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¡Cine, cine, cine, cine!

Decir Bollywood (en Bombay, hoy Mumbai) es decir cine. Los indios llenan las numerosas salas y viven sus películas, muy largas y con descanso a la mitad, como si participasen directamente en la historia que se narra en la pantalla: en voz alta toman partido, comentan, ríen, lloran, aplauden, patalean, gritan, protestan, cantan… Dos películas por el precio de una.

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I

Ver una de sus cintas, en hindi, aunque no entiendas los diálogos, es una experiencia única, todo un espectáculo muy recomendable. Y más si lo haces en el Raj Mandir de Jaipur, una de esas salas antiguas que ya no quedan, con patio de butacas, palcos, gallinero y telón corredizo. Barroquismo de espejos, luces, formas y colores. Y palomitas.

¡Cuidadín cuidadín!

No solo entre vacas vive el indio. El templo Galta Ji, a las afueras de Jaipur, cuya ubicación entre altas roquedas boscosas lo ha convertido en hogar de docenas de macacos bien atendidos, no propiamente dioses pero que viven como dios, que aparecen por todas partes, posan para la foto y si te descuidas te echan mano a la cámara o al bolso, es un buen ejemplo. Como lo es el de Karni Mata, al sur de Bikaner, donde miles de ratas son alimentadas y adoradas como diosas, benefactoras para sus adeptos y repulsivas para el infiel, mientras descansan o corretean entre los pies descalzos del visitante, perfumando con sus desechos y pestilencias el animado ambiente de su precioso templo de mármoles blancos. Cosas veredes.

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¡De perdidos, al río!

Los hindús no entierran a sus muertos, los queman (salvo niños y embarazadas). La cremación puede hacerse en cualquier lugar, pero lo preceptivo es echar luego las cenizas al Ganges, el río sagrado. Los baños en sus aguas y las ofrendas sirven también para purificarse y sentir la espiritualidad. Todo ello envuelto en devoto ritualismo. Y el mejor sitio para vivirlo es la ciudad santa de Benarés (actual Varanasi).

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Desde sus ghats, amplias y empinadas gradas que bajan a los embarcaderos, la vida y la muerte se dan la mano con total naturalidad: piras mortuorias, pilas de madera, humo, fuego, ceniza; agua, abluciones, aseo, colada; meditación, altares, ceremonias, fiestas, cantos, música; aceites, incienso, luces, flores; castas, sacerdotes, santones, peregrinos, bañistas, pescadores, barqueros, lavanderas, turistas; saris, dhotis, kurtas, turbantes; amaneceres, crepúsculos, fotos, vídeos; palacios, templos, hoteles, casas, barcos, ropa tendida; vacas, búfalos, perros, mosquitos; calor, humedad, inmundicia, colores, olores, contaminación. Arriba, qué alivio, la vorágine infernal de las calles. Algo es algo.

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¡Pica, pica, pica!

El viajero español inicia su don de lenguas por la India con un saludo en hindi y una advertencia en inglés: Namasté (hola, adiós, gracias), juntando las dos manos delante del pecho y bajando la cabeza, es una palabra comodín de cortesía y respeto que le sirve para relacionarse con los indígenas; No spicy (no picante), es casi un ruego desesperado al camarero para que la comida del restaurante no pique. Vano esfuerzo casi siempre, en una cocina cuya base son las especias fuertes y cuyos platos se elaboran con tres niveles de picor: alto, medio y bajo pero nunca cero. Así que hay que ir probando con cuidado, conociendo diferentes modalidades y esperando que el cocinero se apiade en lo posible de tu estómago.

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Por lo demás, con un poco de práctica y pasado el susto, comprobarás que la cocina india, mayoritariamente vegetariana, sana y abundante, está bien elaborada y merece la pena. Y si quedas con hambre, don’t worry, acércate al templo sij más próximo, te darán de comer gratis. Que aproveche.

*Si te interesan datos prácticos sobre nuestro viaje a India, os invitamos a leer: India con conductor durante tres semanas.

por Santiago

Santi Somoza, de estirpe asturiana en la desembocadura del Eo, allí donde ástures y galaicos se dan la mano, aferrado siempre a su clan galego-forneiro, hipermétrope enjuto, jubiloso jubilado, maestro de nada y aprendiz de todo, pacífico y socarrón, descreído, escéptico, indignado, viajero letraherido y maratoniano corredor de fondo, ave nocturna y perpetrador de tangos, amigo de sus amigos, amante del buen vino y la poesía y, por encima de todo, de sus tres queridísimas mujeres.

2 comentario en “La India: primeras impresiones de un viajero impresionado”
  1. De entre todas las introducciones viajeras que he leído sobre la India, quizás esta sea la que más amena me haya resultado, con una buena combinación de texto e imágenes.
    He pasado un buen rato leyéndote, enhorabuena por el post.

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