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Saint-Guilhem-le-Désert: Un pueblo medieval en estado puro

Irene 31 octubre, 2012

saint-guihllem

Cuando uno se adentra en Saint-Guilhem-le-Désert, descubre un pueblo que parece de otro tiempo. Las casas, los establecimientos comerciales, la oficina de Turismo y no muchas otras construcciones, pues es un lugar bastante pequeño, son todas de piedra y tradicionales, si bien están perfectamente conservadas. Como se puede ver en la foto, se sitúa además en plena montaña, lo que da un encanto añadido. En lo más alto, hay restos de un castillo en torno al cual hay muchas leyendas; aquí parece haber magia por todas partes.

Fue uno de los lugares que visité en el viaje en furgoneta que hice el pasado septiembre por la costa oriental francesa e Italia. Aunque tuvimos que desviarnos hacia el Norte después de pasar bastantes días siempre junto al mar y perdernos una vez en la carretera, pues hay una zona no demasiado bien indicada, mereció mucho la pena.

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Saint-Guilhem-le-Désert es sin duda uno de los mejores sino el mejor pueblo de la región de Languedoc-Rosellón y ha sido clasificado también con el sello de calidad de los “pueblos más bellos de Francia”. Pero sus reconocimientos no se acaban ahí: como punto de paso del Camino de Santiago francés, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Dado el tamaño reducido de la población, uno no tiene posibilidad de perderse. Subiendo por la vía principal, se puede apreciar el precioso paisaje en el que se encuentra el pueblo y disfrutar de los restaurantes y tiendas de la zona. Casi al final del camino, está la plaza central del pueblo, la plaza de la Libertad, donde se ubica el principal monumento del lugar: La Abadía de Guilhem. Allí se puede visitar tanto el interior de la iglesia, como el claustro y el patio, donde hay un museo, y entre los objetos más apreciados, destaca el altar de San Guillermo, que está hecho en mármol blanco y negro.

abadia-guillem

calles saint guillehm

Otro de los atractivos de la ciudad es el Puente del Diablo, a las afueras de la ciudad, imponente por su belleza y tamaño. Además, los lugareños han improvisado allí una especie de playa fluvial y hay un restaurante cerca. Esta es tierra de leyendas. La que versa sobre el puente dice que costó mucho construirlo y por eso, se pensó que había un diablo bajo él que se oponía. En respuesta, los monjes cada vez que pasaban por allí tiraban piedras.

Nosotros preferimos tomar la carretera para el otro lado, a orillas del río Herault, ya que habría menos gente y podríamos comer, y descrubimos que en esa zona también hay lugares donde poder darse un baño. Además, hay una parada en el camino donde se alquilan canoas. Comemos en esta bonita zona, nos damos un baño y no tardamos en coger el coche y volver a irnos.

rio-herault

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